Acuse de recibo
José Antonio Cruz Couto (calle Grant, s/n, finca Santa Ana, reparto Santa Amalia, Arroyo Naranjo, La Habana) escribe alarmado por la presencia creciente en esa zona del llamado caracol gigante africano, una de las cien especies dañinas más invasivas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Recuerda él que hace tres años los medios de prensa revelaron la presencia, por primera vez en Cuba, de la citada especie, precisamente, en Arroyo Naranjo. Y refiere que él reside en una de las fincas de Santa Amalia, zona muy afectada por la presencia de dicho molusco.
Precisa que esas fincas, pertenecientes a las cooperativas de créditos y servicios Fructuoso Rodríguez y Olveín Quesada, se dedican al cultivo de flores, frutales y hortalizas. Y tanto esos productores como los vecinos están preocupados por la rápida proliferación del molusco y los graves daños que está causando en los cultivos.
Eso, señala, sin contar el efecto más peligroso de una expansión de esa especie: es el principal vector en el mundo de Angiostrongylus Cantonesis, nemátodo causante de menigoencefalitis eosinofílica en humanos.
Afirma José Antonio que los campesinos de la zona se dirigieron a los presidentes de las cooperativas, quienes les orientaron recoger los caracoles con guantes y quemarlos.
«Sin embargo, dice, es humanamente imposible acabar, o incluso controlar los caracoles a través de esa vía; pues a pesar de los esfuerzos para eliminarlos se reproducen rápidamente. Nos hemos dirigido a las autoridades municipales del Partido, Salud Pública, Sanidad Vegetal y Agricultura. Y lamentablemente no hemos encontrado respuestas de ningún tipo.
«Es mi deber como revolucionario alertar sobre los efectos nocivos del caracol gigante africano, que, de no tomarse las medidas adecuadas, en poco tiempo estará afectando la agricultura del país, la cual constituye uno de los sectores priorizados en el proceso de transformación de nuestro modelo económico.
«Con la presencia del caracol en tierras cubanas no habrá campesino, semillas y fertilizantes que puedan generar los resultados productivos que el pueblo necesita. Es deber de los organismos competentes dedicar todos los recursos para combatir esta especie, ahora que está localizada en pocas áreas, pues a medida que se extienda, lo cual es inminente, será más difícil y costoso poder hacerle frente», concluye.
El pasado 30 de agosto, desde La Habana, Luis Gutiérrez Urdaneta refería aquí que en septiembre de 2013, Granma denunció la «espera demasiado prolongada» para aplicar los sistemas de purificación de agua ZZ basados en el uso de zeolita natural, que desde 1999 habían obtenido su primer registro sanitario gracias a sus autores, el Doctor en Ciencias Físicas Gerardo Rodríguez Fuentes y otros especialistas del Instituto de Ciencia y Tecnología de Materiales de la Universidad de La Habana.
Como ninguna entidad mostró interés en fabricarlos, el registro dejó de renovarse y se perdió a los tres años. No obstante, el lector recordaba lo declarado a Granma por el Doctor Gerardo: que, promovido por el Ministerio de Economía y Planificación, había el propósito de rescatar resultados científico-tecnológicos ya en el olvido.
Y del microbicida, esperaban que el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología lo validara, para otorgarle dos nuevos registros de producción y comercialización: uno de ellos, el equipo doméstico Filtro Purificador ZZ, creado en la Inpud de Santa Clara, con cartuchos o bolsas de zeolita purificada con sales de zinc.
Por todo ello, ante la invasión de filtros sudcoreanos en las tiendas cubanas, Luis preguntaba: «¿Se realizaron las tareas programadas entonces por las instituciones cubanas mencionadas? ¿Se han comenzado a producir y comercializar estos filtros? ¿Qué hay que esperar, mientras el país continúa erogando divisas en su importación, y se mantiene el consumo energético para hervir agua?».
A casi dos meses y medio, Luis vuelve a escribir para expresar: «Ningún organismo parece que se siente aludido, interesado, o aún están preparando la respuesta. Mientras tanto, la espera se sigue prolongando. Y un aporte científico de 1999 sigue en las gavetas».