Las cifras hablan por sí solas: actualmente forman parte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) 1 453 escritores y artistas menores de 40 años, lo cual representa el 17 por ciento de la membresía, pero, además, solo el tres por ciento de los delegados al VII Congreso de esa organización —que tiene lugar en estos momentos en la capital—, y de los precandidatos al Consejo Nacional, están en este rango, según el informe que presentó al cónclave la comisión encargada de revisar los vínculos de esa institución con los jóvenes escritores y artistas.
«El promedio de edad de los miembros es de 60 años», expresó un tanto sorprendido el cineasta Víctor Casaus, director del Centro Pablo, institución que se ha caracterizado todos estos años justamente por lo contrario. «Este es un problema muy complejo que no solo tiene que ver con la UNEAC, sino que está presente en diferentes esferas del país. ¿Dónde está la continuidad de la cultura cubana?, se preguntaba el también escritor en la tarde de ayer, dedicada al trabajo en comisiones.
Este miércoles tuvo lugar la votación para elegir el Consejo Nacional de la UNEAC y los ejecutivos de las Asociaciones. Por su parte, el escritor Eduardo Heras León, quien en la cita anterior formó parte de una comisión similar, aseguraba que esas estadísticas no han variado mucho desde hace diez años. «Sin embargo, la comisión se desactivó después del VI Congreso, lo que significa que ha sido un tema que no se ha seguido de cerca», señaló.
Es por ello que el autor de Los pasos en la hierba considera que la relación de la UNEAC con los jóvenes artistas y escritores debe ser atendida por una de las vicepresidencias, «porque se corre el riesgo de que nadie se ocupe del asunto y quede en tierra de nadie. Si eso no está en las líneas de trabajo, no se podrá sistematizar».
Una de las razones de la poca presencia de la joven vanguardia artística cubana en la UNEAC está, a decir de la poetisa Reina María, en el alto nivel de selectividad que la distingue, «lo cual es imprescindible, pero se complica más si para poder acceder los jóvenes escritores, por ejemplo, necesitan contar con libros publicados o con un premio, pues hay que esperar mucho para ello. Por eso hay que salir a “cazar” a esos creadores, y debe existir una comisión que esté al tanto de quiénes son, qué están haciendo, atraerlos de alguna manera».
Por su parte, el dramaturgo y crítico Norge Espinosa mira el problema desde otra perspectiva: «¿Hasta qué punto la UNEAC es hoy referente para los jóvenes? ¿Dónde está su impacto? ¿Qué significa ahora optar por un premio tan prestigioso como lo fue el David?», interrogaba, al tiempo que insistía en que «lo que ha faltado es un diálogo intergeneracional al que se le hubiese podido sacar mucho provecho.
«Hay que tender puentes visibles y establecer nexos entre las instituciones y los diferentes niveles del pensamiento. Hay una verdad, y es que se ha perdido mucho talento porque no han podido encontrar un espacio. Ser joven no es un más ni un menos, sino lo que cada cual como artista sea capaz de hacer».
La cultura de mañanaMientras que los instructores de arte se ocupan de que la población esté más preparada para apreciar una obra plástica, de teatro, la música o la danza, la escritora e investigadora Caridad Atencio considera que la literatura se ha quedado a un lado, y le inquieta la escasa relación que existe entre sus colegas y los jóvenes.
El joven realizador Juan Carlos Travieso. Para Rudy Mora el esfuerso del Estado no puede ser en vano. «No entiendo por qué no se aprovecha el saber natural de un escritor. ¿Cómo es posible que estos no intercambien más seguido con los estudiantes de la Facultad de Artes y Letras, que les impartan seminarios o les dicten conferencias? Sin embargo, se quejan de que cuando estos se gradúan son incapaces de hacer una reseña. Lo mismo sucede en el ISA y en otras universidades, de las cuales se divorcian los artistas e intelectuales».
Confiesa el teatrólogo y crítico Jaime Gómez Triana que siempre se asusta cuando escucha que hay que atender más a los jóvenes, pues eso lo hace sentir «como si estuviera enfermo». Para él una de sus mayores inquietudes es la compleja situación que vive la enseñanza artística, «donde se sueña que la vanguardia artística juegue un importante papel, pero la realidad es otra: el claustro de profesores de esas escuelas está compuesto por jóvenes recién graduados que, por su falta de experiencia, no están preparados para formar a sus estudiantes con el rigor que necesita el país.
«Lo cierto es que son ellos los que están “aguantando el palo”, pero en la más absoluta soledad. Ni siquiera encuentran un programa de superación que los ayude a cumplir cabalmente su tarea, rompiendo con una tradición pedagógica, que solo permanece hoy en la Escuela Nacional de Ballet. Eso sin contar que falta bibliografía y los libros que existen están desactualizados».
