Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Salvado de una «mancha» mortal (+ Video)

Un joven de la ruralidad de Granma, afectado por una rara malformación, fue tocado por la magia real de competentes profesionales de la salud. Hace un año ellos lo trajeron de vuelta a la vida

Autor:

Osviel Castro Medel

LA PIEDRA DE YAO, Buey Arriba, Granma.— Tato vivía muy mal. Con frecuencia soltaba sangre de su cabeza y era azotado por un miedo indescriptible. A veces sentía pánico a la hora de dormir porque se pegaba de la sábana, que amanecía roja a causa de la extraña efusión sanguínea.

La pequeña «mancha» craneal con la que él había nacido, el 6 de junio de 1998, se extendía ya por un lado de la cara y parte del cuello, ahora acompañada de «burbujas de sangre», y esto lo obligaba a usar vendaje compresivo siempre.

«¡Mami, mira, estoy sangrando otra vez!», solía decirle en cualquier momento del día a su progenitora, Aleida Rodríguez Quintana. Tal expresión generaba colosal angustia, sobre todo cuando la hemorragia sobrepasaba lo acostumbrado y había que atravesar los caminos de La Piedra de Yao, hasta llegar al borde de la carretera para hacer las señas de urgencia a algún vehículo con destino a Buey Arriba.

«Fue a los nueve años cuando la mancha se me empezó a alterar, también aparecieron las verrugas de sangre; en la adolescencia vinieron los sangramientos», cuenta Yuniel Silveira Rodríguez (su verdadero nombre), quien entonces no podía sospechar que ese aparente «eclipse» era una complicadísima y rara lesión: fístula arteriovenosa compleja de vasos cráneo-cervicales. Es decir, tenía un aneurisma cirsoideo que con el paso del tiempo fue creciendo. Este llegó a englobar los principales vasos de la cabeza y el cuello.

Suerte que el muchacho fue tocado por la magia real de profesionales de la salud muy competentes, liderados por el doctor Maikel García Chávez, jefe del servicio de Neurocirugía del hospital provincial Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.

Ellos realizaron cuatro intervenciones quirúrgicas que salvaron a Tato, como le dicen todos con cariño. Venían tratándolo desde 2015, después de ver con asombro los resultados de una angiografía diagnóstica (estudio radiológico con contraste), realizada en Camagüey. El aneurisma era como «un cráneo sobre otro cráneo», según ilustra el doctor García Chávez, y le provocaba un soplo cardíaco por la sobrecarga para su corazón.

Cirugía «mundial»

La primera de las operaciones fue justamente hace un año, el 12 de noviembre de 2019 y entrañó la ligadura de la arteria carótida. Fue una intervención de emergencia, practicada luego de una hemorragia incontenible.

Unos días después tuvo que ser llevado de manera apremiante al salón pues el aneurisma —como un ente vivo— se interconectó con los vasos del otro lado del cuerpo, y en el propio hospital se produjo un sangrado de grandes proporciones. Entonces, para controlarlo, hubo que ligar los tres troncos nutricios que ascendían hasta la lesión.

La tercera intervención —también de urgencia, el 4 de diciembre de 2019— resultó la más difícil y riesgosa, duró unas siete horas e implicó, entre otras cosas, la extracción en bloque de la malformación arteriovenosa.

Ese acto quirúrgico probablemente sea inédito en Cuba, como explicó García Chávez, quien a sus 40 años es Máster en Ciencias Médicas. «Cuando buscamos los reportes registrados en el mundo sobre este tipo de cirugía encontramos solo cinco similares y ninguno de esta magnitud», comentó.

«No podemos decir categóricamente que no se hayan hecho otras intervenciones exitosas de este tipo, pero las malformaciones que aparecen reportadas no tienen el tamaño, el alto flujo y la complejidad de esta, por eso era muy particular. En realidad, es de poca supervivencia, incluso en los países más desarrollados.

«Fue una cirugía vascular tensa en todo momento, su principio fundamental era separar cuidadosamente, en una sola pieza, la lesión del cráneo, de la cara y del cuello. Por eso duró mucho tiempo, tuvimos que ir disecando cada uno de los vasos de la lesión y separándolos. Eran vasos tan interconectados, complejos, frágiles, distintos y de tan alto flujo que se necesitaba precaución y precisión», reconoció el brillante médico, quien también es profesor asistente de su especialidad.

Sorpresa

 

Yuniel volvió a hacerle bromas a Aleida, su mamá, después de haber vivido momentos de grandes riesgos en el hospital. Foto:Osviel Castro Medel.

El exitoso «ataque» al enorme aneurisma cirsoideo no fue el final de esta historia, narrada en parte por la colega María Valerino en el periódico granmense La Demajagua.  El propio Tato contó que debió ser llevado más de 40 veces al salón para unas curas que, aunque bajo anestesia, no quisiera recordar.

Como la zona de la operación había quedado cruenta (tejido sin sanar ni cerrar), fue necesaria una cirugía estética y reconstructiva, realizada a finales de diciembre de 2019 por los doctores Marja Verdecia Lago y Yelian Serrano Estrada, del servicio de caumatología del hospital bayamés.

«Se valoró la extensión de la zona a reconstruir, situada mayormente en la mitad izquierda del cuero cabelludo; también el estado general, nutricional y sicológico del paciente. Escogimos la realización de injertos de piel laminares, delgados. Las láminas de piel fueron tomadas de su muslo izquierdo, mediante Dermátomo y fijadas en la zona cruenta con suturas simples, tras lo cual se aplicaron vendajes de gasa. A pesar de la gran zona cicatrizal se logró cerrar el defecto causado por la extirpación del tumor», expuso Verdecia Lago, especialista en cirugía plástica y reconstructiva.

El 2 de febrero de este año, después de casi seis meses de hospitalización, Tato regresó a La Piedra de Yao; se fundió en un largo abrazo con su novia, Zenia Galán Hernández; tocó la mejilla de Eugenio, su padre; miró los ojos brillosos de Osniel, su hermano.

La sorpresa que más sacudió a la familia fue la llegada ese mismo día de una guagua alquilada por el personal del hospital, en la que iba Maikel. También hicieron el viaje los jóvenes neurocirujanos Abdala Muñoz Palomino y Osman Ramírez Tasé, quienes participaron indistintamente al lado de García Chávez en las operaciones y con quienes Tato cruzó infinidad de bromas mientras estuvo ingresado.

«Ellos se convirtieron en parte de la familia, al igual que muchos de los trabajadores del hospital, desde los camilleros hasta los del ascensor. El corazón se te acelera cuando se piensa en todo el amor que nos dieron allí y en todo lo que hicieron por mi hijo», dice Aleida Rodríguez con lágrimas en los ojos.

Desaparecido el soplo, eliminadas las vendas de la cabeza, enterrados los sustos de antaño, Tato puede hacer una vida con normalidad, aunque sin grandes esfuerzos ni exposiciones duraderas al sol. Sentado ahora en el portal de su modesta casa, sueña con trabajar «suave» algún día (es técnico en elaboración de alimentos), con abrazar a los  hijos que están por venir y contarles cómo unas personas maravillosas lo devolvieron a la vida.

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.