Acuse de recibo
Está que trina Idelisa Medina Grille, vecina de calle Tercera número 255, entre F y G, en el reparto La Cuba, de la ciudad de Palma Soriano, en la provincia de Santiago de Cuba. Y no le falta razón.
Cuenta la remitente que su mamá Idelisa Grille Chacón es clienta del servicio del gas licuado hace unos 25 años. Y el 29 de noviembre pasado le vendieron el cilindro de combustible de la reserva, el cual supuestamente tenía los 20 kilogramos reglamentados.
El día que se lo trajeron, un familiar observó la facilidad con que manipulaban el cilindro y alertó de que le faltaba peso. Y uno de los empleados respondió que lo que sucedía era que su compañero era fuerte.
Pero el 16 de diciembre, a los 18 días de adquirido, ya el balón se había agotado. Y solo lo habían utilizado en tres ocasiones para colar café. Sí habían notado entonces que la llama estaba amarilla y tiznaba, pero confiaron en que les habían vendido lo normado. Y, además, asegura que no tenía el sello.
El 18 de diciembre, Idelisa hija se personó en el establecimiento del Gas en Palma Soriano a reclamar. Y de entrada le replicaron que seguro le estaban dando un mal uso al gas, y que no le podían autorizar otro porque ya ella había recibido el suyo.
Ante la insistencia de la clienta, argumentaron que no podían creerle porque ellos no estaban en su casa para comprobar si lo que ella estaba diciendo era la verdad. Y ella manifestó: «Si tú no puedes creerme lo que con honestidad te estoy diciendo, te digo más: el balón de mi casa no llevaba 20 kilogramos porque ustedes no lo pesan delante de mí».
Entonces le refirieron que enviarían un inspector a su casa a comprobar un posible salidero. Ese mismo día fue, verificó e informó que en 72 horas estaría la respuesta, pero si ellos no volvían, que entonces fueran los interesados al punto. Idelisa lo hizo y la respuesta fue precisa: no hay salidero, pero usted recibió su gas de reserva y no puedo autorizarle otro.
«Yo quiero saber cuál es la protección del usuario de gas licuado, señala. Estoy más que clara: tú puedes gastarlo en una semana, y no por eso puedes ir a buscar otro balón. Tienes que esperar a que te corresponda por el ciclo. El cliente sabe que su responsabilidad es ahorrarlo. Y mi mamá y yo siempre hemos esperado por el ciclo y jamás nos ha faltado, porque le hemos dado un uso racional».
En esta historia algo anda mal: el suministrador parte del principio de la desconfianza en la honestidad del cliente para negarse a aceptar su reclamo y hacerle justicia. Con más razón entonces ese cliente se cuestiona la sinceridad del suministrador, pues distribuye el gas sin pesarlo delante de ese comprador, algo elemental en la transparencia del que comercializa un servicio. Y al final, se impone la injusta ley del embudo. Lo aceptas o... lo aceptas, y no hay reclamación posible.
El hecho de que el gas sea un producto normado y cautivo, que no haya otra alternativa posible a la de adquirirlo por esa vía, no significa que te impongan las reglas de la sumisión. ¿Dónde está entonces la protección al consumidor? ¿Quién dijo que es solo para reclamar derechos en las tiendas en divisa?
La segunda misiva la envía Rosa Caramés Torres, de Prado 519, apartamento 20, entre Teniente Rey y San José, en Ciudad de La Habana.
Cuenta la remitente que su madre Rosa Torres, de 84 años, padecía de un cáncer periférico abdominal, y se agravó el 25 de diciembre de 2006. En horas tempranas llamaron a la ambulancia, que llegó a los pocos minutos y la condujo al hospital Comandante Manuel Fajardo, donde estuvo ingresada hasta el 15 de enero de 2007, cuando falleció.
Relata la hija que en esos 21 días, en un caso en fase terminal, «se hizo todo por preservar su vida con el menor sufrimiento. No faltaron medicinas, electrocardiogramas, sondas, oxígeno, equipos móviles de Rayos X, de día o de madrugada. Profesionalidad sin límites, y lo que es más importante: amor, calor humano».
Gracias. Ese es el mensaje de Rosa.