Legendaria bailarina, creadora de una escuela de ballet, coreógrafa de obras clásicas y modernas... es la artista cubana que admiran públicos desde Estados Unidos, de América a Egipto. Pero amante de la ciencia ficción, investigadora de cavernas cubanas,descubridora de un raro hongo, conocedora de temas astronómicos...esa no la reconocen...
—Es hora de rescatar para el público la Alicia Alonso interesada en la ciencia... ¿no lo cree usted necesario?
—Quizá sea útil para comprender el porqué de algunas de mis creaciones en el ballet. Por ejemplo, una de ellas es la coreografía hecha por mí para convertir en danza la obra musical Verbum (o Genoma in música) del catalán Joan Guinjoan, que trata acerca de la evolución del genoma humano, sus misterios. Si no hubiera estado interesada en todo ese mundo maravilloso que nos rodea, y que precisamente las ciencias investigan, tal vez habría pasado por alto la elaboración de un ballet con tema tan complejo...
—Verbum fue estrenada el 29 de octubre de 2004 durante el 19 Festival Internacional de Ballet de La Habana...
—Puede leer en el programa de ese ballet algo que expresé entonces, muy significativo para comprender mi interés en asunto tan aparentemente lejano a mi mundo artístico: «La ciencia y el arte se encuentran entre las más elevadas manifestaciones de la actividad humana. En cierta forma se presuponen y por ello encuentro entre la audacia de la investigación científica y la aventura inagotable de la creación artística misteriosos vasos comunicantes».
—Muchos años antes de Verbum, el 21 de mayo de 1978, se estrenó en la sala García Lorca el ballet Génesis, con coreografía suya, música de Luigi Nono y diseños escenográficos de Jesús Soto. Tema: el pequeño mundo físico en que se desarrolla inicialmente la vida...
—Desde muy pequeña me fascinan los temas referentes al micro y al macromundo y las relaciones entre ambos. Ahí hay mezcla hermosa, fascinante, entre el arte y lo que ha logrado desentrañar la ciencia. De esa realidad hay muestras en la ciencia-ficción...
—Momento oportuno para que nos hable de Misión Korad, ballet concebido y estrenado en 1980 por usted, después de conocer, e impresionarle, una obra de ciencia-ficción cubana.
—La ciencia-ficción, en sus mejores ejemplos, es un género que siempre me ha fascinado. Pienso que, en cierta forma, viene a ser el equivalente, en nuestra época, de los cuentos de hadas del pasado. Como ellos, es un particular producto de la imaginación al enfrentarse a lo desconocido, a lo que transitoriamente la ciencia no puede aún descifrar. El hombre, utilizando el conocimiento acumulado, echa entonces a volar la imaginación y ofrece su propia versión del misterio. Por eso me interesé al conocer el libro de Oscar Hurtado con el título La ciudad muerta de Korad, primer poema de ciencia-ficción en nuestra literatura. Detalle curioso: en ese libro aparece como personaje y héroe un cosmonauta cubano en época en que pensar tal cosa parecía delirante fantasía. Por eso, al producirse en la realidad el primer vuelo al cosmos del cubano Arnaldo Tamayo decidí crear un ballet inspirado en ese hecho científico. Fue como unir el sueño de un poeta a una realidad desarrollada por la ciencia...
—Martí expuso por escrito, con ejemplos concretos, una tesis sobre los poetas como profetas de la ciencia...
—¡Interesante!... Y no se equivocó, como lo prueba el poema que me inspiró la coreografía de Misión Korad.
—¿Más trabajos suyos basados en ciencia y ficción? El 18 de abril de 2002 usted montó algo inspirado en un divertimento creado en 1750 por Carlo Goldoni.
—Cómo pasar por alto Un viaje a la Luna, comedia-ballet en un acto con música de Giuseppe Verdi, libreto en versión cubana de José Ramón Neyra, diseños de Ricardo Reymena y coreografía mía. El tema me apasiona, como la astronomía en particular, ciencia en que se basa este divertimento creado por Goldoni, reconocido como el fundador de la comedia moderna italiana. En tan lejana época alguien previó el vuelo del hombre al satélite natural de la Tierra...
—¿Qué le interesa de la astronomía?
—Los misterios que encierra. Los agujeros negros, por ejemplo; otro: la vida más allá de nuestro planeta...
—En un reciente viaje a Grecia, este mismo año, usted discutió con una periodista que afirmaba la no existencia de vida fuera de la Tierra...
—Sí. Discutí porque creo firmemente que, en esa dirección, la ciencia ha dado pruebas afirmativas de vida. Y algún día también conoceremos qué hay al otro lado de los llamados huecos o agujeros negros. Si es cierto —o no— lo que afirman algunos científicos: tales «huecos»... ¿serán el paso hacia un universo desconocido? ¡Apasionante el tema!... ¿no le parece?
—Coincidimos. Esa propuesta del famoso físico británico Stephen Hawking resulta impresionante. Pero más aún descubrir el interés de una bailarina por temas vinculados a la ciencia... ¿Quién fue la persona que la impulsó por ese camino tan alejado de los fouettes y entrechats?
