Acuse de recibo
«¿Será posible que estemos en presencia de la muerte de la Banda Municipal de Conciertos de Manzanillo?», alerta en su carta Pedro Rodríguez Figueira, vecino de Primero de Mayo 86, en esa ciudad marinera y de tantas tradiciones culturales y populares de la provincia de Granma.
Expresa Pedro su pesar por la situación que confronta la centenaria Banda Municipal, que ha animado las noches de generaciones de manzanilleros, en el parque Carlos Manuel de Céspedes, con sus danzas, contradanzas, danzones, pasodobles, polcas y marchas.
Hace varias semanas que la Banda enmudece, pues aunque sus 45 virtuosos músicos concurren a sus deberes, se suspenden los conciertos y no llegan los instrumentos.
Pedro, un asiduo de esos conciertos y retretas ha preguntado aquí y acullá, «y unos dicen esto, y otros lo otro. No tienen lugar para ensayar, pues los han mudado para uno al que se le desplomó el techo. No hay recursos para mover los instrumentos y útiles».
Lamenta el lector que, «aunque hay buenos músicos, aceptables instrumentos y partituras, y por demás un público ansioso, falta voluntad cultural para resolver ese problema».
Laberintos de aguas perdidasCarlos Marcos Acosta me escribe desde la comunidad Laberinto (Finca Laberinto No. 24), famosa por aquel gran tornado que el 8 de febrero de 1978 arrasó con todo a su paso y dejó un considerable saldo de víctimas y lesionados.
Pero Laberinto, allá en el municipio matancero de Colón, vuelve a ser noticia. Una triste y perdida noticia en medio del olvido. Noticia de aguas escurridizas.
El asunto es que el tanque que acumula el agua para una parte de las viviendas del poblado, hace unos tres años que presenta fisuras. Y esos salideros tienen anegado el camino por donde transitan los lugareños.
El agua incesante desborda los patios de las casas. Agua que se pierde, sin bañar a los vecinos con esa confianza en las instituciones, aquella de que alguien, con responsabilidad suprema, va a poner coto a tanta impunidad. Laberinto de aguas sin freno.
Aguas añoradasUnos porque mucho, y otros porque nada. Severina J. Pérez escribe desde calle 419 número 18202, en el reparto Aurora, de Santiago de las Vegas, en el municipio capitalino de Boyeros.
El problema es que en ese reparto falta por días el agua, y ya se ha hecho algo habitual. Llaman a Acueducto y les dicen que es una rotura en las tuberías, o que el bombeo no tiene fuerza.
El 10 de febrero, cuando me escribió, llevaban más de una semana sin agua. No se sabe nada ni hay una información precisa. Y es entonces cuando, según Severina, los afectados deducen que es «por falta de preocupación, y hasta que hay personas mal intencionadas para crear disgusto y confusión en la población».
Cuando no se atienden y aclaran las cosas a tiempo, se corre el peligro de la especulación y el rumor.
ÁcidoYolanda Pérez Céspedes (calle El Pozo número 11, reparto Julio Antonio Mella, Bartolomé Masó, provincia de Granma), me escribe porque en su cuadra los vecinos llevan aproximadamente diez años quejándose de un tanque que les está haciendo muy ácida la convivencia.
Llevan todo ese tiempo planteando en las asambleas de rendición de cuentas el perjuicio que ha traído el tanque de ácido: han perdido los techos de sus viviendas, y se han destapado las afecciones de asma bronquial y patologías en la piel de varios vecinos.
El daño ha sido comprobado por la Dirección Municipal de Salud, Higiene y Epidemiología, el Poder Popular y la Empresa Azucarera, propietaria del depósito.
Pero, increíblemente, el asunto no se soluciona, al punto de que Yolanda, en nombre de los vecinos, se ha visto precisada a escribir a esta columna, y a revelar nacionalmente el impune suceso.