Acuse de recibo
Hay casos que, por su excepcionalidad, requieren una mirada muy profunda y comprometida, y una atención esmerada de las instituciones estatales. Hay gente que, en su vulnerabilidad, necesita de un plus.
Mayelín Fernández Cruz (edificio 2, apartamento 02, Las Quinientas, Juraguá, Abreus, provincia de Cienfuegos) tiene un hijo de cuatro años de edad que nació con la rara y grave enfermedad genética de West, la cual le ha provocado un autismo secundario, retraso mental severo y atrofia retinar progresiva.
Tal enfermedad requiere un estricto régimen de medicamentos, como el valproato de sodio, debido a las constantes convulsiones que experimenta, pero que al mismo tiempo le pueden provocar depresión, ceguera, reacciones paranoideas, llevarlo a un estado vegetativo y hasta provocarle la muerte. En Cuba hay pocos casos de ese padecimiento, los cuales implican cuidados permanentes.
El pequeño, que fue diagnosticado en el Instituto Nacional de Neurología y en el Centro Nacional de Rehabilitación Julio Díaz, vive con su madre y abuela en la comunidad Las Quinientas, a 32 kilómetros del centro asistencial especializado vinculado con su rehabilitación.
En Las Quinientas, precisa Mayelín, después de las cuatro de la tarde no hay médico, y el centro más cercano de emergencia se encuentra a cuatro kilómetros. Tampoco hay un transporte para una urgencia del pequeño. Además, la escuela que requeriría el niño en un futuro es especial, y se encuentra en la cabecera municipal.
Ademas, la única posibilidad para asistir a los turnos médicos en La Habana es el Medibús. Y como viven tan apartados, no pueden acceder a él, porque su salida es a las cuatro de la madrugada, y ellos no tienen como trasladarse a esa hora. Tampoco ha podido beneficiarse con la legislación que protege a las madres con hijos con discapacidad severa.
Infructuosamente, Mayelín ha hecho los trámites pertinentes en diferentes instancias de la provincia de Cienfuegos. Ella alega que necesita una vivienda en la ciudad cabecera para que su hijo reciba la atención de salud adecuada y la educación especial. Y requiere también una valoración de su caso tan delicado por Asistencia Social.
Una situación similar presenta la niña de dos años y tres meses Virgen Daniela Cabrera Garcés, sobrina de Ernesto Garcés Leiva, residente en avenida 14, casa 14, reparto Transformador, en Baire, municipio santiaguero de Contramaestre.
La sobrina padece también el síndrome de West. Convulsiona hasta cinco veces diarias, no ve, no camina, no habla y apenas se mueve.
Son una familia muy humilde, explica, y refiere que aunque el caso es conocido en todo Baire, prácticamente no reciben ninguna ayuda estatal. No cuentan ni siquiera con una batidora, aun cuando la muchachita solo consume alimentos licuados.
Ernesto se pregunta por qué el Gobierno local no se ha interesado por ese caso. «¿Hasta dónde podrá llegar la niña? No lo sabemos. Solo sabemos sus padres y demás familiares que nosotros solos no podemos, por mucho que queramos, darle un mínimo de condiciones para que, en medio de su desgracia, viva un poquitico mejor», concluye.
José Alberto Iser (66 A, No. 29F14, e/ 29 F y 31, Playa, La Habana) opina que con la aguda sequía que nos azota, hay que extremar las medidas contra el despilfarro de agua.
Por eso, le resulta inexplicable que en la misma esquina de 66 B y 29 F, en Playa, se pierdan diariamente cientos de galones por el enorme salidero que brota impunemente hace unos tres meses.
Según los vecinos, fue reportado, pero cuando vinieron a revisarlo dijeron que se necesitaba un martillo neumático para abrir ese punto. «Hasta ahí lo que conozco por referencia, pues no vivo precisamente por esa esquina. Y desde que existe el salidero, el abasto de agua a las viviendas ha perdido fuerza. ¿De quién es la responsabilidad de esa reparación, que urge sin dilaciones?», se cuestiona el remitente.