Acuse de recibo
Desde principios de febrero pasado, se produjo un derrame de aguas negras a la entrada de la escalera del edificio No. 237 de la calle Ermita, entre San Pedro y Auditor, Plaza de la Revolución, en La Habana. Y todavía permanece imbatible, según cuenta Mario Tabares Hernández, en nombre de los inquilinos del inmueble.
De inmediato se reportó a Edificios Múltiples de la Dirección Municipal de la Vivienda, dice. A la semana acudió una brigada de Aguas de La Habana, que aparentemente destupió, pero la alegría duró muy poco. A los cinco días regresó la tupición y el consiguiente malestar para los vecinos. La fetidez y la imposibilidad del paso normal se agudizan al hacerse insoportable toda esta situación.
«Hay otro riesgo grande, añade, y es que casi está llegando a la cisterna que abastece de agua al edificio. Si esto ocurriera realmente se convertiría en una catástrofe de incalculables consecuencias.
«Desde que ocurrió la segunda tupición, por el trabajo incompleto, se reportó de nuevo hace una semana y aún no hay respuesta. Quisiéramos que esto se tomara en serio y volvieran a realizar el trabajo, pues se nos hace insoportable la situación que esto crea.
«Se conoce la situación por la que se atraviesa por falta de combustible, disponibilidad de vehículos y demás medios para enfrentar estas desagradables situaciones que a diario se dan en la ciudad. Pero esto realmente urge y precisamos que nos ayuden, haciendo esos esfuerzos a los que estamos acostumbrados, por parte de las autoridades a las que les corresponde resolver este tipo de situación», concluye Mario, quien envía una foto del derrame, que causa espanto y pavor.
Lo peor, sea cual sea la razón para no haber reaccionado esta vez, es que ni siquiera les han informado a esos vecinos el porqué, ante una situación de extrema urgencia, del lado de allá no aparece la solución. Ojalá se resuelva antes de que haya que lamentar una desgracia.
Yuleisy Ruiz Valdés (Zulueta 17, apto. 15, entre Corrales y Apodaca, La Habana Vieja, La Habana) cuenta que su casa colinda con el policlínico Tamayo, de ese municipio, y está sufriendo esa vecindad. Los tanques de agua instalados en la azotea del centro asistencial se derraman reiteradas veces, casi todos los días.
Refiere que ella se ha quejado ante la directora y la administradora del policlínico, y nada se resuelve. Hizo una queja a Aguas de La Habana por la botazón de agua, y todo sigue igual.
«Soy una persona hipertensa y asmática, dice, y en las condiciones en que ya está mi pared me está afectando la salud», concluye.
Antonia Sánchez Rodríguez (José Manuel Sánchez No. 68A10, Santo Domingo, Villa Clara) no sopesó cuán difíciles iban a ser sus trámites para extraer un certificado de su matrimonio, celebrado en el Palacio de los Matrimonios de Prado y Ánimas, en La Habana, el 23 de febrero de 1975.
Refiere que unas amistades le hicieron el favor de solicitársela por la vía digital, y no aparece. Ella, por su parte, la reclamó en el Registro Civil de Santo Domingo, y le dijeron que tampoco aparece, y que los Palacios de los Matrimonios se inauguraron después de los años 80, a pesar de que mostró la vieja tarjeta de invitación a las nupcias.
«Tengo el número de ese Palacio de los Matrimonios, el 78641010, dice, he llamado muchísimas veces y sale la máquina contestadora: ha comunicado usted con el Palacio de los Matrimonios de Prado. Si sabe la extensión, márquela; si no será atendido en breve…
«Pero aún estoy esperando por esa brevedad. Marco extensiones del 1 al 10 para ver si existen. Y tampoco. No tengo familiares o amistades adonde estar allá para hacer la gestión personalmente. ¿Qué me hago? ¿Dónde me casé entonces?», concluye.
Y este redactor añade que en no pocos sitios las máquinas contestadoras se han convertido en un verdadero estorbo, lejos de facilitar la comunicación. ¿Qué trabajo costará añadir el número de extensión por cada departamento en el mensaje de salutación de la contestadora, si finalmente no sale la operadora? ¿Habrá que ser adivino?
Servir es un verbo que muchos no conjugan.