En ese sentido, el actor Raúl Pomares insistió en que hay que velar de cerca por la calidad de ese tipo de enseñanza, «pues eso puede comprometer el porvenir de la cultura cubana». Por eso propuso que la comisión que analizó la formación de los futuros artistas se mantenga de modo permanente, «y que se cree un grupo de expertos que valore la realidad de las escuelas de arte».
Diálogo para la unidadPara el realizador Juan Carlos Travieso y la especialista nacional de audiovisuales de la AHS, Lídice Fernández, la falta de preparación del personal que labora en la radio y en la televisión, es una de las problemáticas más serias que deben enfrentar ambos medios de difusión masiva.
Travieso se alarma por el divorcio que existe entre el ICRT y la UNEAC cuando de cursos de superación se trata. «Algunos jóvenes se preocupan por elevar su nivel en esta última, pero luego no están supuestamente capacitados para trabajar en el primero». Lídice, por su parte, asegura que todavía el empirismo predomina en la radio.
«No son pocos los jóvenes que trabajan en la radio, pero carecen de formación, y es que esta es una especialidad que ni siquiera se estudia en el ISA».
Según Travieso, el ICRT ha dado pasos, pues se ve más en la pantalla la vida cotidiana del cubano y se han estrenado películas como Suite Habana y Fresa y Chocolate. «Tenemos que acabar de entender que nuestra Revolución se refuerza mirándose por dentro», afirmó.
Para el director de El Caimán Barbudo, Fidel Díaz, la necesaria transformación que requieren los medios de difusión masiva, «no depende de cambiar a las personas, sino los conceptos. Hay que repensar la televisión que hacemos». El periodista y escritor recordó el esplendor que vivió una emisora como Radio Ciudad de La Habana en la década de 1980, «y eso se debió a que fue “invadida” por los intelectuales.
«Esa es una experiencia, dijo, que hay que rescatar, porque no se trata de poner el hit parade, sino de entender que la cultura no es una temática en los medios, sino la esencia. A pesar de que Cuba es un imperio musical, los jóvenes desconocen nuestra música, y sin embargo, eso no ocurre en Brasil ni en Estados Unidos, dos países con similares potencialidades.
«Después manifestamos que a los muchachos no les gusta, cuando la verdad es que están completamente desorientados, no están entrenados en el debate cultural, los preparamos en las academias y luego les proponemos boberías como opción recreativa».
Rolando Pérez Betancourt, Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez, considera que en momentos en que apenas se va a las salas cinematográficas, hay que diversificar el cine que se exhibe en la televisión, y que es preferible que la gente encuentre las películas allí y no por canales alternativos. «Pero hay esquemas que debemos romper, pues me parece absurdo la decisión de poner comedias los domingos por la noche, para que vayamos a trabajar felices al otro día.
«También hay que acabar de dese- char los prejuicios a la hora de seleccionar las películas para la televisión, lo que ha impedido que se puedan estrenar títulos como Las horas o Brokeback Mountain, y sin embargo no se frenan otras que no aportan a los valores que defendemos».
Toda la atenciónSe produjeron sendas exposiciones por el miembro del Buró Político, Esteban Lazo Hernández, y por el jefe del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, Rolando Alfonso Borges, sobre la próxima inyección de recursos que recibirá la Televisión, los pasos que está dando la dirección del Partido para fortalecer la atención al ICRT, en particular al área de producción dramatizada y la calidad de los servicios informativos. Lazo recalcó la importancia de profundizar el intercambio entre los directivos y creadores, lo que debe completarse con una imprescindible acción conjunta entre el MINCULT, el ICRT y la UNEAC.
Más adelante se refirió al extraordinario esfuerzo del país en los últimos años en que se han llevado a cabo numerosos programas de la Batalla de Ideas, muchos de ellos inspirados en el VI Congreso de la UNEAC, que han tenido especial incidencia en áreas vinculadas a la cultura y que han propiciado una amplia participación social, en particular en sectores juveniles.
El realizador Rudy Mora se refirió a cuánto hay que hacer para transformar el sistema de trabajo y las estructuras y evitar que «el esfuerzo del Estado sea en vano».
En la televisión escasea cada vez más la profesionalidad, afirmó. «Sin embargo, no podemos dejar de entregarle a la gente un producto audiovisual de calidad, pues es la única manera de que las personas no vayan detrás de las películas y series alquiladas, porque lo que sí está demostrado es que a los nuestros les interesa verse en la pantalla».
El crítico Gustavo Arcos no duda en lo absoluto de la notable influencia que ejercen los medios sobre las personas, pero insiste en la ausencia del debate en la televisión. «Se habla de banalidad y se piensa en los artistas y la llamada farándula, pero no se tiene en cuenta que está presente también en los espacios informativos, donde abunda la superficialidad y escasean los cuestionamientos, las reflexiones sobre nuestra propia realidad».
