Acuse de recibo
El doctor Carlos Manuel Rodríguez García, residente en Bloque 1, apto. 4, en el reparto Aeropuerto, de la localidad villaclareña de Caibarién, cursa su especialidad en la ciudad de Santa Clara. Y como desde aquel municipio no parten viajes oficiales de ómnibus hacia la cabecera provincial, las personas tradicionalmente se han trasladado en las guaguas de Transmetro que transportan a los trabajadores del polo turístico Cayo Santa María hacia y desde Santa Clara.
Y fue costumbre que los choferes de Transmetro, tanto cuando los ómnibus circulan vacíos como cuando vienen con pocos trabajadores hoteleros, recojan a pasajeros en la zona hospitalaria y en las distintas paradas y puntos de recogida, facilitando así la vida de todos los que estudian y trabajan en Santa Clara.
Como si fuera poco, esos ómnibus les cobraban a los pasajeros «agregados» la mitad de las tarifas que exigen los camiones particulares, por demás incómodos y menos seguros, además de escasos.
Pero desde el 6 de agosto, señala el doctor Carlos Manuel, sin que se sepa el porqué, los inspectores de Transporte prohibieron a esos choferes recoger pasaje.
«Es muy duro llevar varias horas bajo el sol de agosto, señala el doctor, después de laborar durante ocho horas o más en un hospital y ver cómo pasan por tu lado siete u ocho guaguas con tres, cinco y ocho pasajeros, como las vi pasar el lunes 8 a las 12:35 p.m., después de salir de una guardia de 24 horas; y dejar botadas a más de 60 personas que intentábamos llegar a nuestras casas.
«A mi modo de ver, esto es una arbitrariedad que no beneficia a nadie, pero puedo estar equivocado. Ayúdenme a entender esta situación», afirma Carlos Manuel. Y este redactor tampoco entiende por qué, con tantas dificultades de transporte, se prohíbe la solidaridad en la vía.
El pasado 4 de agosto, Jorge Álvarez Rey (Sur 29, entre 8 y 10, Guanabacoa, La Habana) intentó llevar a su hijo al Planetario de La Habana Vieja. Y cuando llamó por teléfono a ese centro para hacer una reservación, le dijeron allí que ya la población no puede reservar.
Es decir, explica Jorge, que solo lo pueden hacer las escuelas e instituciones y organismos del Estado.
«Todavía me pregunto —expresa Jorge— qué pionero habrá visitado la instalación durante los meses de julio y agosto». Y dice que quisiera saber en qué se han basado para tomar tal decisión.
El pasado 16 de junio, Felipe León Canals alertaba aquí que de los ómnibus urbanos de la terminal Calvario, de la capital, estaban desapareciendo los tubos de los pasamanos, al extremo de que los pasajeros tenían que hacer malabares para viajar en su interior.
Felipe cuestionaba si la administración de dicha terminal no se percataba del «canibalismo “guagüeril”», pues, según otros pasajeros, los tubos se los robaban para vendérselos a los fabricantes de muebles. Y denunciaban también que los cristales de las ventanillas se sustraían para la confección de puertas y ventanas.
Al respecto responde Juan Julián Caballero Martínez, director general de la Empresa Provincial de Transporte de La Habana, que «es cierto que en la UEB Calvario existían cuatro ómnibus con problemas en los pasamanos, pero el equipo técnico de dicha unidad le dio solución a ese problema».
Agrega que, no obstante, se elaboró por parte de la Empresa un programa de recuperación y reparación capital, con el objetivo de solucionar ese problema no solo en la UEB Calvario, si no en el resto de las unidades, para el segundo semestre del año.
Y afirma que «cuando un recurrente presente una queja sobre estos temas, nos personifique la ruta y el número del ómnibus, lo cual nos posibilita tomar las medidas correspondientes, así como esclarecer con mayor precisión y especificidad estos hechos».
Agradezco la respuesta, pero lamento que no se explique el porqué se llegó a convivir con ese fenómeno tan desmoralizante en la terminal Calvario. ¿Qué hacía la Dirección de la UEB, al extremo de que los ómnibus circulaban así, y la denuncia de un pasajero ha sido el detonante? ¿Qué van a hacer después del programa de reparación y recuperación? Si no se imponen el rigor, el respeto y la disciplina, podrían desaparecer de nuevo los pasamanos y otros componentes.