Me perturba andar por nuestras calles. Empleados indiscriminadamente, los equipos de audio suman y muchas veces multiplican una sonoridad avasallante, muchas veces indeseable. Agrede e interfiere la comunicación humana, base esencial de toda cultura. Hace poco, tuve que padecer un Sábado del libro. Era la presentación pública de una obra de primerísima importancia. La edición crítica de Concierto Barroco, de Alejo Carpentier. El tradicional espacio literario se produce en uno de los ámbitos más prestigiosos de la capital, la Plaza de Armas. Las palabras de los participantes se sumergían bajo el atronador sonido de una música cercana. Como reacción en cadena, otros competían en volumen en el mismo entorno y, para entenderse, paseantes y vendedores de toda laya vociferaban llevando al extremo sus cuerdas vocales