De Cocodrilo a León. Autor: Ismael Francisco Publicado: 21/09/2017 | 06:56 pm
Del mítico 32 naranja se dice que nada se le escapa. La pelota lo apasiona, lo divierte y la sufre, porque para él «es lo primero, y después está todo». Así intenta que lo entiendan sus hombres, a quienes exige con el mismo rigor que protege y les hace creer desde el primer día que son los mejores.
Víctor Mesa, el más seguido y enjuiciado de todos los directores cubanos, recién se estrenó en la 57ma. Serie Nacional de Béisbol (SNB) al frente de los Leones de la capital.
Entre los actuales mánager exhibe en SNB el mejor average de victorias y derrotas: .632, con 789 triunfos y 460 reveses durante 14 contiendas, aunque en play off le supera el avileño Roger Machado: .581 en diez temporadas. Víctor tiene .459, pues el título le ha sido esquivo.
Le gusta estar en el ojo del huracán. No calla lo que piensa y defiende hasta de la peor manera sus razones. Sabe que a sus 60 años no hay quien lo cambie y tampoco lo desea.
Al término de la primera subserie, cuando ganó dos de los tres juegos ante la Isla de la Juventud, conversó con JR bien temprano en la mañana.
—En las gradas del estadio de Cary (EE. UU.) escuché: «Víctor Mesa es un cazatalentos», ¿cuánto hay de cierto?
—No. Lo que pasa es que con tantos años en el béisbol sé si un pelotero tiene condiciones al ver su forma de calentar, correr y hacer el swing en una práctica. Luego me fijo en su edad, en el brazo, la velocidad… lo observo en la tanda de bateo y su desempeño en el juego de pelota.
«El mánager tiene que saber de pitcheo, receptoría, de cuadro, jardín y también tiene que conocer quién puede ser buen entrenador».
—Tomas los equipos cuando sus rendimientos son bajos para resucitarlos. ¿Cómo ves a Industriales?
—Son muchachos con talento, tienen calidad, hay competencia entre ellos. Eso es lo que busco siempre. En las prácticas tienen que jugar todas las posiciones, para cuando haya un lugar débil o alguien no esté bien al bate poder sustituirlo, aunque trataremos siempre que entre el ideal, que no llegue otro y acabe con el juego.
«A mí el equipo me juega con ánimo, pero tienen que ponerle el doble. Si antes se venía a jugar contra Industriales, ahora vienen a “matarlo”. No te pueden coger desprevenido, tenemos que atacar primero, así el rival se mantiene estable o débil. Si anotan antes, cogen fuerza y se ponen guapos.
—¿Qué puedes decir de tu equipo de trabajo?
—Muy bueno. Algunos se estrenan en estas funciones como Miguel «Tito» Ramos y Carlos Tabares, coaches de primera y tercera, respectivamente, y el preparador físico que viene del atletismo. En esta primera etapa estaré más atareado, tendré que meterme en todo, hasta que cojan práctica, pero van bien, porque les gusta lo que hacen y saben escuchar.
«Los experimentados están en el área de pitcheo, donde tenemos más debilidad. Con Rogelio García y José Elosegui, dos entrenadores potentes, me siento más tranquilo».
—Tienes mano dura…
—Sí. Exijo disciplina, soy riguroso con los horarios. Cuando regresamos del juego hay que bañarse y después se va al restaurante, siempre vestidos con ropa adecuada. Se debe saludar, decir «buen provecho». Lo aprendí tarde, se los enseño temprano y les pido que lo lleven a la casa.
«Antes de jugar les digo que se diviertan, pero si hacemos un desastre amanecemos en el terreno. Mientras peor se juegue, más temprano se entrena, y las horas de descanso hay que cumplirlas.
—Sus peloteros, ¿cómo deben jugar?
—Con agresividad. Tienen que tirarse en las bases, incluso de cabeza, correr, animar en el dogout, pero sin gritería, «joceando». Los bateadores tienen que comunicarse más: el que sale tiene que pasar por el lado del otro y decir qué lanzamiento se le hizo incómodo… En eso trabajamos.
—¿Qué no admites?
—La impuntualidad, y que haya uno que quiera poner el grupo malo y atente contra la unidad. En momentos así no me tiembla la mano.
—¿Cuáles son tus condiciones para dirigir?
—Las mínimas: agua y hielo permanente y que no falle la guagua. Buena merienda, almuerzo, y si se plantea alguna necesidad del grupo, que aparezca. Lo que pido nunca será imposible. Los atletas son como hijos y quieres lo mejor para ellos.
—¿Y cómo te sientes dirigiendo a Víctor Víctor?
