Acuse de recibo
Ojalá que en este 2010 fueran mucho más rigurosos quienes llenan planillas y documentos oficiales, y no les complicaran la vida a los ciudadanos como lo hicieron con Osvaldo Duménigo, residente en Corrales 105, entre Cárdenas y Cienfuegos, La Habana Vieja, Ciudad de La Habana.
En enero de 2009, Osvaldo tuvo que viajar a su pueblo natal Placetas (Villa Clara) para solicitar copia de su inscripción literal de nacimiento ante el Registro Civil de esa localidad. Dicho trámite no podía hacerlo desde la capital.
La gestión para tal minucia, a tantos kilómetros, implica sortear las dificultades de transportación y dinero. Pero Osvaldo logró completar los requerimientos, incluidos los 30 pesos en sellos de timbre. Y luego de hacer una larguísima cola, dejó todo en manos del Registro Civil. Volvió a La Habana y, unos dos meses después, un amigo de la localidad le recogió el documento y se lo envió.
Ya con el documento, Osvaldo lo llevó a legalizar al Ministerio de Relaciones Exteriores para determinada gestión en que está inmerso. Pagó 50 CUC, para que tuviera validez en el trámite. Y luego de tantos pasos dados, le fue devuelta la inscripción, por un error mecanográfico que deslizaron en el momento de su confección, allá en el Registro Civil de Placetas: al copiar el nombre de su abuelo, Ángel de la Cruz, escribieron Ángela de la Cruz.
Osvaldo lanza unas cuantas preguntas: «¿Quién es el responsable del error cometido? ¿Tengo que dejar de trabajar para ir a Placetas de nuevo? ¿Tengo que volver a hacer la cola, pagar de nuevo y soportar la demora? ¿Quién paga el tiempo y el dinero perdidos?».
Alejandrina Socarrás (San Cristóbal 106, entre Zayas y Alemán, Santa Clara) sigue aguardando por la empresa Eléctrica, «con la esperanza del náufrago, que aspira a alcanzar el último bote salvavidas».
Cuenta la señora que en octubre de 2006 le cambiaron el «breque» del metro contador de su vivienda. Y en lugar de instalarlo en la corriente de 110 voltios, lo hicieron en la de 220. Resultado: se le averiaron los equipos que en ese momento se encontraban encendidos: cuatro luminarias, un radio soviético marca VEF y un radio reloj digital que le habían regalado sus hijos en su cumpleaños 69.
Ahí comenzó lo que ella llama «el calvario»: primero, que lograran abrirle el expediente (7786), después de idas y venidas a la Empresa Eléctrica —no especifica si en su municipio o en la provincia—, visitas de inspectores y funcionarios…
Alejandrina comenzó a visitar la Empresa Eléctrica los días reglamentados para tales menesteres, en busca de una respuesta. Y esta siempre era: «Espere en su casa, que cuando tengamos los equipos se los llevarán».
Fue en septiembre de 2008, a dos años del suceso, que le llevaron las cuatro luminarias. Pero cuando fue a las oficinas a averiguar por los dos equipos pendientes, le respondieron: «Es que los que nos suministran a nosotros no tienen esos equipos».
El 2 de septiembre de 2009, ya exhausta de esperar, retornó. Y la respuesta fue que «esos equipos no existen ya en el mercado».
La señora se felicita de que su refrigerador hubiera resistido aquella sobrecarga, al igual que su viejo televisor ruso, que se encontraba apagado. Porque este último tampoco «existe ya» en el mercado nacional.
Pero es elemental que quien daña debe reponer, y no para las calendas griegas. ¿Acaso no hay en el mercado mayorista radios y radio-reloj despertadores, aunque sean de otras marcas?
Lo importante no es la colección de recuerdos, sino hacer justicia con el consumidor dañado. Porque lo otro sería imposible: viajar en el tiempo y retornar a la era de las producciones soviéticas, para desempaquetar un flamante VEF.