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De la guerra de Iraq hablarán los historiadores, quizá se conozca para entonces cuántos nativos murieron en la invasión y ocupación realizada por las hordas de Estados Unidos y sus aliados europeos —y alguno que otro más entre los lacayos—, verán errores, se reconocerán crímenes o seguirán ocultos, quién sabe en cuáles circunstancias vivirá el pueblo mesopotámico, y si Estados Unidos estará en crisis económica o en bonanza, pero algo estará todavía pendiente: durante 50 años a lo menos, una importante parte de los impuestos que paguen los estadounidenses será dedicada a la deuda dejada por tal derroche de vidas y de recursos; la cuenta de la guerra en ese medio siglo será de 80 000 millones de dólares anuales.
En un análisis del sitio web MarketWatch se decía que los cuatro millones de millones que representan el costo total incluían los pagos de intereses de los miles de millones que se pidieron prestados para financiar la guerra; el costo del mantenimiento de las bases estadounidenses en Kuwait, Qatar, y Bahrein, desde las cuales se «protegía» al Iraq ocupado, y el del ejército de mercenarios que bajo la denominación de contratistas de compañías privadas custodiaban las propiedades de EE.UU. en suelo iraquí.
Pero casi todo el monto se empleará en atender a los dos millones de veteranos, sobre todo a quienes sobrevivieron con terribles mutilaciones de las heridas en el campo de batalla y retornaron a una economía en depresión con una carga de discapacidades físicas, mentales, o ambas inclusive.
Bajo la premisa de que todo fue un «éxito», un evento del que sacaron «un extraordinario provecho», y que las tropas podían mirar «con las cabezas bien en alto», como aseguró el presidente Barack Obama cuando anunció que este diciembre era el mes de la retirada de sus tropas de combate, es bien difícil saldar esta cuenta y también echar a un lado los numerosos crímenes de guerra cometidos.
No son pocos a los que en EE.UU. se les hace muy difícil entender que esa guerra fue una victoria y un éxito.
Allá se quedan miles de efectivos armados de los ejércitos privados, incluso para custodiar la mayor embajada del mundo. Y en territorio norteamericano, la mitad de la población tiene un «nivel mucho más bajo de ingresos», según reconoce el Buró del Censo.
Así están las cosas mientras Estados Unidos avanza hacia su año electoral, donde las definiciones serán escasas, más bien el status quo será preservado, pero… los indignados van ocupan su lugar aunque aún no sepan a ciencia cierta cuál es; no pocos veteranos sienten la decepción de otra guerra inútil; el 1 por ciento de los ricachones sigue disfrutando y el mundo se estremece pasándose unos a otros una crisis que es más que económica porque está abarcando a todo un sistema.
Cuando se le pase la factura al imperio, verá que tiene una cuenta muy dura de pagar.