Acuse de recibo
Desde la ciudad hay que defender las buenas causas del campo. Por eso, Joel Sierra Pérez (calle Ermita No. 30, entre Conill y Santa Ana, Plaza de la Revolución, La Habana) cuenta lo sucedido a su hermano Julio Sierra Pérez, pequeño agricultor de la cooperativa Camilo Cienfuegos, radicada en la zona de Manacal, en el municipio villaclareño de Manicaragua.
El 17 de octubre de 2013, y por medio de la cooperativa, Julio vendió varias reses a la Empresa Agropecuaria El Hoyo, de Manicaragua; pero esta es la fecha en que aún no se las han pagado.
Refiere Joel que Julio ha hecho varias gestiones con la dirección de la cooperativa y con la empresa que efectuó la compra, «pero siempre es la misma respuesta de esta última: que no tiene dinero para pagarle».
Con sobrada razón, piensa Joel que el problema de los impagos a los campesinos, denunciado fuertemente por la dirección del país, todavía pervive como una vergüenza.
«¿Quién entiende que alguien pueda comprar algo sin tener dinero para pagar? Mi hermano no puede llegar a la tienda o al mercado y comprar lo que necesita para continuar produciendo para el país, y decirles “les pago cuando tenga dinero”. Seguro que no se lo permitirían, y es lo correcto.
«¿Por qué entonces otros se dan el lujo de hacer lo que quieren con el sudor de un trabajador que está cumpliendo con sus deberes con el país?».
Otro tanto sufre Yordan Castillo Gallart, campesino del barrio La Estrella, del tunero municipio de Amancio, por el incumplimiento de los deberes de la Empresa Agropecuaria Amancio Rodríguez, que no le ha pagado una venta que le hizo de ganado mayor.
Precisa Yordan que el 27 de enero pasado formalizó con la mencionada entidad estatal un contrato por la venta de 46 cabezas de ganado vacuno, ascendente a 58 058,39 pesos.
A tal efecto, firmaron él y el representante de la empresa dos facturas: una correspondiente a la venta de 17 cabezas de ganado, por la suma de 17 953,48 pesos; y la segunda equivalente a 40 104,91 pesos, por 29 cabezas.
«Ya han pasado más de 70 días —alerta—, y la Empresa Agropecuaria Amancio Rodríguez no amortiza la deuda que contrajo conmigo. El atraso provoca demoras en el pago que tengo que hacer al Banco por concepto de un crédito, cifra que crece al incumplir yo la liquidación de lo convenido».
Considera Yordan que el incumplimiento de la entidad viola el marco jurídico del contrato firmado por ambas partes y pone en tela de juicio la seriedad de esa empresa para formalizar compromisos legales, independientemente de los perjuicios que ocasiona a su economía personal.
«¿Hasta cuándo los campesinos seguiremos sufriendo desmanes e incumplimientos de esta índole?», manifiesta indignado Yordan, consciente de que con el campo y el alimento del pueblo no se puede jugar irresponsablemente.
Uno se pregunta también hasta cuándo se permitirán tan impunes incumplimientos de las empresas agrícolas estatales, ya advertido tantas veces el daño que provocan al desarrollo y avance de nuestra agricultura y sus transformaciones, así como el perjuicio y la desconsideración que representan tales indisciplinas para el bienestar y la estabilidad del hombre que riega la tierra con su sudor.
¿Qué dicen la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y el Ministerio de la Agricultura? ¿Cómo puede sobrevivir de modo tan mediocre una empresa estatal que no tiene dinero para cumplir con sus obligaciones? ¿Qué les sucede a los «malapaga» o qué no les sucede? Entonces, ¿qué se les va a pedir y exigir a los pequeños agricultores? Así, no podrán llegar el estímulo y la prosperidad a nuestros campos.