Esta es una etapa muy frágil de la relación de la que tampoco hay que esperar grandes cosas, salvo lecciones y anécdotas. Es como una prueba, un intento de exclusividad emocional antes del compromiso «serio» con la persona que entiendes puede ser tu pareja estable, haya boda o no
Lástima que la prisa nunca
ha sido elegante.
José Ángel Buesa.
«Ahora las chicas tienen muchos novios y poca paciencia», escribe una lectora septuagenaria. «A cada rato veo a mi biznieta ilusionada y luego llora por los rincones. Lo peor es que no sabe lo que está haciendo mal y lo repite, porque busca consejo con sus amiguitas, que están igual o peor: algunas ni tienen confianza para hablar en sus casas».
El noviazgo es una etapa muy frágil de la relación de la que tampoco hay que esperar grandes cosas, salvo lecciones y anécdotas. Es como una prueba, un intento de exclusividad emocional antes del compromiso «serio» con la persona que entiendes puede ser tu pareja estable, haya boda o no.
En esa etapa de ensayo-error es lógico que haya conceptos y conductas erradas, sobre todo en la adolescencia. Lo que no tiene sentido es no aprender de ellos: se debe madurar en la búsqueda del amor y de la propia identidad integral.
La sicóloga cubana María Elena Real Becerra, vicepresidenta de la Sociedad cubana multidisciplinaria para los estudios de la sexualidad (Socumes), habla ampliamente de este tema en su libro Intimidad emocional y pareja, que aún puede encontrarse en librerías y en la red de bibliotecas.
En ese texto, Real Becerra detalla varios de esos errores y da pautas para identificar cuándo un noviazgo es destructivo. Este conocimiento ayuda a sanar esas relaciones, si no de manera retroactiva, al menos de cara al futuro.
En su experiencia clínica e investigativa, la idealización y la premura pasional son dos de esos errores que pueden enrarecer el vínculo amoroso a temprana edad.
En el primer caso entran los espejismos de amor: ese creernos enamorados al punto de perder los estribos por alguien que ni siquiera conocemos bien. «Lo miramos acercarse y sentimos como nos flaquean las piernas y nos palpita el corazón», describe el fenómeno fisiológicamente, y luego alerta que a ese príncipe o princesa de tu sueño tal vez le atribuyes cualidades que está lejos de tener, y cuando te percatas, las reacciones pueden ser erradas.
A veces te empeñas en transformarle para hacerle cumplir esas expectativas, y esa pretensión transmite incomodidad, inseguridad, temor al rechazo… Hasta puede perder las buenas cualidades que sí tenía y te gustaban tanto.
«El amor ideal destruye el corazón porque no existe. Solo se ama cuando se conoce a la persona a nivel profundo. Para ello, es necesario cultivar desde sus inicios una amistad real», aconseja la experta, y advierte que el amor verdadero no es ciego, pero la idealización sí.
Todas las personas pueden mejorar, obviamente, y amar es buen motivo para intentarlo, pero ese proceso debe nacer de quien necesita evolucionar, y seguir su propio ritmo.
En cuanto a la premura pasional, Real Becerra alerta que a esta equivocación se debe la mayor parte de los fracasos matrimoniales: si el noviazgo es superficial y prevalece la urgencia de ser querido y admirado, tomas decisiones basadas en aspectos ficticios, como apariencia o estatus.
«Mientras más rápido, más riesgoso», dice. Pero vemos en la tele una escena de enamoramiento instantáneo y creemos que es posible siempre. La superficialidades de un estilo de noviazgo excitante de momento, pero vacío a la larga.
Quien disfruta arriesgando su integridad con esta forma de romance recibirá lo que busca. Quien desee una relación constructiva a largo plazo debe evitar esas prisas y cultivar la intimidad emocional: esa capacidad de compartir puntos vulnerables sin temor a quedar en desventaja.
Esa intimidad del alma supera al roce corporal, e implica estar para el otro en un compromiso activo y dinámico, con un sentido de pertenencia que no nace de la posesión o el control, sino de la voluntad.
El noviazgo es buen momento para alimentar ese vínculo con detalles sensibles, claves únicas que ayuden a recuperar la ternura y el proyecto de pareja si más adelante se desgasta el compromiso en la vorágine de la vida cotidiana.
Pero ese compromiso no fructifica con cualquiera, y si al noviar sientes más angustia que crecimiento, hay algo del proceso que debes revisar, porque es necesario estar dispuestos emocionalmente hacia nosotros mismos y hacia el otro para seguir construyendo la intimidad. La próxima semana retomaremos este tema.