Situar como aspecto central de la concepción filosófica de los educadores cubanos la práctica de enseñar y mejorar al hombre, está a tono con las más rigurosas concepciones científicas de nuestras ideas filosóficas. Nada del «reino de este mundo» estaba para los maestros cubanos fuera de la naturaleza, la que era sometida al más riguroso examen por el pensamiento científico y filosófico. En la primera mitad del siglo XIX esto llevó a la cultura filosófica, y subrayo filosófica, del país a una escala espiritual y científica superior a la de la Europa y Estados Unidos de esa época.
Ellos sembraron las semillas de la unión estrecha lograda en La Demajagua y Guáimaro, entre el pensamiento más avanzado del mundo de entonces y el combate para poner fin a la tragedia de la esclavitud y de la dominación colonial. Esta comunión de ideas y sentimientos estaba y está en la existencia misma de la nación. En la transformación radical que se proponían, la educación y la cultura eran su aspecto esencial para el cambio histórico. Las situaban como epicentro del ideario cubano. Lo hacían no en el terreno de las especulaciones metafísicas o de supuestas influencias ajenas a la naturaleza, sino como categoría de lo que se ha llamado «superestructura». La colocaron así como tema central de la práctica, ahí está la riqueza de su pedagogía y de su valor político, piedras angulares de la cultura cubana.
En Martí esto se elevó a más alta escala cuando presentó las ideas de estudio-trabajo y expuso sus concepciones en torno a lo que llamó la ciencia del espíritu y los hechos espirituales. Recomiendo leer lo que planteó sobre esto, así como sus ideas en relación con el equilibrio entre los hombres y entre las naciones. Esto último es un aporte de trascendencia universal. Que no se le entienda todavía en la forma que corresponde es algo que debemos tratar de resolver quienes tenemos un compromiso de honor con su legado.
En fin, hay que promover investigaciones científicas y filosóficas alrededor del carácter y el papel de la cultura, incluida la educación y la docencia, en el desarrollo social del hombre. Ellas deben abarcar tanto el campo de las ciencias sociales humanas como las de carácter natural.
Al estudiar estos temas con visión actual y partiendo de la formación científica y filosófica que hemos recibido del materialismo histórico, hay puntos en Luz y Caballero que mueven a la más consecuente reflexión filosófica. Medardo Vitier, conocedor de su obra filosófica, destaca que para Luz el criterio sobre la verdad no radica objetivamente en el mundo exterior, no radica subjetivamente en nosotros; surge, se organiza, como una congruencia entre lo objetivo y lo subjetivo. Marx y Engels en las Tesis sobre Feuerbach señalan como defecto fundamental de todo el materialismo anterior —incluido Feuerbach— no concebir la realidad, la sensorialidad de un modo subjetivo. Por consiguiente —señalan— el lado activo fue desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo. ¡Cuántas polémicas tuvieron lugar desde los años 60, cuando el Che y Fidel destacaron el valor de lo subjetivo y el papel del hombre en los procesos históricos!
Hay que probar la raíz materialista y el fundamento científico de la facultad humana de crear vida espiritual. En realidad está confirmado por la evidencia de que no solo de pan vive el hombre. No lo dijo un científico, pero es una verdad científica. Es una de esas verdades sencillas que, parafraseando a Engels, podríamos decir que también permaneció oculta en la maleza ideológica de siglos. A esto se refería Engels cuando afirmó: La civilización ha realizado cosas de las que distaba muchísimo de ser capaz la antigua sociedad gentilicia, pero las ha llevado a cabo poniendo en movimiento los impulsos y las pasiones más viles de los hombres, y a costa de sus mejores disposiciones. Yo diría: maestro Engels, ¿dónde están las mejores disposiciones? Y seguro contestaría: en la naturaleza humana.
Tanto en un caso como en el otro —los impulsos más viles y las mejores disposiciones— están en la naturaleza humana como un factor clave de las condiciones y actitudes del hombre.
Lo más importante consiste en que el pensar filosófico cubano promovió el lado activo a favor de la justicia en su forma radicalmente universal y lo hace sobre el fundamento de métodos de investigación científica de la naturaleza. Esto es lo que nos ha ayudado a ser revolucionarios. Dinamizarlo sobre el fundamento de la interpretación cubana del materialismo histórico está presente desde los tiempos del Moncada como fuerza esencial de la Revolución en el medio siglo concluido. Ello nos permitió enfrentar un momento decisivo de la historia cultural de lo que se llamó Occidente. El genio y la originalidad de Fidel Castro consistieron en llevar al terreno de los hechos estos métodos y principios que, en esencia, significan relacionar dialécticamente las ideas del socialismo con la tradición ética de la nación cubana.