D.I.: Soy una mujer adulta y divorciada. Comencé una relación con un hombre ocho años más joven, también divorciado recientemente. Nos vemos dos o tres veces a la semana en un lugar neutro y compartimos juntos un buen rato. Hasta allí todo va bien. Pero él no desea que nos expongamos ante los demás como pareja, prefiere que nuestra relación sea solo informal. Yo en realidad no quiero volver a contraer matrimonio, prefiero seguir viviendo sola, pero me gustaría no tener que esconderme de nadie. No me dice la razón por la que él prefiere que la relación sea así. Tampoco quiere que terminemos. Pero tengo mis dudas, quizá se apene porque soy mayor que él o por cualquier otro motivo. Tengo 48 años.
Esta parece ser una relación con un contrato preciso, sin que medien afectos y compromisos propios de otros vínculos. El goce comanda y excluye lo demás. Usted puede mantener su independencia a costa de quedar reducida a la posición de un objeto de goce que él no quiere perder. Si pudiese consentir a ello a cambio del disfrute que obtiene, todo estaría bien, pero usted hoy aspira a algo más. Sin embargo, en este tipo de contrato quedan excluidos el compromiso, el amor y el privilegio ante los demás. Solo le queda aceptar o renunciar a este contrato.
Podría intentar una nueva definición de su vínculo de pareja con este u otro hombre, pero tal vez tenga que pagar con la pérdida de esta gran independencia que hoy disfruta.
No podemos adivinar otras razones de él. En cambio usted sí puede analizar por qué se siente tan molesta con esta exigencia de mantenerse oculta ante los demás con vistas a definir qué espera de una pareja; advertida de que cada satisfacción tiene sus límites y costos.