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Ascensores sin ascenso

Un costoso programa de instalación de nuevos ascensores en edificios altos de la capital, financiado por el Estado, trajo esperanzas a muchos habitantes que han vivido estos últimos años subiendo y bajando escaleras, como para romper el récord de un alemán que, como hobby, anda por ahí desandando rascacielos.

Pero lo que es un loable propósito se ha convertido en un largo compás de espera para muchas de esas personas que viven en las alturas, como lo cuenta en su carta Rosendo Sierra Montalvo, vecino del edificio sito en Infanta 1506, en el piso 16, apartamento A, entre Santa Rosa y Estévez, en el municipio capitalino del Cerro.

Cuenta Rosendo que el 11 de marzo pasado se detuvieron los dos elevadores viejos de su edificio, pues ya habían llegado los flamantes sustitutos. Comenzó el trabajo por parte de UNISA, la entidad que los monta y responde por ellos, y fue un serio y responsable trabajo, según el remitente.

El reglamento para la operación de los nuevos ascensores prescribe que los mismos no pueden ponerse en funcionamiento sin el pararrayos correspondiente para el edificio. Y también les informaron que el mismo no estaba todavía en Cuba.

Así, tienen los ascensores, y aún el 18 de junio, cuando Rosendo me escribió, no habían podido disfrutarlos. A ello se une que no se ha podido concluir el trabajo porque no habían enviado la brigada constructora para la terminación de la fase civil del proyecto, asegura Rosendo.

Por su parte, Orestes Mayo, residente del edificio de calle 12 número 15821, apartamento D52, en Altahabana, Boyeros, manifiesta que en cuatro edificios de su barrio se desmantelaron los viejos ascensores en diciembre de 2007, y se inició un dilatado proceso inversionista, al punto de que aún no han podido disfrutar los nuevos.

«Quedamos muy satisfechos con la profesionalidad con que trabajó la empresa de elevadores (UNISA) y con la calidad de los equipos instalados, pero ya hace dos meses o más que los técnicos terminaron, y nada: a subir las escaleras de nuevo».

Les plantean, agrega, que hay tareas pendientes: que si hay que poner las celosías pero se acabó el cemento, que si están contratando los ascensoristas... y por último, que hay que instalar el pararrayos primero. Y Orestes se pregunta por qué ese requisito no se garantizó en todo el tiempo transcurrido hasta la fecha.

Desde el edificio sito en Vista Hermosa 602, entre Concepción y Santa Ana, en el Cerro, exactamente frente al parque de Tulipán, Carmen Vinent Rodríguez cuenta la atribulada historia de esos vecinos: el 14 de noviembre de 2007 se presentaron allí los de UNISA para el desmontaje de los viejos ascensores, y el posterior montaje de los nuevos. El 15 de mayo, cuando me escribió, me contaba que, según les informaron los de UNISA, no podían conectar el elevador porque aún no había pararrayos.

En la gran ciudad faltan los pararrayos, y en los campos de vez en cuando irrumpe alguna que otra deuda de empresas estatales con pequeños agricultores. Ramón Eliseo García, vecino de calle 7 número 8, entre F y G, en la localidad Primero de Enero, provincia de Ciego de Ávila, sigue esperando por la Empresa Provincial de Acopio.

El campesino pertenece a la Cooperativa de Crédito y Servicio Fortalecida Francisco Espinosa, y desde el 2003, asegura, Acopio le debe 1 200 CUC en capacidad de compra de insumos en la tienda de la Empresa de Suministros Agropecuarios.

Eliseo explica que el mecanismo establecido es que los pagos a los campesinos, por los productos que venden a hoteles y demás establecimientos que operan en divisas, es situarle allí en esa tienda la facilidad para que puedan adquirir diversos artículos.

O sea, manifiesta, el campesino no vende directamente, sino que lo hace a través de una empresa que, a su vez, luego revende a terceros. Y Ramón lo dice a su manera: «Del producto del campesino vive mucha gente que no suda la camisa».

El agricultor, que sigue esperando por sus deudores, lanza ciertas interrogantes: «Con esos mecanismos, ¿se podrá avanzar en la producción de alimentos? ¿Se estimula de esta forma el duro trabajo de la tierra?».

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