Acuse de recibo
Lo dice la palabra: adiestramiento. Son dos años de Servicio Social, en que el egresado da los primeros pasos en su profesión, tutoreado por colegas ya experimentados. Se dice bonito, pero a Roberto García (calle 44 número 3106, Candelaria, Pinar del Río) no le sabe igual.
Licenciado en Economía en la Universidad de Pinar del Río, y con grandes deseos de ejercer, fue ubicado para hacer el Servicio Social y pasar el adiestramiento en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Transportes Escolares, de su municipio. Fue con expectativas, y apenas conversó con la directora todo se desplomó: allí no hace falta un Licenciado, pues «la economía que se lleva es tan sencilla que yo sería subutilizado y no ejercería de modo alguno lo aprendido durante mi carrera». Además, no hay condiciones para aceptar un adiestrado, pues no hay un solo egresado de nivel superior que pueda fungir de tutor.
Roberto hizo gestiones para no perder el tiempo. Averiguó en otra empresa donde necesitan licenciados, pues llevan una economía considerable y compleja, y cuentan con una plaza futura para ofrecerle una vez que concluya el Servicio Social. Todo su personal es de nivel superior, lo cual favorecería una buena tutoría para su adiestramiento.
En esa empresa le dieron a Roberto una carta de aceptación, avalada por el director provincial de la actividad. También en la UEB Transportes Escolares le facilitaron una, argumentando que allí no le necesitaban.
Ambas cartas las envió al Departamento de Capacitación de la Dirección Nacional de Transportes Escolares. Pero allí, su director no aprobó la liberación, alegando que el Ministerio de Transporte no liberaba a ningún adiestrado.
Y Roberto está muy defraudado. Se supone que previo al proceso de ubicación de los egresados, se coordine con las entidades del territorio y se evalúen las necesidades y posibilidades de estas para adiestrar al joven en su profesión.
El Servicio Social es decisivo para el futuro del nuevo profesional. Su obligación es cumplirlo e ir adonde haya que ir. Pero si por descuido o formalidad, es enviado a un sitio donde no podrá emplearse como tal ni lo podrán ayudar a adiestrarse, tiene que haber la flexibilidad necesaria para modificar a tiempo su destino, sobre todo si hay otra entidad que puede acogerle y llenar sus expectativas.
El asunto no es acatar por acatar. Debe prevalecer la utilidad del joven profesional para la empresa que lo recibe, y la de esta para el adiestramiento de aquel.
No es la primera vez que llega aquí una historia de este tipo. Y generalmente les dicen que tienen que cumplir adonde los envíen, aunque no se cumplan los requisitos. Estar los dos años y después buscar otro empleo. Pero ese tiempo es decisivo en la vida profesional del joven: como para enamorarse del trabajo y la especialidad; pero también para defraudarse y perderse en la incertidumbre.
Jorge Luis Ordelín (Castillo Duany 37, Reparto Luis Dagness, Santiago de Cuba) cuenta que frente a su casa corre una de las zanjas principales de esa ciudad, construida antes de 1959, adonde vierten las aguas albañales y de lluvia de zonas más altas. Pero a ese «canal» hace más de diez años que no se le hace una limpieza integral, con todas las de la ley.
Ya la situación es muy grave. Las tupiciones no solo alcanzan el tragante principal, sino a los otros que lo circundan. Por ello, el agua albañal se vierte a la calle, y con el mínimo aguacero el nivel sube a más de un metro y penetra toda esa inmundicia en las casas más bajas.
Los vecinos se cansan de plantearlo en las asambleas de rendición de cuentas, en Acueducto y Alcantarillado; y, según Jorge Luis, solo reciben la indiferencia. Él no entiende cómo es posible que el Estado cubano erogue cuantiosas sumas para prevenir y enfrentar la compleja situación epidemiológica actual, y ese desastre permanezca allí, como un peligro para la salud de los vecinos.