Acuse de recibo
Mauricio Acosta (Mirasol 57, entre Real y Sánchez Gómez) escribe en nombre de los pobladores de la localidad de Barreras, en el capitalino municipio de Guanabacoa, quienes están disgustados por una decisión que consideran unilateral e injusta.
Refiere el remitente que alguien acordó que la papa, el arroz y otros productos liberados no se distribuirán más en Barreras, y ellos no saben la razón que sostiene esa medida tan impopular, ni tienen respuesta aún a sus inquietudes.
Mauricio sostiene que es absurdo privar de esos productos a un poblado de casi 3 mil habitantes, ubicado a 12 kilómetros de la cabecera municipal, y sin transporte que garantice la movilidad de las personas hacia los sitios donde se abastece de esos alimentos. «¿Cómo los trabajadores los adquirirán, si llegan a su casa sobre las cinco de la tarde?», pregunta él.
Y vaticina el denunciante que tal medida podría promover que quienes no trabajan ni aportan a la sociedad, se aprovechen de la situación y establezcan un corredor comercial, viajando hacia Guanabacoa y otros sitios y «abasteciendo» ellos la localidad de esos productos a precios de lucro.
«El trabajador, entonces, tendrá que pagar los precios impuestos por ellos», sentencia Mauricio.
Alejandro González (Edificio 12 plantas 3, Piso 11, apto.6, Carretera Central y Circunvalación, Santa Clara) está impactado por la grandeza de quienes día a día salvan las vidas de nuestros niños. Lo vivió en carne propia.
Relata el lector que su hija de 38 días de nacida estuvo muy grave, ingresada en la unidad de Cuidados Intensivos del hospital pediátrico provincial José Luis Miranda, de Villa Clara.
Y la pequeña se salvó gracias a la profesionalidad, la dedicación, el amor y la humanidad de tantas personas. Alejandro estaba tan desesperado por esos días, que ahora lamentablemente no recuerda los nombres y cargos de quienes batallaron por la vida de su pequeña.
«Mi corazón —proclama— siempre estará con ellos».
Mayra Díaz (Estrada Palma 411, entre Marina y Naval, Casablanca, Regla, Ciudad de La Habana) ya no sabe qué hacer. Refiere que en el jardín de su vecina hay un árbol grande. Y los cables de la electricidad que alimentan su casa y otras dos más están enredados en las ramas del mismo.
El pasado 24 de septiembre ella llamó a la Empresa Eléctrica y habló con la operadora 140, en el teléfono 18888. Le explicó que cada vez que hay vientos y se mueven las ramas, ellos se quedan sin servicio eléctrico.
La operadora le dijo que llamara al 794-5746, y así lo hizo. Habló con una compañera que le orientó contactara a los tripulantes del carro de la Empresa y, si tenía un machete para que se auxiliaran, le solicitara a ellos que le cortaran la rama. Pero nada pudo, porque no podía someterse al albur de vigilar el carro.
El 13 de octubre llamó a las 3:05 de la tarde, y habló con Elba, quien le aseguró que lo reportaría. Mayra le solicitó el número de reporte, y le respondió que para podas no había tal.
Mayra esperó pacientemente… hasta que la reciente tormenta que cruzó la capital, precisamente por Casablanca, la dejó sin corriente como a muchos. Pero al siguiente día se percató de que los vecinos tenían el servicio y ella seguía sin él: el cable estaba enredado y partido en la rama, como ella lo previó.
Volvió a llamar a la Empresa Eléctrica y le arreglaron el cable, pero no quisieron cortar la rama. El 15 de octubre Mayra llamó al 794-5746, para reportar la dichosa rama. A las 12:35 p.m., cuando ella solicitó el número de reporte, la compañera Vivian le reiteró que no había para poda. El 21 de octubre volvió a llamar, y le volvieron a pedir nombre y dirección. «¿Para qué?», pregunta ella.
«Vivo sola con mi madre de 84 años, perdí a mi padre en marzo y el 19 de este mes a mi hermano, repentinamente. Los nervios los tengo a flor de piel, y ya no puedo más», concluye.