Acuse de recibo
«Benito Plasencia (Calle 98, No. 909, apto. 1, reparto Querejeta, Playa, Ciudad de La Habana) no comprende por qué el Banco Metropolitano (BM) lo está castigando, «cuando él ha sido cumplidor de sus deberes financieros y ciudadanos». Así comenzaba la historia de un recargo por negligencia ajena, publicada aquí el pasado 4 de marzo.
Contaba Benito que el 21 de mayo de 2007, la Surcursal 2412 del BM le elaboró el contrato del pago de su vivienda. Y no fue hasta agosto de 2009 que la 2412 trasladó dicho expediente, para que procedieran a los descuentos de la deuda, a la Sucursal 246 del municipio de Plaza, la cual atiende el centro de trabajo del deudor.
Para sorpresa del cliente, cuando comienzan a descontarle el pago de la casa en la 246, incluyen en él una multa de tres pesos mensuales como recargo, por un supuesto impago de 25 meses.
«El Banco Metropolitano —señalaba Benito— me responsabiliza con su propia negligencia en cuanto al atraso en el trámite del traslado entre sus dos sucursales, por no efectuar los pagos mensuales desde mayo de 2007 hasta agosto de 2009». Y alegaba: «Constituye una falta total de seriedad y profesionalidad que el Banco Metropolitano le aplique a un trabajador una multa por irresponsabilidad interna de esa entidad, cuando lo que debía aplicar es la responsabilidad material y medidas administrativas a los culpables, por el atraso en el traslado del expediente de una sucursal a otra».
Al respecto, en carta fechada el 23 de abril, responde Manuel A. Vale Marrero, presidente del Banco Metropolitano, que se tramitó la reclamación y quedó resuelta el 15 de febrero, antes de que fuera revelado el caso en esta sección. Y se le informó al cliente.
Aduce el directivo que «no dimos respuesta inmediata a ese periódico, aun después de determinar que el cliente no era el responsable del atraso, lo cual esperamos sepan excusar; pues necesitábamos realizar una investigación para despejar la negligencia en que incurrió la sucursal de 5ta. y 84, al tener durante más de dos años inmovilizado el crédito de Plasencia».
Agradezco la atención al caso y la solución del mismo, para beneplácito de Benito. Huelgan, además, las excusas por la demora: la historia se reveló aquí el 4 de marzo, y el 27 de abril ya estaba la respuesta en JR, luego de una investigación realizada por el BM.
Sin embargo, la respuesta me resulta incompleta pues esta sección no es un mero espacio de facilitación social, para recordar a cada quien lo que debe hacer. Junto a la enmienda justiciera —hemos insistido en ello muchas veces—, el lector espera siempre el balance analítico: ¿Por qué sucedió? ¿Quiénes fueron los responsables y quiénes debían controlar que no pasara? ¿Qué medidas se tomaron? ¿Cómo garantizarán que no se repita la indolencia de inmovilizar dos años el crédito del cliente, para luego castigarlo?
Benilde Omega Guibert (calle 184 No. 1313, Siboney, Playa, Ciudad de La Habana), cuenta que su hermano Juan Carlos ya estaba cansado de que su mal empeorara, y no se descubriera el origen… hasta que se apareció en el Hospital Calixto García, de la capital, el 16 de marzo de 2009.
Lo atendió el profesor De la Cruz, eminente urólogo, «quien de un solo vistazo, y haciendo derroche de sabiduría y experiencia profesional, fue capaz de hacer un diagnóstico certero de la enfermedad que le aquejaba».
La gratitud de Benilde comienza por ahí, y se extiende a las atenciones dispensadas por el equipo médico de Urología, que con la sabia guía del doctor De la Cruz, arrebató de las garras de la muerte a su hermano.
«Quiero que Cuba entera lo sepa, y darle un rotundo sí al doctor De la Cruz, a la doctora Karina, al doctor Santana, a la enfermera Eneida y a todos aquellos compañeros que nos tendieron las manos.
«Con su abnegación, profesionalidad y ética médica, le salvaron la vida. No hay nada en el mundo que pague tanto derroche de amor que ellos invirtieron en mi hermano», concluye Benilde.