Acuse de recibo
Aun cuando se hagan oídos sordos, en 2010 continuaremos quebrando lanzas por la paz y la tranquilidad del ciudadano, ante las agresiones sonoras que se perpetran en nombre de la diversión, ya sean de individuos o instituciones. No abandonaremos en su pesar a los que sufren por la oreja.
Al respecto, traigo una respuesta bastante atrasada de José Ángel Carralero, jefe del Departamento de Atención a la Población de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Manatí, provincia de Las Tunas, acerca de la denuncia del residente en esa localidad, Miguel Carracedo García, reseñada aquí el primero de agosto de 2009.
Primero, el detonante: Entonces, Carracedo contaba que en los carnavales de 2009 en Manatí, instalaron frente a su casa una carpa para la venta de cerveza en CUC, con un moderno equipo de música de diez potentes altavoces. Previendo lo que significaría para su anciano padre, minusválido y con demencia senil, hipertenso y cardíaco, rogó a funcionarios del Gobierno local que se trasladara la carpa a un sitio alejado de la vecindad. Pero no se hizo.
El ruido era infernal. Las paredes vibraban y los vasos tintineaban. El anciano lloró, muy alterado. Lo otro era la desconsideración de quienes, ebrios de cerveza, se encimaban a orinar sobre la pared frontal de la casa de Miguel, quien se preguntaba si la lógica alegría de los carnavales justifica tanta insensibilidad e irrespeto.
También él fustigaba que en el verano, lo mismo de mañana, tarde o noche, sitúen altavoces con música en la plazoleta de la Casa de Cultura. Miguel lo ha planteado en el Gobierno municipal, y allí se han mostrado comprensivos en tal sentido, pero sin resolver el problema.
Carralero responde que a raíz de lo publicado se creó una comisión que, en las conclusiones de su trabajo, da «la razón en parte» al demandante. Y se adentra en interioridades cuando precisa que el anciano llevaba un tiempo en casa de otra hija, lejos del área de los festejos, y días antes de los carnavales fue trasladado para la casa de Miguel, que está dentro del perímetro de las festividades, la Casa de Cultura y otras instalaciones.
Precisa que, ante el reclamo de Miguel, la Comisión de los carnavales no pudo trasladar la carpa, «ya que en ese momento no existía espacio disponible en el área del carnaval».
En cuanto a lo señalado sobre la Casa de la Cultura en verano, afirma que las actividades se realizan en días y horarios previstos. Y, por las reiteradas quejas encausadas por Miguel, de acuerdo con indicaciones del Gobierno municipal, la Dirección de Cultura ha realizado acciones como el cambio de posición de los bafles y el control de los decibeles y de los horarios de música.
Lo curioso en la respuesta es que el funcionario recomienda al quejoso que, «para las posteriores fiestas populares, trasladen a su papá para la casa de su hermana, alejada del área de los festejos carnavalescos». Y acto seguido le sugiere que «cualquier petición que usted quiera hacer a funcionarios del Gobierno la haga con un tiempo prudencial, para de esta forma tener margen de solucionar el asunto».
Al propio tiempo, asegura que «tanto la Comisión del Carnaval como la Dirección Municipal de Cultura evitarán la posición de equipos de música frente a su domicilio en fiestas populares, y de esta forma evitarle molestias tanto a usted como a otros vecinos».
Agradecemos esta última determinación, y todo lo que se haga para no molestar en nombre de la alegría. Pero no se responde qué van a hacer para que los orines de los desconsiderados no humillen ese hogar.
Tampoco me parece equilibrado que las autoridades locales, ante la justa molestia de un vecino, le sugiera que traslade a su papá. Quien debe zafar el nudo no es el afectado. Y mucho menos que se le recomiende que reclame al Gobierno con un tiempo prudencial cuando, para situar la carpa con el envenenamiento musical y los consiguientes orines, nadie le avisa al afectado ni se le tiene en cuenta. Para eso no hay prudencia.