En la inauguración de la Escuela de Cuadros de la CTC, en La Coronela, en 1975. Publicada: 27-12-1998. Autor: Ángel González Baldrich Publicado: 21/09/2017 | 06:15 pm
«Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que solo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo», escribía sobre Fidel su incondicional amigo Gabriel García Márquez. Esas palabras del Nobel colombiano develan, en prosa poética, el verdadero misterio de la imagen rebelde que ha regado sus metáforas por el mundo.
Los estudiosos del arte visual hablan con frecuencia de figura, forma, perspectiva, volumen, textura, tono o color, componentes imprescindibles en una foto. ¿Pero cómo captar la mística que emana del fotografiado? ¿Qué manual ofrece herramientas para tomarle un zoom a los sueños, en el instante mismo en que nacen? Se necesita un deslumbramiento, un estado de gracia que conmueva y, casi por inercia, haga presionar el obturador.
Así lo han hecho aquellos que han tenido la gloria de vivir momentos con Fidel y dejar registro de sus instantáneas en las páginas de Juventud Rebelde. Una selección de 50 imágenes, como homenaje del diario a su creador, en el medio siglo de fundado, muestra un recorrido cronológico que no refleja toda la incesante actividad del protagonista, pero sí su estatura moral, su personalidad seductora y su mirada profética.
En estas late también su espíritu de juventud y rebeldía; su vínculo permanente con los más nuevos, su preocupación por transmitir ideas al pueblo; el calor de su presencia física en los momentos de tristeza por la muerte de un amigo, o de disfrute por el abrazo de un compatriota. Y se descubre, en cada uno de los rostros, la estética de su estampa onírica, la belleza del alma que se entrega a las causas justas y nobles, como si no fueran fotógrafos, sino poetas, los que han proyectado su perfil y lo han empinado a la posteridad.
El secreto está en que Fidel es Fidel. El mismo que admiró el padre Llorente, uno de sus profesores en el Colegio de Belén cuando en el libro de memorias de graduación del curso 1944-1945 profetizaba: «Fidel tiene madera y no faltará el artista». El mismo que Carilda Oliver Labra describió como «ese Fidel insurrecto/ respetado por las piñas/ novio de todas las niñas/ que tienen el sueño recto». El mismo que el Che, en una convocatoria de amor y lucha, llamó «ardiente profeta de la aurora» y junto a él vino desde México a liberar el verde caimán «derrotando afrentas con la frente».
Es el «fidelísimo retoño martiano, asombro de América, titán de la hazaña», que invocara el Indio Naborí en su Marcha Triunfal… o al que Neruda dedicó su cantar de gesta porque los pueblos agradecen «palabras en acción y hechos que cantan».
Ese es el Fidel de esta muestra. Poético, encantador, impulsor de sueños conquistables. Aquí está su temperamento, su huella, parte de su historia que es la de todos. No existe cubano —incluso aquel que no comparte sus ideas— que pueda desprenderse de su obra transformadora. Y alrededor de ella ha surgido ese manto de lirismo, esa inspiración, ese estado de pureza que el Gabo supo apreciar y que captara el lente de cada fotógrafo para llenar de poesía visual el cumpleaños 89 de un rebelde en Rebelde.
* Palabras pronunciadas por el periodista Yoerky Sánchez Cuellar, miembro del Consejo de Dirección de este diario, en la inauguración de la exposición fotográfica Un rebelde en Rebelde, este lunes en el Memorial José Martí.