Foot cover de Noticia Autor: Juventud Rebelde Publicado: 24/10/2018 | 09:03 pm
Pareciera que no existen fronteras entre el frío metal y la cálida mano que lo sostiene, que no se hallan el uno sin el otro, que se funden. A donde quiera que va Víctor Josué Martín González lleva consigo su saxofón alto, ese con el que se graduó hace apenas unos meses de la Escuela Profesional de Arte de Pinar del Río y que ya lo distingue entre sus compañeros.
Con solo 19 años, él aprovecha cada oportunidad de superación que le brinda la Banda de Música del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), a la que pertenece desde el pasado mes de agosto.
Esta es la mejor escuela por la que puede transitar cualquier egresado de la enseñanza artística durante su Servicio Militar Activo (SMA), dice. Más aún quienes aspiramos a ingresar al Instituto Superior de Arte (ISA) o cualquier otro centro de enseñanza de nivel avanzado para continuar perfeccionando nuestra técnica, resaltó.
También de verde olivo, Modesto Yasiel Abreu Rodríguez coincide en catalogar a la Banda como una gran academia. A diferencia de Víctor, este habanero de 21 años que ostenta los grados de sargento de segunda del servicio de reenganche, no tuvo una formación musical, pero los tres años transcurridos entre marchas, himnos, arreglos para conciertos e interpretaciones populares le han permitido superarse.
Natural de Marianao y con un tío trompetista, siempre sintió inclinación por este instrumento, aunque nunca acudió a ninguna clase o centro especializado para aprender. Fue durante los primeros días del SMA que sus superiores notaron sus aptitudes y decidieron su traslado para la Banda de Música, donde también ha aprendido solfeo, a leer una partitura, y se ha especializado en el toque de silencio. Su aspiración es continuar su preparación dentro y fuera del colectivo para ser evaluado como profesional.
Igual deseo de superarse con el trabajo constante en la institución motivó a la joven Glenda Cumbá Veloy, egresada de saxofón tenor en la Escuela de Nivel Medio de Música José White, en Camagüey, para integrar la Banda de Música. Hasta el momento de tomar la decisión nunca había pensado en la posibilidad de pasar ahí sus tres años de Servicio Social, aunque conocía del prestigio y el trabajo de esta institución.
Con un mes y unos días en la Banda de Música, además de aprender el repertorio ceremonial típico de esta agrupación, esta avileña vence a diario el reto de acoplar el sonido de su instrumento al de sus compañeros durante la marcha.
Los tres jóvenes coinciden en que este es el aspecto que más trabajo les cuesta a los de nuevos ingresos, pero las constantes sesiones de práctica, que combinan con lecciones de marcialidad y ceremonia, necesarios para la importante labor que realizan, los ayuda a vencer los obstáculos. También influyen las presentaciones comunitarias de la banda, en las que sus músicos tienen la oportunidad de probarse en nuevos géneros y escenarios.
Glenda es una de las que más aprovecha estos espacios, junto a la orquesta que han integrado varios de sus compañeros; ahí puede ejercitar los géneros populares que tanto le apasionan, e incluso probarse como cantante.
Batuta en mano
Como hijos propios considera la teniente Dayany Albuerne Aguilar a los integrantes que tiene la Banda de Música del Estado Mayor General de las FAR, una de las dos existentes en el país —la otra es la Banda del Ejército Oriental—, y a la que llegó como participante en el desfile popular y revista militar en saludo al aniversario 60 de las FAR.
En esa ocasión, en la que se fusionaron bandas de música de toda la capital, resultó seleccionada entre nueve de los directores de este formato en los municipios para dirigir las cuerdas de madera, la más numerosa dentro de la gran Banda que dio cobertura a la fecha.
Graduada de fagot en el ISA, y con una rica trayectoria como profesora de la Escuela Elemental Manuel Saumell, la también directora de orquesta no lo dudó ante la propuesta de tutelar tan prestigiosa institución musical. «Lo vi como un reto, la oportunidad de aunar todas las actividades profesionales que realizaba por separado, la posibilidad de crecer como mujer, madre, maestra y compañera».
Sobre la aceptación que ella ha tenido entre los músicos de la Banda, refiere que quizá se deba a que no hace mucho estuvo del otro lado de la batuta y comprende bien las preocupaciones e inquietudes de sus discípulos. Pero lo cierto es que, con apenas 36 abriles, el empeño de esta joven se hace notar entre el colectivo del que habla con tanto orgullo.
Hoy, explica, se ve reflejada en cada uno de sus integrantes, cuya edad promedio no pasa los 19 años; principalmente entre las diez muchachas que cumplen su Servicio Social, y los 15 jóvenes de formación empírica que demandan de ella un mayor trabajo.
El maestro y su más longevo discípulo
Milanés Galvez constituye el alma de la Banda. Foto: Ricardo Tamayo
Con 75 años de edad recién cumplidos y 58 años de experiencia en el trabajo profesional de músico, el teniente coronel Ney Miguel Milanés Gálvez, director de Bandas de Música de las FAR, bien pudiera escribir la historia de esta prestigiosa institución.
Y es que nadie como él, autor junto al Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, de gran parte de la música patriótico-militar de la nación —entre esta la Elegía a José Martí, con la que se le rinde tributo al Apóstol diariamente en el santiaguero cementerio de Santa Ifigenia—, puede hablar de lo que representa la Banda desde su surgimiento en abril de 1960.
Según explicó, «partiendo de la premisa de que la música hermana a los pueblos y es un idioma universal, las bandas de música son fieles exponentes de esta forma de comunicación. Y en el caso de la nuestra, que participa en ceremonias protocolares de primer nivel, funge, además, como una especie de embajadora de la Isla ante el mundo, por ser muchas veces el primer rostro que ve el visitante extranjero al arribar a territorio nacional».
Igual criterio comparte el suboficial Amado Torres Valdés, el integrante más longevo de la Banda, con 42 de sus 64 años de vida en función de la percusión que hace vibrar hasta al más escéptico en cada una de sus presentaciones.
El día de su prueba de fuego: el entierro a las víctimas del sabotaje al avión de Barbados, en 1976, Amado supo que la Banda era su vida, y a ella se ha dedicado. Desde entonces son pocos los actos, condecoraciones, recibimientos y desfiles en los que no ha dejado su huella; del mismo modo que son escasos los integrantes de la Banda en los que no ha sembrado la semillita de su alegría y tenacidad.
Y es que este eterno joven, quien se hizo profesional en el día a día y adquirió la categoría de músico instrumentista principal de la Banda gracias al maestro Milanés Gálvez y a sus compañeros de trabajo, se empeña en transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones que pasan por el colectivo.
Fotos: Cortesía del Minfar