La sexualidad madura no debe entenderse como algo residual, sino como culminación exitosa del acoplamiento entre personas que supieron superar problemas de índole erótico y comunicativo para disfrutar una larga y bien ganada fase de placidez sexual
La vida comienza a los 50: lo anterior es solamente práctica
Frase popular
Llegar a los 50 años es una experiencia fabulosa para quienes se atreven a vivirlo con toda intensidad. Es el momento cumbre para combinar juventud y experiencia, fruto anhelado en tantas canciones y relatos.
También en el sexo es una etapa óptima para reorientar nuestro modo de vivir y pensar el placer, resignificando su función en la cotidianidad. Especialmente para las mujeres, dice el barcelonés Antoni Bolinches, máster en Sicología y salud sexual, autor del libro que reseñamos con este seriado: Sexo sabio. Cómo mantener el interés sexual en la pareja estable.
La razón fundamental es la menopausia, o fin de la etapa reproductiva. Una vez superados los retos del climaterio (en los que hay mucho de mito) la conducta sexual es más libre y se enfoca en el placer. En Senti2 nos gusta decir que a esta edad «la mujer cierra su fábrica de niños y reinaugura un mejor parque de diversiones».
La disminución de estrógenos pudiera restar plasticidad y capacidad de lubricación a la vagina, pero si la pareja contribuye y la mente está activa, todo fluye a gusto. Y siempre queda la opción de usar lubricantes o acudir a la terapia de remplazo hormonal.
Una mujer que ama la vida y desde la adolescencia ha cuidado su salud y autoestima, llega a los 50 en forma óptima para el disfrute, dice Bolinches: tiene ganas, capacidad, sabiduría y sensibilidad mejorada.
Los hombres, por su parte, pueden llegar también a la edad mediana en plenitud de facultades para disfrutar un buen sexo. O pueden perderlas por un cuidado deficiente de su sexualidad y estar más sensibles al llamado Síndrome de distanciamiento emocional.
Tras largos años de convivencia con la misma pareja, es lógica cierta receptividad a propuestas sexuales externas que halaguen el ego, en especial de gente más joven. Muchos detractores del matrimonio estable y focalizado en una misma persona aseguran que a los 50 los hombres necesitan amantes jóvenes para renovar deseo, desempeño, interés e imaginación erótica.
Sin negar el peso de lo novedoso, hay razones para mantener la fidelidad, además de la ética y lo afectivo, asegura el autor, y cuestiona el manido refrán de cambiar una pareja de 50 por dos de 25 como salida a una sexualidad andropáusica o posmenopáusica insatisfecha.
Por ejemplo, parece más fácil complacer a una joven que a una mujer madura consciente de lo que quiere, pero la juventud genera mayor miedo al desempeño, e inseguridad relacional por las desventajas respecto a los coetáneos o suspicacias sobre el motivo de ella para esa unión.
En general, la elección del sujeto amoroso se produce en una estrecha franja donde coinciden aspiraciones y posibilidades recíprocas. Una diferencia sustancial de edad tiene efecto erotizante y a la vez distorsiona la posibilidad de acoplamiento de la pareja.
Para muchas mujeres maduras importan además las presiones sociales y un condicionamiento educativo sexista que privilegia el estar vinculadas a parejas con cierto nivel de madurez sicológica, mientras que los hombres suelen ser menos exigentes con la personalidad y más con el físico, porque la sociedad mide como indicativo de éxito ostentar ese tipo de mujer-trofeo.
Si la relación importa, pero aburre, como nos confiesan no pocas personas en sus mensajes, ¿acaso es una solución buscarse otra pareja? Para mucha gente en esa franja etárea no es una opción dejar a la persona que aman o con quien comparten el día a día de manera exitosa solo por un poco de adrenalina erotizante de vez en cuando.
Tradicionalmente, esa necesidad se cubre con aventuras más o menos discretas, pero eso tiene riesgos. Parejas más modernas abren su relación a ocasionales encuentros con terceros de forma consentida (y hasta colectiva) sin que eso dañe su convivencia. De hecho, puede renovar el interés mutuo y la creatividad íntima.
Pero el objetivo del material propuesto no es estimular el cambio de pareja, sino el cambio en la pareja, declara el experto. Quienes alcancen juntos los 50 deberían felicitarse mutuamente y valorar lo conseguido, pues han superado una larga lista de dificultades, y en ese proceso compartieron una de las sensaciones humanas más gratificantes: madurar con capacidad para conciliar las discrepancias que cualquier coexistencia genera.
Por eso la sexualidad madura no debe entenderse como algo residual, devaluado por el tiempo y la costumbre, sino como culminación exitosa del acoplamiento entre personas que supieron superar problemas de índole erótico y comunicativo para disfrutar una larga y bien ganada fase de placidez sexual, como le llama el experto... tema a tratar en la próxima página de esta serie.
La naturaleza sabe acompasar las facultades con el deseo, por eso la gente que madura sabe por experiencia que mientras menguan las posibilidades son también menores las necesidades.
Si se acepta esa evidencia sicofísica y no se piden peras al olmo, la pareja puede gozar de una sexualidad homeostática ligeramente declinante que resulte tan gratificante como la necesite y tan duradera como la vida les permita.