Acuse de recibo
Si en la vida ciudadana —como en la de las naciones— se aplicara aquella archiconocida frase del Benemérito de las Américas, se evitarían problemas como el que aqueja a Carmen Álvarez Zúñiga. «El respeto al derecho ajeno es la paz», sentenció para los siglos Benito Juárez y eso es precisamente lo que exige esta lectora residente en calle 204, No. 1306 entre 13 y 15, en el capitalino municipio de Playa.
La casa de Carmen «colinda con dos residencias donde se encuentran crías de puercos de manera permanente. Cuando los vecinos se disponían a preparar las cochiqueras, les advertí que no lo hicieran en las cercas limítrofes con mi casa, pero no entendieron y se consideraron por encima de la Ley».
Se duele la remitente de los «malos olores, moscas, y todo lo demás que caracteriza un lugar como este, así como los gritos constantes de los puercos, a cualquier hora del día y de la madrugada».
Tras varias denuncias que ha realizado Carmen y gestiones suyas en la dirección de Higiene y Epidemiología del policlínico de Jaimanitas, la visitó una inspectora; pero el hediondo cerco continúa.
«Por último el especialista de esta actividad en el policlínico (...), tras una pregunta mía por ver que el tema no ha sido solucionado, me ha dicho que él tuvo ese mismo problema y lo solucionó ¡con un machete!
«¿Sabe usted lo que significa eso? ¿Qué hago? ¿Quién hace cumplir la ley? ¿Debemos mis hijos y yo asumir tranquilamente todo lo que genera la tenencia de una cochiquera o el brote de una posible epidemia en la zona donde residimos, en la que se encuentran además dos importantes instituciones de la salud cubana: el hospital CIMEQ y el hospital CIREN?».
La cría de animales es una opción necesaria y válida para garantizar el sustento alimenticio de la familia y alguna entrada monetaria extra. Pero siempre pueden encontrarse modos de hacerlo que, sin dañar a nadie, garanticen la armónica convivencia. Ahí están, por ejemplo, los corrales multifamiliares —costeados y protegidos colectivamente— en zonas alejadas de las viviendas. Lo inconcebible es que se viole impunemente el derecho del vecino.
¿Gato por liebre al GPS?Como el agua que al chocar con una piedra se escurre en múltiples arroyuelos por cuanto bajío encuentra, quienes se acostumbran a ignorar las reglas hallan atajos por donde evadir las medidas de control. Ese parece ser el sentir que trasunta la carta de Dayami Morejón Muñoz, residente en Calle Herrera, No. 262, entre Reforma y Guanabacoa, Luyanó, 10 de Octubre, Ciudad de La Habana.
Narra Dayami que el pasado 24 de septiembre su esposo «se dirigió a la parada del ómnibus de la ruta P-7 de Hijas de Galicia hacia La Habana. Después de estar un rato llega el primero a las 6:50 a.m. y hace una parada en la curva donde se bajan las personas.
«Los que estaban en la parada oficial se acercan para así poder subir más rápido. Se detiene en la parada y ¿qué pasa?: no se abre la puerta. El chofer espera unos segundos y se va. Pero no quedó ahí, después de diez minutos, el de las 7:00 a.m. hace lo mismo y el de las 7:10 igual. Ya todos en la parada saben que van a llegar tarde, pero también saben por qué los tres choferes del P-7 hicieron lo mismo. Ya tienen GPS y les marcan si no paran en la parada».
Y termina preguntándose Dayami: ¿Será que también hay que ponerles un contador en la puerta, para que vean cuántos suben y bajan en cada parada oficial?
La amarga miel de una LunaA Yasleni San Jorge Brook le asalta una duda que podría ser la de muchos. Ella y su novio, junto a una pareja amiga, deseaban casarse mañana, pero cuando preguntaron en el Palacio de los Matrimonios de 25 y N, en el Vedado, les llamó la atención que no hay ninguna oferta para la Luna de miel. Según los compañeros que los atendieron allí, «ya no hay nada más en lo que queda de año».
Me gustaría saber el porqué, inquiere la joven residente en Avenida 41 No. 8807 entre 88 y 90, en el municipio capitalino de Marianao. «¿Qué planificación es la que ellos tienen y cuál disponibilidad?
Lo único que como joven me gustaría es pasar la Luna de miel en un lugar diferente, algo así como para recordar nuestra boda. No desea-mos hacer fiesta y todo será muy discreto; pero nuestra economía no nos permite pasar una noche en un hotel por muy barato que sea», concluye Yasleni.
Y ante los múltiples reclamos similares que recalan en esta sección, nos gustaría que las instancias correspondientes aclararan los recursos, tiempos y medios al alcance de quienes se casan. Es este un momento demasiado sublime en la vida de cualquiera como para enturbiarlo con la falta de información.
Respuesta urgente a un dolor sagrado
Cuando la sensibilidad guía a quienes dirigen, las respuestas suelen llegar a los dolientes con la misma prontitud con que ven la luz las quejas. De esto puede dar fe Jorge Castellanos Milán, quien denunció aquí el sábado último los intentos de robo que habían terminado por fracturar una figura decorativa existente en la tumba de su hija, en el capitalino Cementerio de Colón.
En su misiva inicial Jorge hablaba de lo inexplicable de estos hechos en un lugar tan sagrado y cómo un agente de protección del SEPSA le había comunicado que ellos solamente estaban para cuidar las puertas de la necrópolis.
Lo que nos cuenta hoy el sufrido padre habla de la loable capacidad de reacción de la entidad. «Recibí el propio sábado en mi casa la visita del subdirector técnico del cementerio, el cual me impuso sobre las medidas de seguridad que se vienen tomando (...) para evitar tales actos. Posteriormente, el domingo 28, me esperó en el panteón y me manifestó que independientemente de quién tuviera la responsabilidad, ellos asumirían la reparación y pintura de la pieza en apenas dos o tres días.
«De igual forma, a mi salida del cementerio, me interceptó el compañero que estaba al frente del grupo del SEPSA en el día (...), y de una forma muy correcta me pidió disculpas por la errónea información que me dio uno de los miembros de ese cuerpo.
«Si bien había decidido dejar rota la figura para que no volviera a ser blanco de actos delictivos y no era mi intención que la dirección de la entidad asumiera su reparación, fue reconfortante saberse atendido por ambos funcionarios».
Ahora solo falta que las medidas correspondientes tengan «el fijador» de la racionalidad y la constancia para que no ocurran nuevamente delitos en el camposanto.