Acuse de recibo
Matutino tras matutino, de los que se efectúan semanalmente, los trabajadores de la Unidad de Atención al Productor Agropecuario Fernando de Dios, perteneciente a la Empresa Azucarera Holguín, han preguntado por el pago correspondiente al mes 13, tras conocer que su entidad había obtenido durante 2016 ganancias que posibilitaban esta entrega monetaria.
Así lo cuenta Roger Cruz Mastrapa (Tony Alomá No. 33, Tacajó, Báguanos), a título personal y también representando el sentir de sus compañeros. Narra el holguinero, cuya carta llegó a JR el 19 de julio, que transcurrió todo el primer semestre de 2017 y nadie les ofreció una explicación definitiva al respecto.
Primero les comunicaron «que la Empresa ofrecería una respuesta al colectivo; posteriormente, que lo que regulaba el pago de dicho mes era la Resolución No. 134 o No. 138 (no indica de qué organismo), pero ni el económico, ni el de Recursos Humanos de la unidad la tenían en su poder, y que el Jefe del grupo Económico de Azcuba le había manifestado a nuestro económico que él no estaba facultado para dar respuesta al problema… Ahora plantean que la compañera jurídica está haciendo los trámites pertinentes para dar respuesta. Y nosotros nos preguntamos: ¿quién tiene, realmente, la respuesta a nuestro problema?».
¿Cómo, en asunto tan delicado, persisten dilaciones y falta de comunicación oportuna?
El título me lo sugiere el mismo lector: Nelson Nápoles Mustelier (Santa Rita No. 123 e/San Ramón y Lugareño, Camagüey), quien relata las vicisitudes de su familia en lo que debió ser una estancia de descanso y felicidad en la base de campismo La Barbacoa, del municipio de Sibanicú, durante julio.
«Al llegar se nos informó que el almuerzo era de 12:00 a 2:00 p.m. y la comida de 6:30 p.m. a 8:30 p.m. (…) Nunca hubo tales horarios… Hasta se llegó a comer a las 9:20 p.m., niños pequeños llorando y maltratados (…). No se nos informó que el agua de la ducha y de la llave interior era del propio río: hubo más de uno que debió darse un buche de aquello hasta que descubriera la caja de agua afuera», evoca el campista.
«No se ofertó en esa angustiosa semana para los niños, que eran la mayoría y por los que nos sacrificamos, un helado, un dulce, una galletica, nada. Recreación bastante mala (…), pero nada de atracción para los niños, solo un parque con dos o tres hierros viejos», se duele.
«La piscina —añade—, los tres primeros días con un agua estancada y sucia del río. Ya el cuarto día la limpiaron y quedó como debía ser. Cerveza Cristal, Bucanero y ron por divisa y casi siempre calientes. La oferta en el restaurante bastante mala: solo dos días dieron pollo y un día ofertaron arroz con pollo, pero parece que aguantaron al pollo, lo sumergieron en el arroz y lo volvieron a sacar; el potaje, con cinco libras deben hacer la oferta de cien personas… Un día ofertaron puré de papas con estas en mal estado, y unas papas fritas que las frieron a las 3:00 p.m. y las sirvieron a las 9:00 p.m. (¿?)».
Existe televisor en casi todas las cabañas, pero no se ve la televisión si no llevas tus memorias o DVD o cajita; no coges (la señal de) la cajita. «Eso no lo explican en el Buró de Información… En fin, creo que Ulises pasó menos en la Odisea», ironiza el camagüeyano.
No es este, digámoslo con sinceridad, un «filme» nuevo. Se trata de una triste reposición del verano, que a estas alturas no sorprende a muchos; pero a otros nos sigue alarmando, toda vez que el Campismo Popular es la opción disponible al bolsillo mayoritario de nuestros trabajadores. ¿Cuándo tendrá, en todas sus instalaciones, la calidad que merece?