Acuse de recibo
«¿Exigir para que se cumpla lo establecido acaso es un error?», pregunta en su carta Eduardo Céspedes Díaz, quien reside en el central Los Reynaldo, en el municipio santiaguero de Songo La Maya.
Cuenta que lleva 35 años laborando en la UEB Agropecuaria Carmen Rosa 304, y allí se ha desempeñado como jefe de la nave micro-ordeño Ceiba 2. Nunca tuvo un señalamiento por mal trabajo o incumplimiento de la producción. La nave siempre ha sido reconocida por ser la de mejores resultados.
«Hace un año y medio, afirma, se incorporó un nuevo ordeñador, quien trata de violar la disciplina que yo tenía implantada en el centro, logrando que en varios meses se incumpliera con el ritmo diario de la leche. Desaprovechaba la jornada laboral, se iba antes de hora, tenía incumplimientos de las normas productivas. Y alegaba que hasta que no me sacara del trabajo no iba a parar, solo porque nunca estuve de acuerdo con su actitud, y en varias ocasiones le llamé la atención y nunca tomó en cuenta mi palabra».
Añade Eduardo que a esa actitud se unieron otro ordeñador, el vaquero y uno de los custodios. En consecuencia, en varias ocasiones se acercó al jefe superior de la entidad, para plantearle las indisciplinas que se estaban cometiendo en la nave, y este no tomó partido por lo que le planteaba, si no que escuchó
a los que estaban cometiendo las indisciplinas. Y decidió separar a Eduardo de su trabajo.
«¿Exigir para que se cumpla lo que se nos está solicitando día a día del esfuerzo de los productores agrícolas para alimentar al pueblo es un error?», cuestiona, y pregunta: «¿Qué ayuda puedo obtener para regresar a mi trabajo al que dediqué toda mi vida, pues me siento desamparado?».
Jorge Hernández González (Calle 13 no. 131, entre 10 y 12, Reparto Cepero Bonilla, Colombia, Las Tunas) cuenta que en marzo pasado la dirección administrativa de su centro laboral, el Combinado Cárnico Álvaro Barba Machado, le notificó sorpresivamente que pasaba a ser un trabajador disponible, cuando solo le faltaban siete meses para los 65 años, y su esperanza era jubilarse.
O sea, un mes cobrando al ciento por ciento, y otros cinco al 60, por tener acumulados 43 años de trabajo, «cuando nuestro municipio vive momentos difíciles de escasez y precios abusivos y especulativos, que un salario no alcanza, mucho menos el 60 por ciento que no da ni para lo básico», enfatiza.
«Es difícil entender, afirma, que un militante que ha dedicado toda su vida a la Revolución, a la defensa
del Partido y el trabajo, condecorado con la Medalla 50 Aniversario de las FAR, la Jesús Suárez Gayol, con una evaluación excelente de su trabajo, y faltando siete meses para su jubilación, sea desechado como algo inservible. No pido trabajo en el Combinado, añade, solo pido terminar de trabajar dignamente, como ha sido toda mi vida.
«Sé la preparación que hace el país para recuperar la economía, pero no se va resolver desechando y abandonando a los que han servido con lealtad al proceso revolucionario. Siempre he confiado en la justeza de la Revolución, y sé que primero está la Patria que cualquier interés personal, pero no creo sea el caso. Le digo que el proceso conmigo no ha sido disponibilidad, sino despido y arréglatelas como puedas».
«En reunión en el Partido municipal, donde estaban todos los factores, expliqué mi situación. Y la respuesta bochornosa fue que cuando no tenga con qué vivir, pida ayuda a la Asistencia Social. Yo no tengo impedimento para trabajar, ¿cómo voy a pedir ayuda, si la Revolución lo que necesita es que se le aporte y no que se le pida?», concluye.
¿No pudo buscársele cualquier tarea en estos meses a ese trabajador para que acceda dignamente a su jubilación?