Acuse de recibo
La pensión de un jubilado es algo muy serio, tan serio que cualquier irregularidad en el cobro de ella, aun cuando fuera involuntaria, constituye una manifestación de irrespeto para esos veteranos que todo lo dieron por nosotros.
Lázaro Báez Izquierdo está enfrentando dificultades en tal sentido, y por eso me escribe. Este beneficiario de la Seguridad Social vive en calle 82 número 7102, entre 71 y 73, en la localidad habanera de Güira de Melena, se queja de que en la sucursal del Banco Popular de Ahorro de ese territorio donde cobra su bien ganada retribución, le dicen que tiene que esperar el día que ellos le sitúen.
«Por ejemplo, relata, el mes pasado me pusieron el día 20, y este mes tengo que esperar el día 29. Yo he pasado por el Banco y no ha habido nadie. Sin embargo, no he podido cobrar, porque me han dicho que no me toca. Fui a cobrar el 28 de agosto y me dijo el custodio que tenía que esperar al 29, estando el Banco vacío».
Situándose en el lugar de Lázaro, uno podría entender que no puede cobrar cuando le viniera en gana; pero esos ancianos sí merecen al menos tener un día fijo en el mes para recibir su pensión y programar sus gastos: es lo menos que se merecen. ¿Cómo se sentirían los empleados de ese Banco si el pago de los salarios no tuviera día fijo, y pudiera desplazarse constantemente, con la incertidumbre que esto crearía?
La segunda carta la envía Delfina Betancourt, vecina de avenida 47, número 10418, en el municipio capitalino de Marianao. Y es una queja sobre giros que no giran.
Relata Delfina que hace dos meses envió un giro de cien pesos a su cuñada en Yara, provincia de Granma. Ese mismo día impuso otro similar a su hermana en Ceiba Hueca, en la misma provincia. Y ambos los despachó en el correo de 51 y 128, en Marianao; pero ninguno de los dos arribó a sus destinatarias...
Lamentablemente Delfina da por perdidos esos 200 pesos que tanto esfuerzo y sacrificio le costaron, pues extravió los comprobantes para reclamarlos. Pero ello no es óbice para que se juegue con el dinero de un ciudadano. ¿Dónde están los 200 pesos? ¿Qué es lo verdaderamente imperdonable? Delfina no encuentra los dichosos papelitos, pero en ese correo hay constancia documental de que ella envió los giros y desembolsó la cuantía. Lo preocupante son los otros «papelitos» ausentes: los billetes, que no se desaparecen por arte de magia. ¿Quién responde por ello?
La tercera misiva la envían desde Santiago de Cuba los familiares de Héctor Narciso Naranjo Pons, un paciente del Hospital Clínico Quirúrgico Doctor Juan Bruno Zayas de esa ciudad, que falleció de un linfoma.
Por encima de su dolor, los remitentes quieren agradecer públicamente la abnegación de ese colectivo en el cuidado y atención a Héctor Narciso durante cinco años y siete meses, y en especial al doctor Inocente Rodríguez Reyes, «el cual dio una verdadera muestra de consagración, humanismo, ética y profesionalidad...», y a todo el personal de la sala de Hematología 5-H.
«Tantos meses de sufrimientos, trabajo y lucha no pueden ser olvidados», manifiestan los familiares, y evocan ese profundo apotegma martiano: «Honrar, honra».