—Es que hay algo que usted desconoce. Mi camino hacia la danza está vinculado a la ciencia, a un científico en particular: mi padre, el veterinario-cirujano Antonio Martínez Arredondo. En 1929, el ejército decidió mejorar la cría caballar y envió a España a uno de sus más destacados especialistas, para escoger razas, seleccionar ejemplares y mantenerlos sanos durante la travesía de regreso a Cuba. Así, toda la familia viajó allá, donde permanecimos un año. Mi abuelo materno, un español de Santander lleno de nostalgia, nos pidió a mi hermana Blanca y a mí que, al regresar, le trajéramos como regalo bien aprendidas las danzas folclóricas de su país. Así, ambas tuvimos profesores de esos bailes y un día regresamos a Cuba, bailando malagueñas, sevillanas, jotas y tocando las castañuelas. Fueron esas las primeras clases de baile que yo tuve. Me aportarían valiosos antecedentes para personajes de carácter español que luego interpreté, como Carmen, la Molinera de El sombrero de tres picos y la Quiteria de Don Quijote, entre otros. Así, la confianza en los conocimientos científicos de mi padre creó la base para mis primeros conocimientos de baile. Por cierto, en su profesión de veterinario a mi papá le solicitaban clases magistrales y se plantea que fue el primer profesional cubano en aplicar la inseminación artificial. Precisamente, este año el Consejo Científico Veterinario de Pinar del Río me invitó a una actividad relacionada con mi padre, a la cual no pude asistir, pero envié esta nota: «He recibido con emoción la noticia de que los veterinarios cubanos se interesan por rescatar y estudiar la personalidad de mi padre, el Doctor en Medicina Veterinaria Antonio Martínez Arredondo. Agradezco infinitamente este gesto que él recibiría con la humildad que lo caracterizaba. Fue un hombre excepcional que me enseñó a amar la naturaleza, especialmente a los animales, pero sobre todo, a amar la Patria».
—En plena juventud, y siendo ya bailarina conocida, usted se unió a grupos de espeleólogos y así conoció cavernas cubanas. Muchas fotos la muestran en esa faena, incluso junto al conocido geógrafo cubano Antonio Núñez Jiménez, entre otros científicos. ¿Por qué no se apartó de la ciencia?
—Seguí los pasos de mi compañero en esa época, Fernando Alonso, quien practicaba la espeleología. Me fascinó ese mundo silencioso que encierra tantos misterios acerca de la tierra en la cual vivimos. Soy una persona abierta al conocimiento, llámese cultura artística o científica. Le faltó un dato: no era yo la única bailarina de ballet interesada en la espeleología. Lupe Velis, quien sería más tarde la esposa de Núñez Jiménez, también se encontraba entre nosotros.
—Cito un texto de Núñez Jiménez que plantea algo sorprendente sobre usted: «Recuerdo que en las excursiones de la expedición alemana patrocinada por la Universidad Francfort del Meno en la Sierra de los Órganos, y ante el asombro del botánico Wilhelm Lotcher, Alicia descubrió para la ciencia una nueva especie de hongo cerca de la boca de la Cueva del Indio, en San Vicente, Viñales». ¿Puede ampliarnos esa curiosa nota en la biografía de una bailarina de ballet?
—Todo ocurrió sencillamente y de manera inesperada. Durante una excursión yo me senté a descansar sobre una piedra a la entrada de la cueva y cuando bajé la vista encontré un hermoso hongo a mis pies. Me llamó la atención su colorido y lo comenté con el profesor Lotcher. ¡Para qué fue eso... el científico alemán se volvió loco de alegría! Yo había hallado un hongo que creyeron desconocido hasta ese momento. Núñez Jiménez fue testigo de esto y dejó la constancia que usted cita. Un dato poco divulgado en mis relaciones con ese gran geógrafo y amigo: si yo, una bailarina, participé en excursiones de investigación con Núñez, él fue durante algún tiempo representante del Ballet de Cuba en viajes al exterior antes de su partida a la lucha en la Sierra Maestra. Medio en broma: he ahí una simbiosis llamativa entre el ballet cubano y la ciencia espeleológica.
—Todavía no termina la interrelación entre arte, ciencia y Alicia Alonso. El 15 de enero de 1960, el Comandante en Jefe participó en el acto por el XX aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, que presidía Núñez Jiménez, y usted fue una de las invitadas presentes.
—Sí. Nunca olvidaré que esa fecha sería escogida años después como Día de la Ciencia en nuestro país, recordando una parte importante del discurso de Fidel, pronunciado en aquella ocasión, acerca de que el futuro de nuestra patria tenía que ser un futuro de hombres de ciencia.
—Una vez más la famosa bailarina cubana estuvo presente en un escenario de ciencia...
—Si usted quiere... esa fue la otra Alicia Alonso... la menos conocida... la que respeta y admira el conocimiento científico.