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Enrique Hart vive en todo lo ancho del mundo nuestro

El destacado revolucionario, quien  murió el 21 de abril de 1958, constituye un  ejemplo de patriotismo, inteligencia y audacia revolucionaria para las nuevas generaciones

Autor:

Juventud Rebelde

Era un compañero alegre e inquieto, al mismo tiempo que maduro y responsable. De frases directas y cortas, con una gran aversión por la sociedad burguesa y la clase política dominante.

Un relato de José Díaz (Pepe) lo retrata de cuerpo entero: Enrique, a quien Pepe le servía de chofer, fue a solicitar a un rico hacendado dinero para el Movimiento 26 de Julio. Al notar que Enrique regresaba sonriente, Pepe pensó que había resultado buena la gestión. Pero, al preguntarle respondió:» ¡Qué va!, dice que a quien le va a dar el dinero es a Batista porque si nosotros llegamos al poder, esa sería la desgracia de todos ellos, los ricos». Y seguidamente comentó: «Qué inteligente es y qué claro está este tipo». Así era y así pensaba Enrique Hart.

En los días anteriores al desembarco del Granma, la actividad revolucionaria que desplegaba Enrique Hart era intensa. Combatía el desaliento que a veces asomaba en las filas del Movimiento 26 de Julio en la capital a causa de las limitaciones en materia de armas y otros recursos, insistiendo en que «con lo que se tenga, tenemos que hacer cuanto podamos».

A partir del 2 de diciembre comenzaron a llegar noticias acerca de la supuesta muerte de Fidel y el fracaso de la expedición. Para Enrique las dudas y el pesimismo que se apoderaban de algunos había que convertirlos en acicate para la acción en aquellas difíciles circunstancias. «Si Fidel y sus compañeros cayeron, debemos continuar la lucha; si están con vida, nuestras acciones les servirán de apoyo», proclamaba. Con esa convicción convocó, dos días después del desembarco, a un grupo de integrantes del 26 de Julio, entre ellos a Héctor Ravelo, Federico Bell-Lloch, Bebo Hidalgo, Julio Alom y René Verdecia, para emprender esa misma noche nuevas acciones contra la dictadura batistiana.

Similar fue su reacción ante el fracaso de la Huelga del 9 de abril de 1958, cuando, recién salido de la cárcel a mediados de febrero de ese año, fue designado Jefe de Acción y Sabotaje en la provincia de Matanzas.

Ese día 9 de abril, junto con Rodolfo de las Casas (Casita), tomó la emisora Radio Tiempo e hizo salir al aire el mensaje que convocaba a la Huelga General. Ese mismo día dirigió y participó en varias acciones.

Conocedor del fracaso de la Huelga, convoca a una reunión en horas de la noche, en la que «analizó las causas del revés y decidió declarar la provincia en estado de guerra civil, fortaleciendo el movimiento guerrillero en el territorio», según relata Caridad Díaz (Chilica), miembro de la Dirección Provincial del Movimiento 26 de Julio en Matanzas.

Enrique Hart nació el 4 de julio de 1929 en La Habana. Sus padres, Enrique Hart Ramírez y Marina Dávalos Torices, se trasladan sucesivamente a Trinidad, Sancti Spíritus, Colón y después a Matanzas debido a que el padre ocupaba el cargo de juez municipal y era asignado para esta labor en distintos lugares. En Matanzas cursa la escuela primaria e ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza hasta el 5to. año, graduándose de Bachiller y Agrimensor Público en Santiago de Cuba, donde el padre había sido nombrado magistrado de la Audiencia.

En 1950 regresa a La Habana y comienza a trabajar en el Banco Trust Company of Cuba. De vacaciones en Trinidad, lo sorprende la noticia del golpe de Estado de Batista el 10 de marzo de 1952. El mismo día que había llegado recoge sus maletas y regresa a La Habana. Su hermano Armando, al referirse a este hecho, narra: «Me dijo que el cuartelazo le había abierto al país el camino de la Revolución».

Participa activamente en la huelga bancaria de 1955, motivo por el que fue apresado y enviado al Vivac. Al ser puesto en libertad fue despedido de su trabajo en el Banco.

Se integra al Movimiento Nacional Revolucionario (MNR) que dirige el profesor Rafael García Bárcena, hombre honesto cuya limitación más significativa radicaba en que consideraba que solo con la participación del Ejército se podía derrocar al régimen.

