Acuse de recibo
El joven doctor Marcos Antonio Cervantes Arrieta (Calle 19, No. 37, entre Cuba y J. Mayedo, Buena Vista, Las Tunas) aún no lo comprende. Se siente maltratado y exhausto de gestiones que a la larga costaron bastante a la economía familiar y resultaron infructuosas.
Ocurre que al llegar a tierra cubana, luego de su segunda misión internacionalista (ya ha estado en Venezuela y Brasil), chocó con ciertas disposiciones que no entiende de parte de la Aduana. «Soy miembro del club de aeromodelismo de Las Tunas, con acreditación y licencia No. 112011, por lo cual a mi regreso y fin de misión decido traer un aeromodelo de material poliespuma (sin cámara), para uso deportivo y desarrollo personal dentro del deporte aéreo. Al arribar por la Terminal No. 5 del Aeropuerto Internacional José Martí, el 3 de junio de 2017, amanecer del día 4, se me retiene el equipo y se me orienta retornar en pocos días con evidencias suficientes para la liberación del mismo», narra el galeno.
En efecto, volvió, en compañía de su padre, y los agentes de la Aduana que lo atendieron, lejos de resolver el entuerto, le manifestaron que «en vez de retener el equipo debían haberlo decomisado, para que ni siquiera retornase», ante lo cual, por supuesto, el afectado manifestó su desacuerdo.
«Acto seguido —relata— me dirijo a atención a la población en la Terminal No. 1, donde una vez más se nos mal orienta e instruye en relación con nuestra situación, por lo que al salir de la institución, frustrados (…) observamos que un agente aduanero se acerca (…) y decidimos preguntar al respecto qué podríamos hacer», evoca el doliente.
El empleado resultó ser un vicedirector de la Aduana, que radicaba en la Terminal 1; los atendió amablemente y los invitó a regresar a las oficinas de la entidad para esclarecer el asunto. «Nos orientaron recopilar todo tipo de evidencias, elementos que pudieran confirmar nuestra posición y luego retornar, una vez más», señala el lector.
Y otra vez, señala, confiaron y vinieron desde Las Tunas a La Habana, no una, sino varias veces, con el consiguiente gasto que ello implica, además del malestar físico y sicológico de las gestiones. Resultado: nada.
«He visitado varias instituciones, como Radiocuba, donde se me dice que por las capacidades técnicas de mi equipo no ofrece ningún peligro, como tampoco posee restricciones», precisa el colaborador.
De acuerdo con lo que refiere, el decomiso de su dispositivo se hace en virtud de una resolución que fue puesta en funcionamiento el 10 de mayo de 2017, y su entrada al país es del 4 de junio de ese año, menos de un mes después. Y él se encontraba no solo en otro país, sino en un lugar con difícil acceso a las comunicaciones.
«¿Por qué si mi documentación está lista, confirmada y validada y firmada por el Club de Aviación de Cuba y por todos los factores, donde se explica que efectivamente soy miembro acreditado y que el aeromodelo será utilizado para el deporte aéreo (…) aun así se continúa ignorando todo lo anterior?», pregunta el doctor.
Y este redactor añade: incluso en el caso en que no le asistiera la razón al demandante, y el equipo hubiera tenido que decomisarse irremediablemente, ¿por qué se alentó a la familia, en más de una ocasión, a retornar y mostrar pruebas documentales? ¿No existen para disposiciones como estas excepciones aprobables ante casos como el descrito, en el que la persona se encontraba fuera del país y en un espacio donde difícilmente podría informarse?
¿Qué riesgos o circunstancias violatorias implica la posesión de un equipo como el mencionado?
Las autoridades aduanales tienen la palabra.