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Leche entre manos

Juan Guillermo Mendoza Carballol (Calle Piro Guinart no. 163-B, Trinidad) narra los avatares y dificultades que sufren los consumidores de la leche fluida en esa ciudad espirituana.

Refiere que hace años la leche llega a esa ciudad en un carro cisterna o pipa, que la reparte en los puntos de venta, donde se deposita en recipientes metálicos. Pero esa forma de distribución tiene riesgos de carácter higiénico epidemiológico. Se utiliza un jarro y un embudo para expenderla y servirla a los clientes, quienes, lo mismo llevan pomos plásticos o recipientes mayores, que no requieren el embudo. Y en ese trasiego manual se derrama leche que puede correr por las manos de quien despacha y alcanzar los envases del cliente, y que finalmente cae en el recipiente del punto de venta.

«Es decir, precisa, que constantemente hay contaminación de la leche que se despacha. Y es fácil suponer que, igual que hay vendedores o clientes con hábitos de higiene impecables, y cuyos recipientes son de una limpieza casi perfecta, también hay otros con hábitos que lamentablemente dejan mucho que desear».

Mendoza está consciente de las dificultades que atraviesa el país; pero aclara que la distribución manual data de hace muchos años, y cuando se implantó se informó que sería temporal. Y le cuesta trabajo aceptar que no se haya encontrado una solución higiénica.

El otro problema es que por la falta de suficientes equipos de refrigeración en los puntos de venta, algo que también comprende, se ha establecido un plazo de dos horas para la venta en el punto. Y pasado ese lapso, se pierde el derecho a adquirirla.

Hasta ahí todo puede entenderse, más lo inaceptable para él es que con frecuencia la leche llega fuera del horario establecido, y no se recibe información de la hora aproximada del arribo. «Esto no tiene nada que ver con la situación coyuntural con el combustible, pues sucede hace mucho tiempo», afirma Mendoza.

Y no hay nada que respalde y proteja al consumidor para exigirle a la entidad láctea que se cumpla y respete el horario de venta.

«Cuando no llega a la hora indicada, señala, los que trabajamos tenemos que retirarnos del punto e ir a nuestras labores. Y al regresar al punto, ya pueden haber pasado las dos horas establecidas y pierdes la leche. Me parece que hay falta de comunicación con el consumidor. Y no es un problema que solo sufro yo; otras personas también se quejan de estos inconvenientes», concluye.

Agradecidos

Alexei Fernández Chávez (Frank País no. 1A3, Manacas, Villa Clara) agradece a la doctora Lianet Abella, endocrina del policlínico de esa localidad, «pues mi salud se encontraba muy deteriorada, y ella con su ciencia y su gran humanidad ha logrado buenos resultados en mí, en estos tiempos tan difíciles».

Refiere que «es reconfortante encontrar a alguien que se tome a pecho, y te muestre un horizonte de posibilidades, de conjunto con su trato, que es muy agradable y sensible. También gracias a Cuba, por dar hijos como estos, que hacen de su profesión un sacerdocio».

Y Enelio Rodríguez Aguilar, residente en el poblado de Los Palos, en el municipio mayabequense de Nueva Paz, está muy agradecido por la atención recibida en el Hospital Siquiátrico Crisanto Betancourt, de Catalina de Güines.

Refiere Evelio que estuvo ingresado allí durante diez días, y desea resaltar la profesionalidad del personal médico, enfermeras y de servicios de ese centro; en especial la sala que está al lado del cuerpo de guardia, donde permaneció. Y destaca especialmente la preocupación y dedicación de Teresita, la directora del centro asistencial, por los pacientes.

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