En julio de 1954 participa en el rescate y liberación de un asaltante del Moncada que se encontraba recluido en el Hospital Ortopédico.

Preso García Bárcena, se dedica, junto a su hermano Armando, Faustino Pérez, Pepe Prieto, y los hermanos Mario y Bebo Hidalgo, a reorganizar el MNR. Al salir García Bárcena de prisión se reúnen con él en la casa de Enrique, en Calabazar, y según cuenta Armando Hart: «Tras una larga discusión confirmamos que aunque el profesor era un revolucionario honesto, no podía dirigir una verdadera revolución».

En octubre de ese año Enrique es detenido y remitido al Castillo del Príncipe, en la segunda de las cuatro detenciones que sufrió.

Poco tiempo después de salir de la prisión ya se encuentra integrado al Movimiento que lideraba Fidel Castro. Se distingue por su valentía, tenacidad y arrojo. Es designado Financiero Provincial y Coordinador de Habana Campo del M-26-7.

Fue nuevamente apresado y torturado por el Servicio de Inteligencia Militar al ser ocupadas bombas en un apartamento en 5ta. y A, en el Vedado. Con su acostumbrada agudeza y sentido del humor llamaba a este apartamento «la trampita», consciente de las limitaciones que dicho lugar tenía para estas actividades. Cuatro meses después sale nuevamente de prisión.

En febrero de 1957 traslada una gran cantidad de armas que el Movimiento logró de la Organización Auténtica. Asalta junto a otros compañeros el polvorín de la fábrica de cemento de Mariel. Dirige y participa en la incautación de armas en la finca de un acaudalado personaje en Calabazar.

Nuevamente detenido y torturado por la policía batistiana, Enrique es remitido una vez más al Vivac, donde participa en la huelga de hambre de los presos políticos en febrero de 1958. Para aplacar el escándalo desatado por dicha huelga el régimen decide poner en libertad a un numeroso grupo de presos políticos, entre ellos a Enrique; es designado Jefe de Acción en Matanzas.

El coordinador del M-26-7 en Matanzas en esos momentos, Ricardo González Tejo (el Maestro) explica que, al llegar Enrique «logra con su inteligencia, audacia y dinamismo» darle un vuelco a la situación que en ese momento tenía la provincia. Presta especial atención a grupos alzados de compañeros pobremente armados como el de Raúl Trujillo (Chichi) en Bolondrón; el de Lázaro Blanco en la zona de Banagüises, en Martí; y el de Edilio Crespo, en San José de los Ramos.

Dos días antes de su muerte visita la zona de la Sierra del Rosario, al sudoeste del Valle de Yumurí con el objetivo de establecer allí un nuevo grupo guerrillero, su preocupación fundamental era conseguir el armamento necesario para todas estas fuerzas.

El 21 de abril, en su incesante quehacer revolucionario en la casa que ocupaba con su familia en Villa Gloria, en La Cumbre, en el barrio de Versalles, Enrique se dio a la tarea de recuperar materiales de artefactos explosivos defectuosos. Le pidió a su esposa, que tenía en brazos a uno de sus dos pequeños hijos, que se quedara en la sala, él entró en la habitación donde escondían cocteles molotov, dinamita y algunas armas cortas y proyectiles, acompañado por el combatiente clandestino Juan Alberto Morales (Kent).

Repentinamente ocurrió una gran explosión; la esposa atemorizada salió gritando mientras que otro combatiente, Carlos García Gil (Yayo) entró a auxiliar a sus compañeros.

Otras explosiones se oyen y los tres revolucionarios mueren en este hecho, pasando a la inmortalidad como héroes inolvidables de la patria.

Poco después de su muerte, el destacamento guerrillero que operaba en el Valle de Guamacaro, al mando de Oscar Gutiérrez Barceló (el Zorro), tomó el nombre de Enrique Hart Dávalos.

El 15 de octubre de 1958, el Segundo Frente Oriental, al mando del entonces Comandante Raúl Castro, dio el nombre de Enrique Hart Dávalos a la columna dirigida por Carlos Iglesias Fonseca (Nicaragua).

El Comandante en Jefe Fidel Castro y Faustino Pérez lo recordaron con palabras de admiración. Su hermano Armando, desde prisión, envió una carta llena de amor a la familia, en la que dice: «Murió porque nació para vivir en todo lo ancho del mundo nuestro».

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