Acuse de recibo
Gladys Rubio, esa brillante periodista de los Servicios Informativos de la Televisión Cubana, hace unos días puso el dedo en la llaga —más bien en la sucia playa—, cuando reveló en un reportaje muy elocuente el ecocidio a que son sometidos esos remansos naturales, por la indolencia de insensibles bañistas y el débil enfrentamiento de las autoridades.
He aquí que ahora me escribe desde Guanabo, una de las playas más agredidas, Aida Teresa Rosabal (Calle 464 número 516, altos, entre 5ta. y 7ma.) Ella aplaude la denuncia de Gladys, y concuerda en que las leyes de este país deben ser más severas en tal sentido, así como que las multas deben hacerse sentir verdaderamente.
«También se deben tomar medidas administrativas para tener una playa limpia y linda para las presentes y futuras generaciones», subraya Aida Teresa. Y lo enfatiza desde la visión de una persona que vive en Guanabo.
Precisa la lectora que, «al no existir baños públicos, algunos bañistas defecan y orinan en el mar. Antes existía cada cien metros un baño público, y fueron eliminados cuando cortaron los pinos (casuarinas)».
Enumera otros escollos:
«Los escombros de la antigua escuela primaria Domingo Martínez (en la rotonda), hacen que haya una mayor erosión en esa franja, además de que afean el paisaje y propician que se hayan convertido en baño público improvisado, así como un peligro potencial de posibles accidentes y hechos delictivos.
«Los antiguos espigones de La Conchita están en el mar, y sus escombros dañan la playa. Existen torrentes de aguas albañales, a un costado de la pizzería, de la Villa Azucarera, el parque José Martí y otros lugares. Y prevalece un foco violento en el río Guanabo, adonde llegan las aguas negras que recoge el reparto Peñas Altas y se vierten en la playa.
«Las construcciones sobre las dunas de arena han dañado la estructura natural de la playa, que está altamente deteriorada».
Aida Teresa concuerda con la reportera en que hay que revertir urgentemente la irresponsable conducta de los bañistas, pero también considera que los organismos e instituciones del Estado implicados en la infraestructura de las playas cubanas tienen que dedicarles una atención sistemática a muchos graves problemas que perjudican el ecosistema. Bravo por Gladys y por Aida Teresa.
Como un desparpajo lo califica Daniel Escudero (calle 23 número 562, entre F y G, Vedado, Ciudad de La Habana): el pasado 13 de agosto, cuando me escribió, hacía una semana que él y otros vecinos del barrio, suscritos a la prensa, no recibían los periódicos que pagan por adelantado trimestralmente.
La oficina de Correos de Línea y Paseo manifiesta que el cartero que cubre esa zona está de vacaciones, y quien debe sustituirlo no se ha presentado a trabajar por motivos personales. (¿…?)
Sin embargo, Yurlen Roque Pineda (calle 23 número 3015, Jovellanos, Matanzas) exhalta la labor de un cartero de esa localidad conocido por Lima, quien a diario le lleva la prensa a su casa.
Tiempo atrás, ese servicio de repartición de la prensa era muy inestable, pues los carteros no duraban más de un mes. Pero desde que Lima asumió esa plaza, hace ya varios meses, nunca ha dejado de llevarle la prensa a la abuela de Yurlen. Y él quiere agradecerle públicamente la constancia y disciplina con que asume su misión.
A esos carteros como Lima, que bajo sol y agua no se rinden y llevan el mejor mensaje, el del respeto y la decencia, no debía faltarles nunca la gratitud, el vaso de agua fría, el buchito de café o al menos la sonrisa de los clientes.
Y Ángelo Najarro (Calzada del Cerro 1434, apto. 9, entre Patria y Auditor, Cerro, Ciudad de La Habana) quiere destacar la profesionalidad y el respeto con que Iraida Sigler, de la zona postal 20 de Correos de Cuba, esclareció e investigó una denuncia sobre un giro postal remitido el 23 de junio pasado desde Vázquez, Las Tunas, caso que concluyó felizmente el 14 de agosto.
Esos son los imprescindibles: los que dan la cara por Correos de Cuba, mientras otros la esconden, vaya a saber por qué.