Acuse de recibo
Lourdes de los Santos Matos (Calzada 856, apto. 4, entre 4 y 6, Vedado, La Habana) alerta sobre un fenómeno contrastante, en un país con tantos problemas de vivienda: casas y edificaciones de organismos estatales cerrados y abandonados, mientras hay familias con serios problemas habitacionales.
Refiere Lourdes que en calle 4 No. 204, entre Línea y 11, en el Vedado, hay una vivienda cercada y en pésimo estado constructivo desde tiempos inmemoriales, perteneciente al Ministerio de Salud Pública (Minsap).
Dicha edificación la han intentado reparar varias veces, señala, y la vuelven a dejar abandonada «para ser pasto de mosquitos, ratas y cucarachas; además de que constituye un peligro por su colindancia con una ciudadela habitada por muchos vecinos».
Alerta Lourdes que en calle 2 No. 353, entre 15 y 17, en el propio Vedado, existe otra vivienda que formaba parte de un complejo de casas de visita del Minsap. A las otras dos edificaciones les cambiaron su objetivo y ahora pertenecen a entidades de la Medicina, pero la del 353, que les queda enfrente, está cerrada y abandonada, destruyéndose poco a poco.
Es imperdonable, subraya Lourdes, que con tan agudos problemas habitacionales que hay, cuando incluso núcleos familiares tienen que ser albergados por haberse caído sus casas, permanezcan estos lugares cerrados y abandonados, cuando cediéndolos al fondo de viviendas podrían ser aprovechados, previa reparación, para resolver problemas sociales.
Esta vez se menciona a Salud Pública, pero ningún organismo e institución escapa al llamado de la lectora.
Este redactor más de una vez ha alabado cuando una institución cede inmuebles y locales para reacondicionarlos en viviendas que necesitan las familias. Y también ha señalado que es tan voluminoso el espacio de oficinas y oficinas que desbordan la ciudad, que bien pudiera hacerse un censo al respecto y exigir que quien no mantenga ocupado un local o edificación, tenga que entregarlo para satisfacer problemas habitacionales.
Alejandro Cumberbatch (Tulipán 1010, apto. 113, entre Loma y 47, Plaza de la Revolución, La Habana) sufrió el pasado 28 de marzo una fractura de cadera por una caída y fue trasladado al Hospital Ortopédico Fructuoso Rodríguez, de la capital.
En medio de tantos dolores, recuerda, llegó sin hacerse esperar la asistencia del especialista de guardia, un extranjero. «Aprecié en sus palabras y profesionalidad, señala, una formación con rigor y humanismo». Después de las correspondientes investigaciones, el galeno precisó: Hay fractura de cadera; debemos ingresarlo para operar.
«Pasando por los trámites de admisión, me ubicaron en el segundo piso, sala E, cama 8. Luego de todo el rigor preoperatorio, fui intervenido el 2 de abril. El área de fractura fue sustituida por una prótesis bioarticular, bien costosa por cierto, pero gratuita en Cuba.
«Al día siguiente, a las 6:30 a.m., ya el fisioterapeuta estaba sentándome y valorando mi evolución, satisfactoria en su opinión. El sábado 4 de abril fui dado de alta, después de haber apoyado el pie en el piso del hospital.
«Es mi deseo transmitir el agradecimiento por todas las atenciones recibidas en ese centro hospitalario. No recuerdo todos los nombres, pero sí el de Ian Michel, el enfermero. Para ser tan joven, tiene una profesionalidad increíble, al igual que la enfermera que cada vez que pasaba daba una explicación sencilla ante cada pregunta que se le hacía.
«Recuerdo a la doctora Giselle, al cirujano Frades, a la anestesióloga, excelente consejera en un momento tan crucial para el paciente. Recuerdo la matutina presencia del fisioterapeuta y las pantristas. Y al camillero, que tanto nos apoyó.
«Ese colectivo no solo salva vidas, que es lo más importante, sino que lo hace con amor, lo que tanto necesita el paciente», concluye.