Acuse de recibo
La respuesta diáfana es el broche que cierra cada historia. Aunque el demandante no tenga la razón, el esclarecimiento justifica el haber difundido la queja. Lo digo ahora que la doctora Marcia Noda, rectora de la Universidad de Holguín, despeja dudas sobre el caso de Anisley Torres, estudiante del sexto año de la Licenciatura en Comunicación Social en la Sede Universitaria Municipal (SUM) de esa ciudad.
El pasado 28 de octubre reflejé la carta de la joven: ella había cursado el primer año de Derecho en el curso 2004-2005, y solicitó cambio de carrera para Comunicación Social. Ahora, en 6to. año de esta última, aduce que no se puede graduar en el curso 2009-2010 porque en su expediente faltan las notas de Filosofía y Sociedad, y Redacción y Estilo, asignaturas del primer año que es tronco común de ambas carreras. Asegura que las examinó y la institución universitaria extravió la constancia.
Al respecto, precisa la Rectora que una comisión investigó el caso y analizó los documentos: expediente académico, control de vencimiento del programa, actas de comparecencia y calificación en el curso y Control horizontal de asistencia. Se comprobó que Yanisley no examinó ambas asignaturas, pues en las actas no aparece su firma como constancia de la comparecencia. Además, «los testimonios de los profesores: Doctor Ángel Luis Romero, de Filosofía y Sociedad, y la Máster en Ciencias Yusimí Borjas, de Redacción y Estilo, catedráticos de vasta experiencia y prestigio en la Universidad de Holguín, corroboran que nunca ellos examinaron en terceras convocatorias o convocatorias especiales a esa estudiante».
También señala que en los registros de asistencia de aquel curso se observa que a partir de los últimos días de mayo, Anisley no asistió a encuentros ni consultas, y fue por problemas de ingreso hospitalario al presentar algunos trastornos síquicos, fundamentalmente por la inadaptación a la carrera matriculada (Derecho), razón tenida en cuenta para aceptar el cambio de carrera».
Añade que Anisley y su mamá, Ángela Expósito, en reunión con la comisión «no pudieron aportar elementos que demostraran lo afirmado en la carta al periódico, reconociendo que fue un acto de inconformidad ante la información dada por la Secretaria Docente, de que tenía que graduarse el próximo curso y no este, para el cual se preparaba. La madre y ella reconocen que ese “olvido” está provocado porque fue sacada directamente de un hospital siquiátrico para que no perdiera su año».
Y puntualiza que, teniendo en cuenta la buena trayectoria de la alumna en el resto de los años cursados en Comunicación Social, se autorizó la realización de las pruebas en el presente semestre. «Con ello —concluye— se dio por terminado el caso con la conformidad de las partes, lo cual se hubiera realizado de igual manera si lo hubiera tramitado por los canales establecidos».
Iván Manso (San Andrés 112, Guanabacoa, Ciudad de La Habana) viajaba en el ómnibus 5191 de la ruta 5 el 19 de enero a las 2:00 p.m., cuando de improviso, varios pasajeros se percataron de que iba allí un niño de unos diez años, con evidentes problemas mentales. Y solo. Llamaba a su mamá constantemente.
El cubano es tremendo: dice Iván que todos comenzaron a tejer una red de preocupación y solidaridad. Y el chofer, a quien le dicen «el Nene», hizo como los capitanes de los barcos en peligro: asumió el asunto. Lo trajo junto a sí y lo calmó. Lo protegió como a un hijo, hasta que pudo entregarlo a la familia.
«Gracias, Nene, por esta demostración de sensibilidad humana y cariño», dice Iván al final de su carta. Ya no interesa saber cómo el pequeño se extravió. Suerte que esta Cuba, cuando se trata de sus niños, es una sola familia, un solo y rotundo padre como El Nene.