Acuse de recibo
Para que un delegado del Poder Popular acuda a esta sección, tiene que estar «pidiendo el agua por señas», naufragando en la insolubilidad y desatención de los problemas. Cómo si no, es que lanza un S.O.S. desde la Cooperativa San Vicente s/n, en Viñales, Pinar del Río, el delegado de la circunscripción 43, Juan Orges González.
Cuenta él que hace unos tres años se cerró la lavandería del hotel Rancho San Vicente, pero dejaron abandonada, y llena, la bala de gas de una tonelada y media de capacidad que la abastecía. La misma constituye un motivo de zozobra para la comunidad, pues no tiene custodio, y por encima de ella pasan las líneas eléctricas de alto voltaje.
El delegado lleva un año denunciando este peligro en cuanta reunión participa, y ante las autoridades municipales y provinciales. Pero la bala sigue allí, como «una bomba de tiempo».
Según el remitente, la respuesta del vicepresidente del Consejo de la Administración Provincial (CAP) fue que la dirección de Turismo en la provincia es quien tiene que coordinar con las instancias nacionales, pues en Pinar del Río no cuentan con un carro especializado para extraer el gas.
Mientras tanto, el lector se pregunta hasta cuándo permanecerá olvidada allí la bala.
Siguen llegando quejas acerca de lo que los viajeros de ómnibus nacionales califican como una arbitrariedad en el precio de los pasajes hacia tramos intermedios.
Adel Batista Moreno (Edificio B-18, apto. 5, reparto Antonio Maceo, Santiago de Cuba) cuenta que su esposa viaja con frecuencia a Velasco, poblado entre los límites de las provincias de Holguín y Las Tunas; y para ello utiliza el ómnibus que rinde viaje entre Santiago y Puerto Padre.
Tradicionalmente, el pasaje desde Santiago de Cuba hasta Velasco costaba 46 pesos. Pero el 7 de enero, cuando Adel fue a sacar el pasaje en el Centro Único de Reservaciones de Santiago, la empleada que lo atendió le informó que, aun cuando se apeara en Velasco, tenía que pagar 54 pesos, como si fuera hasta Puerto Padre.
«No lo veo nada razonable —apunta—, ya que ese ómnibus tiene que detenerse en Velasco, adonde deja y recoge pasaje. Necesito me expliquen las razones, pues no tiene lógica; a no ser el interés de recaudar dinero...».
Hay rincones de Cuba que pueden sorprender. Eso le sucedió a Edita Mustelier (calle 1ra. No. 553, apto. 15, entre 8 y 10, Vedado, La Habana), cuando recientemente visitó junto a su esposo a unos amigos en la localidad holguinera de Frank País.
«Durante la estancia allí —refiere— nos quedamos muy impresionados y felices por ver cómo se desarrolla ese pueblo. Allí las instalaciones estatales parecen nuevas, porque están bien cuidadas, limpias y pintadas. Y sus trabajadores tratan al público con esmerada atención y cariño.
«El policlínico tiene una limpieza extrema, y con sus enfermeras siempre elegantemente vestidas. Los trabajadores de la Salud tratan a los pacientes con una sonrisa que es digna de resaltar.
«Todos los domingos hay una Feria con gran cantidad de productos industriales y agrícolas, a un precio aceptable para la población. Los centros educacionales están bien cuidados y con jardines sembrados que alegran el ambiente.
«Asombra ver qué bien se expresan cuando hablan y con qué orgullo se refieren al desarrollo que están logrando.
«Por todo ello —concluye Edita—, es que quiero enviarles una felicitación al Gobierno y al pueblo de Frank País».
Este redactor se une al reconocimiento, porque solo la virtud y el orden nos salvarán. Hace falta que unos cuantos se den una vueltecita por Frank País, para descubrir cuál es la fórmula.