Acuse de recibo
Con solo 19 años, y estudiando 2do. año de Medicina, Yoel Hernández Santana (calle B, edificio 32-10, apto. 4, entre 14 y 15, reparto Previsora, Camagüey) es un fervoroso y convencido donante voluntario de sangre. Y sus entregas las hace en el policlínico de su barrio, solo pensando que alguien desconocido será salvado.
Confiesa el joven que nunca falla en su gesto solidario, pues incluso hace recordatorios para que, cada tres meses, le avisen de la donación. Y este mes le tocaba el 11, pero cambiaron el día; por lo cual, de las fechas disponibles para donación, escogió el 26.
Esa mañana fue al local, y estaba cerrado. En la tarde le contó lo sucedido a un amigo que trabaja en el policlínico, y este le informó que habló con la enfermera encargada de donaciones, quien le dijo que no se habían hecho las mismas, porque el policlínico ya había cumplido el plan del mes.
El amigo de Yoel le preguntó a la enfermera que si acaso no era mejor sobrecumplir el plan propuesto para el mes; y ella respondió que no, pues con las que se sobrecumplía, se le asignaban a otro policlínico y no al propio. Y así ellos no podían ganar la emulación.
«Me gustaría saber si las donaciones de sangre se crearon con el objetivo de emular, o fue con el gran fin de mejorar la calidad de vida o incluso salvar la de muchas personas», señala. «¿Es ético dejar plantados y totalmente desinformados a donantes de sangre voluntarios? No era yo solo. Había varias personas esperando para lo mismo. ¿Los que necesitan transfusión también entran en la emulación?».
Yoel cuenta que el tío de una amiga suya, ingresado en el Hospital Provincial Manuel Ascunce Domenech, el mismo 26 de abril necesitó una transfusión. Y para poder transfundirlo no fue fácil, aunque al final se logró.
El joven manifiesta que, de no haberse resuelto la transfusión, habría que culpar a alguien «que quiere competir en la emulación del mes». Y sería algo sin justificación y explicación, en un país que trata por todos los medios de que cada uno de sus ciudadanos tenga al menos lo esencial para una buena calidad de vida.
«Ya sé —apunta— que en mayo la donación es el 10 o el 11. Y no dejaré de ir a la primera, no vaya a ser que me quede sin donar por la competencia de otros».
Mario Félix Rodríguez Tamayo (San Gabriel 567, apto. 2, esquina a Salvador, Cerro, La Habana) tiene constancia de que la honestidad puede estar a la vuelta de cualquier esquina o de cualquier llamada, en un desconocido.
Refiere el remitente que el 27 de abril un familiar se dispuso a enviarle una recarga telefónica de 20 CUC desde Estados Unidos, para poder aprovechar la oferta especial de bono. Y al hacerlo equivocó un número de su móvil y le puso la misma a alguien.
El familiar le preguntó si había llegado, y Mario Félix le explicó lo sucedido. Aquel rectificó el teléfono, para constatar que se había equivocado en un número. Casi por inercia, Mario Félix envió un mensaje al teléfono del beneficiado, informándole que la recarga era para él. Y no recibió respuesta.
Su sorpresa fue al cabo de una hora, cuando recibió una transferencia de los 20 CUC íntegros de la recarga. El bono no lo recibió, porque es intransferible; pero felizmente él sospecha que, de ser posible, lo hubiera reenviado también.
La persona que obró con tanta decencia es Fidel Regino Rodríguez Alfonso, y Mario Félix le está eternamente agradecido. «No lo conozco —afirma—, pero es un hombre honrado. No hace falta haberlo visto para saberlo. Ojalá todos fuéramos como él», concluye el lector.