Acuse de recibo
Desde la comunidad de Téneme, en el municipio holguinero de Frank País, Nicolás Torres Acosta denuncia, en nombre de los pobladores, la contaminación a la que está sometido el río homónimo, por la acción irresponsable de ciertos choferes que no encuentran resistencia en las autoridades.
Explica Nicolás que los habitantes de Téneme se sirven, para sus necesidades, de las aguas del río. Por eso presencian con indignación cómo esos choferes lavan los vehículos en las propias aguas que, luego, los lugareños deben utilizar ya contaminadas de desechos químicos.
Asegura el remitente que hace algún tiempo denunció esta barbaridad en Atención a la Población del Gobierno municipal, en el Consejo Popular y hasta con el Cuerpo de Guardabosques. Pero nada se ha resuelto. Allí sigue la corriente transportando natas de irresponsables aceites y petróleos.
¿Qué esperan las autoridades locales para hacer valer la autoridad que depositó en ellas el pueblo?
Sonia López Laza se pregunta dónde están las frazadas de piso. Porque, la verdad, nadie puede entender que un producto tan imprescindible para el hogar, garantía de la higiene y la limpieza, se haya escabullido de todo el comercio de La Habana, ya sea en CUC o en CUP.
«Hace tiempo estoy buscando una frazada de piso, que vale 20 CUP, y que también venden en 0,80 CUC en las tiendas en divisas. Pero no aparecen por ninguna parte. No sé qué me voy a hacer para limpiar mi casa. El 23 de mayo las estaban vendiendo en el mercado de 17 y K, en el Vedado, a ¡30 pesos!».
La inquietud de Sonia seguramente la comparten muchos lectores, y urge que se brinde una explicación de cuál es la causa: si problemas en la producción o en la distribución, si acaparamiento de los revendedores...
Lo que ha de perderse, siempre, son los silencios y misterios, pero se logrará abriendo puertas a la información ágil sobre este y otros productos básicos que falten en el comercio minorista. Así, los consumidores podrán saber hasta dónde las escaseces son reales e imponderables, y hasta dónde son ficticias e hijas del descontrol, el cambalache y la especulación.
Francisco Gutiérrez nunca olvidará a aquel señor que, tarde en la noche del 9 de mayo, en una calle de la ciudad de Trinidad, lo montó en el pequeño auto Fiat Polski que manejaba, cuando él apenas se podía mantener en pie, sostenido por su esposa, por el dolor en el pecho.
El socorrista improvisado los trasladó al Hospital Municipal de Trinidad. Y estuvo con Francisco, como si fuera su hermano, hasta que los médicos atendieron a este. Entonces, el desconocido se comunicó, mediante su celular, con el hijo del enfermo.
Francisco se salvó gracias a la esmerada atención de los doctores Duber y Shociro, y del enfermero Felipe, que lo recibieron en Urgencias; y luego el cuidado en la Sala de Terapia Intensiva. Como si fuera poco, cuando ya estaba ingresado en esta última, el salvador volvió por allí a visitarlo, y a preocuparse por su salud.
Por un pequeño olvido, ni Francisco ni sus familiares atinaron a preguntarle el nombre al socorrista. Pero, ya recuperado, el remitente quiere agradecer la esmerada atención del hospital, y me ruega que publique su dirección: Edificio 14, apto. 11, en el reparto Armando Mestre, de la ciudad de Trinidad. Su teléfono también: el 99-3465. Para que el salvador deje de ser un desconocido y poder brindarle su amistad y gratitud.
Al final, la lección de esta historia es que el apoyo incondicional y la solidaridad andan agazapados por ahí, y pueden llegar una noche oscura y solitaria en un viejo auto o en la sala de un hospital. Lo cierto es que en Cuba, nadie se muere en la calle.