Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

T.J.: ¿Qué hago con mi vida? Tengo 55 años y  dos hijos que no viven conmigo. Estaba casada y pensaba que era feliz. En 2014 mi mamá quedó paralítica y con demencia. La cuidé  hasta que falleció en diciembre de 2015. Me dediqué a ella y a mi esposo, quien me abandonó dos meses antes de su muerte. Fueron momentos muy duros, superé el divorcio, pero no la ausencia de mami después de dos años. Mi mamá cuidaba a una hermana mayor que tiene 92 años, que no tuvo hijos, y me la trajeron para que yo la cuidara. Entonces llevo cuatro años de cuidadora. Amo mi trabajo, en el que deposité todos mis sentimientos. Pero no tengo pareja, no salgo a ningún lado. Mi vida no tiene sentido. No sé qué hacer con tanta tristeza. Ayúdenme.

Quizá esta anciana en un momento sustituyó simbólicamente a la madre que perdió. Pero resulta muy difícil sostener esta heroica posición de ser «única cuidadora». Cabe preguntarse por qué no solicitar la colaboración del resto de la familia.

Es posible que la tristeza sea de tal envergadura que no haya querido tener tiempo para «pensar». Pero este grito anuncia su disposición al cambio de posición.

Luego de esta petición de auxilio se impone detener la rutina, para valorar posibles alternativas de solución. No descarte solicitar ayuda de diversos tipos: sicológica para usted, asistencia social y apoyo familiar con su tía.

Tal vez deba comenzar a cuestionarse sus razones para tanta renuncia. Si bien otros se desentendieron, usted ha asumido con extrema docilidad este «destino».

Por más que duela, hace falta pensar que más falta hoy además de su madre, así como poder arreglárselas con la soledad más allá del rol de cuidadora.

Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica.