Acuse de recibo
El pasado 23 de febrero denunciaba aquí el lector Manuel Álvarez que en la farmacia de Alameda 71, en la ciudad de Pinar del Río, había a las 2:25 p.m. del 21 una caldeada cola de clientes. Solo una empleada atendía el mostrador, con lentitud; aun cuando hacia el interior había otras más, en tareas de papeles y controles.
Manuel logró comprar a las 3:20 p.m. Y en esos 55 minutos captó muchos detalles: el teléfono de la farmacia sonaba reiteradamente y nadie lo atendía. Una de las empleadas al fondo salió al mostrador a conversar con una amiga que la llamó. Manuel preguntó: ¿Quién atiende el teléfono? La empleada no le respondió y se retiró de nuevo al interior.
Manuel le preguntó a la empleada que despachaba que quién atendía allí el teléfono, y por qué si había varias trabajadoras solo ella vendía. La mujer se encogió de hombros e hizo un comentario vago, algo así como «figúrese».
En la espera, Manuel leía reiteradamente una consigna estampada vistosamente en la pared: «El esfuerzo por la excelencia en nuestros servicios farmacéuticos será tenaz y profundo».
Al respecto, responden el doctor Luis A. Sarmiento, director general de la Empresa de Farmacias y Ópticas de Pinar del Río; y la doctora Maricel Marín, directora de Salud en esa provincia. Precisan que luego de que el denunciante fuera entrevistado, se realizó una reunión con el personal de la farmacia, con discusión abierta de lo allí sucedido.
Refieren que a la administradora de la unidad, quien no estaba allí al momento de los hechos por tareas justificadas, se le aplicó la responsabilidad colateral, por insuficiencias en las medidas de control y organizativas. Se le demovió temporalmente a un cargo de inferior categoría por el término de seis meses y el salario correspondiente al mismo, sin derecho a recibir estímulos adicionales.
De la Directora Técnica en funciones, señalan que «por su actuar negligente y falta de exigencia favoreció que en ese momento hubiera una sola dependiente atendiendo el mostrador, y posteriormente otra que se incorporó tarde, lo que generó la demora y el maltrato al paciente que emite la queja y demás usuarios».
También revelan que la Directora Técnica fue quien en un momento salió a saludar a una amiga al mostrador, y al ser interpelada por Manuel, hizo caso omiso a su pregunta. No hizo nada para que las compañeras del turno y el resto de las trabajadoras de la unidad se incorporaran a atender a la población en los horarios pico, como está establecido. Por ello se le trasladó a otra plaza de menor remuneración por un término de un año.
A las dos dependientes del turno se les impusieron medidas de amonestación pública: a una por llegada tarde a su turno de trabajo, y a la que atendió a Manuel, por no saber dar una respuesta adecuada a la interrogante sobre la atención al teléfono en la unidad.
Del análisis, precisan, se le retiró a la unidad la condición de Colectivo Moral que ostentaba. Y se está realizando un proceso de discusión con todos los trabajadores de farmacias en la provincia, acerca de deficiencias como esa, que afectan la calidad de esos servicios.
Agradezco la respuesta y las medidas. La historia evidencia que la exigencia y el óptimo servicio andaban mal allí y negaban la condición de Colectivo Moral que ellos ostentaban. Y se negaba así la consigna que mostraban en la pared.
Lo importante es demostrar con hechos, sin tanto alarde de palabras inflamadas. Lo esencial, más allá de las sanciones tomadas, es preguntarse qué debilidades y problemas de raíz generan esos desmanes. Si no hubiera inconformes y batalladores como Manuel, ¿esa farmacia no seguiría siendo Colectivo Moral? ¿No se repetirían tales escenas?