Acuse de recibo
Esta sección reflejó el 12 de noviembre la denuncia, con foto elocuente, de las aguas albañales que llevaban más de 15 años corriendo por la calle 141, desde 164 hasta más allá de 168, en el reparto Reynold García de la ciudad de Matanzas.
El alerta lo enviaba Yamilé Figueredo, residente en el número 16603 de la calle 142, quien explicaba que las sucias aguas provenían de una fosa a la cual vertían más de 40 viviendas. El planteamiento era «punto fijo» y ya gastado en asambleas de rendición de cuentas. ¿Las soluciones? Siempre temporales.
Ante las gestiones de los vecinos, subrayaba la remitente, en el Gobierno municipal les habían respondido que no había solución.
Pues ahora responde Raida Betancourt Alés, jefa del Departamento de Atención a la Población, de la Dirección de la Vivienda en la provincia de Matanzas, quien manifiesta que «el asunto está siendo chequeado por los organismos provinciales implicados en la solución del mismo —la Unidad Provincial de Inversión para la Construcción y la Conservación de la Vivienda (UPICCV) y Recursos Hidráulicos— y los factores de la comunidad».
Precisa además «que por la envergadura de los trabajos a ejecutar, la Empresa de Proyectos de Arquitectura e Ingeniería 8 (EMPAI 8), de esta provincia, realizó el estudio pertinente, que incluye la excavación del nuevo tanque séptico en otra área»; al tiempo que asegura que «se le prestará la debida atención al asunto hasta su definitiva solución».
Agradezco la respuesta y la voluntad de resolver el problema, no sin antes interpretar lo que pueden colegir nuestros inteligentes lectores, duchos en análisis: ¿por qué no se resolvió en más de 15 años y ahora sí, cuando se denuncia públicamente? ¿Por qué entonces el Gobierno municipal respondía que no había solución?
No se responsabilizan...Lo cuenta Frank Abel Quevedo, vecino de calle Segunda número 13, reparto Peralta, en la ciudad de Holguín:
El 16 de enero pasado viajó desde esa ciudad hasta la capital, en los ómnibus Astro que sustituyen el ferrocarril que cubría ese itinerario. Entregó su equipaje para que lo llevaran al maletero, bajo la custodia y responsabilidad de Ferrocarriles de Cuba, quien administra esa ruta.
Ya en la terminal ferroviaria de Ciudad de La Habana, le entregaron a Frank Abel su maletín. Y se percató de que estaba mojado por el fondo, y con un fuerte olor a cloro. Cuando llegó a la vivienda donde pernoctaría, comprobó que toda la ropa contenida se había destruido, al parecer con cloro puro derramado en el piso del maletero, quizá proveniente de otro equipaje.
Cuando retornó a Holguín el 20 de enero, Frank Abel se dirigió a la estación ferroviaria de esa ciudad, y una funcionaria le dijo que debía consultar con la capital la situación, que le avisaría. Cuando fue, una semana después, la citada jefa no había hecho gestión alguna, e incluso había perdido los teléfonos y la dirección del afectado.
Finalmente consultó, y le comunicó que según la dirección de Ferrocarriles de Cuba, esa reclamación no tenía efecto, «porque ellos no se responsabilizan con lo que los viajeros puedan llevar en el maletero». «Es como decirme que tengo que viajar en el maletero de la guagua para proteger mis propiedades. El maletín no sirve para nada. Mis pérdidas materiales las calculo en más de 2 000 pesos. Y los daños espirituales y de desconfianza no tienen valor», subraya.
Por otra parte, esta columna debe disculparse públicamente con la Fiscalía General de la República: en la última tabla de comportamiento de las respuestas a las quejas publicadas, aparecida aquí en el pasado mes de enero, se le atribuyó un incumplimiento a esa entidad, con respecto a la queja de Jeovani Vega Leyva, vecino de calle Segunda número 10, entre Suástegui y Mercedes, reparto Vázquez, de la ciudad de Manzanillo.
Fue un error involuntario de quienes tradicionalmente confeccionan dicha tabla en el Departamento de Atención a Lectores de Juventud Rebelde. Ahora queda que quienes debían haber respondido a esta sección, y no se han sentido aludidos, lo hagan.