Acuse de recibo
«Y entonces, ¿cómo quedo yo?», parodia Amada González el dicho de la carismática Estelvina. Pero esta vez la frase no mueve a risa; más bien hace pensar en lo desvalidos que quedan los consumidores… Amada, quien reside en Dolores 259, entre Lawton y Armas, municipio capitalino de Diez de Octubre, cuenta que a fines de agosto pasado adquirió por valor de 69,20 CUC un motor marca Danfuss, fabricado en Eslovenia, para su refrigerador, que se había averiado. El mismo fue instalado por profesionales con experiencia. Tenía tres meses de garantía, y apenas duró 14 días funcionando. Entonces reclamó al taller que le corresponde, y al final le devolvieron el dinero. Fue rápido todo, por suerte. Volvió a comprar otro motor de la misma marca —la única en venta en el mercado—. Se lo instalaron, y duró solo dos días. De nuevo la reclamación al taller y la devolución del dinero en la tienda. En ambas ocasiones pagó por la instalación, y no pudo reclamar por ello, pues los mecánicos son experimentados y no son responsables de la rotura. Por tercera vez adquirió un Danfuss —esta vez mexicano—, el cual se instaló el 26 de septiembre. Al final, gastó 40 CUC en la instalación de los tres motores. «Este tercero —se pregunta—, ¿qué suerte correrá? Ya no estoy segura de nada. En las tiendas te comentan que hay muchas devoluciones de esa marca. Entonces, ¿por qué se adquieren esos productos tan deficientes, y con una sola opción, pues no hay otras marcas de fabricantes en el mercado?».
Una joya de la profesionalidad: María Julia García (3ra. Nro. 365, entre Bella Vista y San Leonardo, Víbora, Ciudad de La Habana) felicita, en nombre de los integrantes del círculo de abuelos Las Mariposas, de Infomed, la amabilidad, la profesionalidad y el amor con que se trabaja en la consulta externa del Centro Iberoamericano de la Tercera Edad, en 25, entre J y K, Vedado, «una joya de la salud cubana». Y menciona a directivos, médicos, enfermeras y demás trabajadores. Del trabajo de ese centro, acota, se desprende que no solo con la técnica más sofisticada y con los últimos avances de la ciencia se resuelven los problemas, si no hay un personal que interiorice la trascendencia del trato profesional y humano. «A los cubanos nos urge que nuestros centros asistenciales sean como el CITED, que honra la labor de todos los médicos y el personal de la salud en Cuba», concluye.
El maltrato sí importa: María Caridad Valdés (Jesús María 212, entre Habana y Compostela, La Habana Vieja) fue el 6 de septiembre con una amiga a pasar un buen rato en El Carmelo de Calzada y D, en el Vedado, y degustar las pizzas que allí venden. Ocuparon una mesa vacía, «y ante la falta de iniciativa» de los empleados, la amiga se dispuso a buscar quien las atendiera. «Nos explicaron que demorarían las pizzas porque estaban confeccionando la masa» (¡…!). Solicitaron unos refrescos. Les dijeron que los de esa área estaban calientes, por lo cual tuvieron que comprarlos dentro del restaurante (aledaño a la pizzería), «sin que entendiéramos cómo, siendo un mismo local, los dependientes no podían traer los líquidos pedidos». Transcurrido un rato, viendo cómo servían a quienes habían llegado después que ellas, indagaron por la demora. «Y nos explicaron que el olvido radicaba en que habían estado trabajando todo el día y estaban cansados» (¡…!). A la media hora de espera, intentaron una nueva explicación, «y desistimos al comprobar el vestuario inadecuado, en camiseta, con el cual el cocinero deambulaba por todo el local». «Tras tamaña decepción —refiere—, mi amiga y yo renunciamos a las pizzas y nos dirigimos a El Potín, en Paseo y Línea, donde el trato fue tan amable que casi nos hizo olvidar el mal rato pasado», manifiesta. Esa historia me la sé de memoria hace mucho tiempo. Cambia de sitio y de fecha, pero es la misma.