Acuse de recibo
El 26 de abril reflejé dos quejas sobre desafueros sonoros en sitios diferentes del país, que no son más que un botón de muestra de la generalizada impunidad hiperdecibélica que está haciendo de las suyas.
La primera la hizo Mildred Rosales, al criticar que en el círculo social de El Cobre, Santiago de Cuba, ponían música a volumen muy elevado, sin valorar que es un área abierta, rodeada de viviendas, de un cuerpo de guardia y de un hogar materno.
Contaba que habían hablado con el administrador del círculo social, lo planteaban en las asambleas de rendición de cuentas y elevaron cartas al Partido y a la Dirección de Gastronomía. Pero no se solucionaba el problema.
A esa demanda responde José A. Mora Despaigne, vicepresidente del Consejo de la Administración Municipal (CAM), quien contactó con vecinos y representantes de la comunidad, como el presidente del consejo popular, el delegado de la circunscripción y la presidenta de la zona de defensa.
Y tales representantes dijeron que Mildred tiene «razón en parte», pues «hace unos meses» el audio se ponía con un volumen alto, pero «se tomaron medidas organizativas y preventivas para resolver la situación».
La presidenta del Consejo de Defensa afirmó que la policía del poblado levantó dos actas de advertencia al administrador del círculo y al dueño del equipo de audio. «Se comprobó además —agrega— que no ha existido malestar ni insatisfacción por el personal de las dos instalaciones de la salud».
Precisa que el vicepresidente del CAM que atiende los Servicios indicó a la dirección de la Empresa de Gastronomía darle seguimiento al asunto mediante fiscalización y controles sistemáticos, para que no se repitan tales hechos. Y, finalmente, informa que el presidente del Consejo Popular le informó a Mildred las acciones acometidas.
Agradezco la respuesta, y me quedan unas dudas: ¿cuándo fue que se tomaron las medidas, antes de que ella escribiera o después de publicada la carta? ¿Por qué no habían resuelto el asunto, al punto de que ella se vio precisada a escribirnos? ¿Por qué, junto a los «factores» de la comunidad, no se entrevistó también a la testimoniante, un «factor» decisivo?
La segunda denuncia la hizo desde la ciudad de Trinidad, Ramón Zayas Montalbán. Él relataba que un bar de Palmares cercano a su casa contamina la cuadra con altos decibeles día a día, aparte del ruido de los vociferantes que acuden a ese local sin condiciones, muy pequeño y sin techo...
Decía que habían acudido al Gobierno municipal, el Citma, Palmares y la Delegación del Turismo, entre otros. Y sentenciaba: «Lo que en este caso nos aterra es la falta de acción y la insensibilidad de los factores que deben intervenir».
Al respecto, responde Nitza Rodríguez Ramírez, jefa de la Oficina de Atención a la Población de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Trinidad, que la sucursal de Palmares evaluó los niveles de ruido y contaminación acústica, de conjunto con un profesor de la Universidad de Santa Clara, y determinó los decibeles permisibles a trabajar en este tipo de instalación.
Añade que para lograr una mayor insonorización se montaron en los accesos a la instalación puertas de cristal. Y se instaló un compresor de sonido al equipamiento de audio, para evitar picos de señales sonoras superiores a los deseados. Además, se retiró parte del equipamiento de audio con el que se trabaja (bafles y micrófonos), y se dejó solo un bafle redireccionado a referencia y un micrófono para la voz principal.
Refiere Nitza que se realizó una reunión con todos los trabajadores de la instalación, así como con DJ y agrupación musical, con el objetivo de concientizar sobre la necesidad de una cultura ambiental sonora.
Siempre agradezco respuestas, aunque no dejo de preguntarme por qué quienes antes de publicarse la denuncia aquí tenían toda la potestad y la autoridad para cortar de raíz un mal —sobre todo el Gobierno municipal—, vienen entonces después de revelado el asunto a responder y a tomar medidas.
Hay que prever y anticiparse a las denuncias, no venir detrás de ellas a enmendar la plana. El país tiene una deuda con los saturados oídos de los ciudadanos.