Acuse de recibo
Muy desalentado, me escribe Javier Castillo (Calle 84, entre 15 y 17, Playa, La Habana), un joven artista visual miembro de la Asociación Hermanos Saíz y con licencia de trabajador por cuenta propia, que desde marzo pasado decidió invertir todos sus ahorros en un proyecto familiar, un quiosco de artesanía en el Paseo Marítimo de 1ra. y 70, en ese municipio.
Refiere Javier que en el propio mes de marzo pasado se le aprobó ese proyecto en el citado paseo. Y precisamente llegó la COVID-19, con el aislamiento consiguiente, las dificultades para transportarse y para agenciarse los materiales necesarios en la construcción del quiosco.
En medio de esa situación, señala, emprendió la ejecución del objetivo con recursos propios, presionado por la propia administración de 1ra. y 70, que le recordaba que entregaría el espacio a otro solicitante en caso de que él no cumpliera con la fecha pactada de terminación.
La situación de la pandemia se agudizó, y la ejecución del quiosco se paralizó hasta junio, que fue normalizándose. Y por ese tiempo se registró el derribo del controvertido y cuestionado muro de 1ra. y 70 por Planificación Física.
A fines de junio y comienzos de julio, Javier retomó la construcción del quiosco, con la inversión de todos sus ahorros. Y ya prácticamente concluida la obra, le fue imposible iniciar la venta, pues La Habana volvió a entrar en la segunda ola de la COVID-19.
A principios de septiembre, aun sin haber entrado La Habana en fase 3, por medio de una llamada telefónica desde el Paseo Marítimo se le informó que contaba con 72 horas para transportar el establecimiento del lugar, por orden de Planificación Física.
Javier se dirigió a la oficina pertinente para que le dieran los argumentos, y la administración del Paseo le respondió que ese lugar estaba pasando por una gran remodelación, y que el quiosco se tenía que trasladar en un plazo de 72 horas hacia la plaza central del proyecto.
Él explicó que no contaba con las herramientas, el personal o el capital para tal maniobra; y solicitó garantías legales, como seguridad, ya que el quiosco sería desarmado en piezas en su totalidad: Y pidió que no fuera retirado del Paseo Marítimo.
«Nada de lo solicitado fue dado, afirma. Me comentaron que los demás trabajadores por cuenta propia estaban alquilando un pequeño vehículo “sacado” de la obra colindante: hoteles de 1ra y 70. Me cobraban 40 CUC por la gestión: 20 CUC para el operario y 20 CUC para el personal de apoyo, una solución desde la ilegalidad. Y no contaba con ese capital».
El 10 de octubre, añade, se informó por Whatsapp que los quioscos de artesanos fueron movidos en una operación piloto hacia un almacén de Comunales. Y en el caso de Javier, fue peor: demolieron el suyo y lo dejaron tirado. No lo transportaron.
Dice él que no se le informó de esa
acción. Se enteró cuando visitó el lugar. Se dirigió al administrador de 1ra. y 70, el cual le comunicó que tenía 48 horas para recoger los escombros, y que cerraban sus operaciones en ese proyecto.
Fue entonces a la sede nacional de Recreatur, y puso en conocimiento de su Director general lo sucedido. «Y me sorprendió que desconociera el problema. Ignoraron vulgarmente mi situación, “peloteándome” y haciéndome ir a la entidad una y otra vez».
Buscando respuesta, Javier contactó con el intendente de Playa, quien le informó que esa acción de desmontaje se había planificado desde junio por parte de Planificación Física. «Sin embargo, dice, me permitieron continuar las labores de construcción en ese mes de junio».
Precisa finalmente que en estos momentos se está debatiendo un nuevo proyecto de construcción de quioscos, entre la administración del Paseo Marítimo de 1ra. y 70 y los artesanos. Y a él y su familia los han dejado fuera.