—Bien. No hay que decirle nada. Responde, sabe hacer las cosas en el terreno. A veces me excedo, porque sé que puede batear y no lo hace. Tengo que reconocerlo: por un momento creo que soy yo, pero como padre y mánager quiero más.
—El pago de un director es inferior al del atleta.
—Todavía es muy poco lo que se gana por dirigir una Serie Nacional. El atleta gana más. Algunos somos Gloria Deportiva y recibimos remuneración por las medallas, pero ¿y los otros? Eso es algo que debe revisarse. Tampoco todos deben ganar lo mismo. Ahí están las estadísticas, los líderes de cada área merecen ser estimulados.
«Como mánager, el desgaste sicológico es grande. Cuando termina el Campeonato y el resultado no es el esperado, necesitas descansar un tiempo para lograr ser el de antes».
—¿Cuánto se sacrifica a la familia?
— ¡Uff! Mi estrés se lo transmito a mi esposa. Cuando no se juega bien estoy bravo, no quiero comer y me aparto tranquilo a un rincón de la casa. Eso ella lo sufre.
«El público no deja de tener razón, pero ignora esas cosas. Mi forma no me la quita nadie, pero estoy intentando tener más calma, gesticular menos… Trato de no ir al box, va Rogelio».
—¿Cuántos spikes te dieron?
—19.
—Tienes 40 hombres.
—Vamos a ver qué hacemos… La Comisión Nacional de Béisbol y el Inder están trabajando en eso, para que en la próxima Serie no suceda y todos los deportistas cubanos se vistan bien, como debe ser.
—Quienes están cerca de ti hablan de un hombre muy humano, pero la imagen que proyectas es otra.
—Mira, el entrenador tiene que saber el mínimo y el máximo de sus jugadores, cuál es de cloche y cuál de estirpe. Si tienes esos datos gozas de libertades. Pero cuando te faltan los hombres ideales para la situación, te inquietas.
—¿Eso puede justificar una mala reacción?
—No.
—Al calor del juego, has actuado mal con los árbitros, ¿te arrepientes?
—No. Yo tengo mi estilo y puedo equivocarme como ser humano, pero cuando salgo al terreno es porque el árbitro ha actuado mal varias veces. Si encima me da una respuesta inadecuada, reacciono mal, si es convincente, me marcho tranquilo.
«Si un árbitro se equivoca de tres a cinco veces hay que traer a otro. No se explica que durante el juego un árbitro hable con los peloteros o los asesore: tiene que cantar lo que toca. Así eleva el nivel del atleta, mejora el arbitraje y gana la pelota cubana.
—¿Qué debe tener un ampaya?
—Una buena zona de strike. Sangre fría. Ser honesto, imparcial, no salir predispuesto al terreno. ¿Cómo vas a anunciar en una mesa de dominó que me vas a botar del próximo juego?
—Con Víctor Mesa no hay términos medios: o se le quiere o se le odia…
—Eso es bueno. Martí habló de lo triste que es no tener enemigos. Busca la frase y verás.
—Has dicho que no eres partidario de los refuerzos…
—La mejor etapa fue la Serie Selectiva. Yo llevaría la Serie Nacional a 80 partidos y después haría la Selectiva, con 60. Jugaría la misma cantidad que Estados Unidos. Nosotros jugamos para un resultado, pero la pelota nos gusta.
—Si te pidiera un equipo Cuba ahora…
—Más adelante te respondo. Solo te adelanto que, suponiendo que lo integraran 24 atletas, llevaría ocho peloteros «viejos», los más destacados del campeonato, y los otros serían atletas jóvenes, en preparación para el presente ciclo olímpico. Los talentos, para que se desarrollen, necesitan jugadores experimentados.
—¿Y un Todos Estrellas de la pelota revolucionaria?
—Voy a arriesgarme, aunque no me gusta. Receptoría: Lázaro Pérez, Juan Castro y Alberto Martínez. Podríamos incluir a Medina porque es quien más batea de todos. 1B: Muñoz y Marquetti. 2B: Anglada, Isasi y Pacheco. SS: Paret, Puente y Germán. BD: Kindelán y Olivera (padre). 3B: Cheíto, Linares y Vargas. JI: Gourriel, Capiró y Wilfredo. JC: Víctor Mesa, Laffita y (Ermidelio) Urrutia. JD: Casanova, con él basta. En el box: Vinent, Rogelio y Lazo, y los zurdos: Changa Mederos y Jorge Luis Valdés. Director: José Miguel Pineda, Servio Borges, Jorge Fuentes y Pedro Chávez, los mejores que he tenido. Y de preparador, Eduardo Martín: no he visto en el mundo alguien que se le acerque.