Arcos añora los programas al estilo de Agenda Abierta, pero donde nuestros dirigentes informen de su gestión, «porque eso, al final, les da más credibilidad».
¿No es lo mismo acaso?Muchos fueron los delegados que intervinieron en una de las comisiones más concurridas de la jornada: Cultura y turismo. Allí se habló de la imagen de Cuba que se propone al mundo, y se enfatizó en el hecho de que para lograr la diversidad que queremos mostrar es necesario un riguroso criterio de selectividad.
Se reconoció que hay funcionarios del turismo que han demostrado un espíritu de superación en términos de arte, historia y de otras materias, pero que no es el panorama general que exhibe el sector. Se dijo que la UNEAC debe tener un papel preponderante en ese sentido y que se requiere de una mayor imbricación entre los ministerios de Cultura y Turismo.
«Lo esencial es la formación del capital humano, señaló Pedro Torres Moré, de la Escuela de Altos Estudios de Turismo de Ciudad de La Habana. La cultura no es un valor añadido a esta esfera; forma sustancialmente el producto turístico. Sin conciencia de identidad es imposible hacer buen turismo».
De esa manera, se insistió en que la instrucción integral de las personas que se relacionan con turistas, ya sean extranjeros o nacionales, en hoteles y otras instalaciones, no debe limitarse solo a los artistas. Si algún sector es sensible al problema del patrimonio cultural —tanto material como inmaterial— es el del turismo.
Todos tenemos que hacer la ciudadUna de las comisiones con mejores resultados en su gestión ha sido la de Ciudad, cultura y arquitectura. La situación de deterioro de muchas ciudades, la formación profesional de arquitectos, el bajo perfil con que cuenta esta disciplina en los medios de difusión y dentro del panorama artístico cubano, fueron algunos de los planteamientos más debatidos. Según el documento, nos amenaza el envejecimiento físico y humano de las ciudades y confrontamos serios problemas de convivencia dado el irrespeto a los espacios urbanos, tanto por entidades estatales como por particulares.
No obstante, quedó demostrada la permanencia de valores. Nuestras ciudades son depositarias de un patrimonio valioso muy variado y cualificado y existen estructuras organizativas barriales y de marcos institucionales para la planificación y la protección del patrimonio, aunque hay fenómenos que deben atajarse a tiempo.
«Estamos conscientes de las dificultades que hemos enfrentado durante años con la correcta utilización de los recursos; pero no es menos cierto que se impone hacer un análisis valiente de la verdad. Sería un error estratégico no ver la necesidad de mantenimiento y conservación, argumentó el Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, a propósito de la capital cubana.
«Es urgente crear el concepto de responsabilidad, porque hemos sido muy buenos regalando, pero, ¿hasta qué punto todo el mundo lo ha aprovechado? La Revolución fue quien acabó con los barrios marginales y ahora, con dolor, vemos cómo el meandro del río Almendares se está llenando de casuchas... Se debe considerar la Revolución como una verdadera transformación de la sociedad cubana, o todo se perderá, cuando los hombres de la gran autoridad no estén!
«¿Que la ciudad está en peligro? Sí está en peligro. No vamos a estar ocultando el Sol con un dedo; pero hay políticas y estrategias para evitar llegar a lo peor», dijo.
Los prestigiosos arquitectos Mario y Miguel Coyula opinaron en esa misma dirección. «Desde que comenzó el período especial, y desde antes, hemos estado permitiendo un relajamiento que va en contra de los principios de la Revolución, apuntó Mario. Y eso ha repercutido en la marginalización de las ciudades».
El también notable ensayista y profesor señaló la importancia de recuperar el rol cultural del arquitecto y la trascendencia de su labor. «Hay ejemplos en la arquitectura cubana de los 60 de cómo trabajar con calidad. Porque cuando uno empieza a renunciar a la belleza, para supuestamente construir bien y mucho, termina construyendo poco, feo y malo. Además, lo poco bueno que se ha hecho en ese sentido, no es visible; está fuera de las ciudades. Nosotros tenemos que dejar una huella de este tiempo; pero una huella de calidad».
«Existe una contradicción, reveló Miguel. Se hacen esfuerzos enormes por una mayor formación de profesionales del arte, de músicos, actores, artistas de la plástica..., sin embargo, van desapareciendo los espacios para recrear esas manifestaciones. Queremos una ciudad que no sea vista como un lugar donde vivir, sino para vivir. Si la ciudad es de todos, todos tenemos una responsabilidad con ella, y todos tenemos el deber de contribuir a hacer la cultura de la ciudad. Una persona puede que no entre nunca a Bellas Artes o al Amadeo Roldán. Lo que no puede es ignorar el edificio. Él está ahí diciéndole algo, y eso es una señal inequívoca del valor que tiene para el ciudadano la arquitectura y el orden de la ciudad. La gente puede que no comprenda la arquitectura, pero la disfruta, y eso es otra forma de decodificar los espacios.