Si queremos más nacimientos, el parto debe ser una experiencia placentera, un suceso a narrar desde el disfrute y no desde la validación de mitos aciagos
Lo más maravilloso de la ciencia es que está viva,
Richard Phillips Feynman
Si queremos más nacimientos, el parto debe ser una experiencia placentera, un suceso a narrar desde el disfrute y no desde la validación de mitos aciagos, o desde el incómodo sobresalto de verse atrapada en un «flujo productivo» impersonal y estandarizado, que además violenta al resto de la familia manteniéndola al margen.
Sobre las causas culturales de esa realidad y la intención de revertirla versó uno de los debates más animados del 17mo. Congreso de la Sociedad Cubana de Ginecología y Obstetricia (SCGO), en el cual se reafirmó el peso subjetivo de muchas trabas que impiden a las mujeres parir a su ritmo, guardar evidencias de ese trascendental momento y sentirse afectiva y efectivamente acompañadas en la labor de parto o cesárea.
Cada decisión que socava ese derecho, cada medida mecánica que no toma en cuenta el impacto en la salud física y sicológica de la madre y sus allegados, es un acto de violencia obstétrica cuya repercusión individual y social no debe despreciarse, precisaron los profesores Sara Urgellés y Jorge Delgado en el debate.
Desde hace décadas, Cuba garantiza un seguimiento clínico eficaz de sus gestantes para ayudarlas a parir en las mejores condiciones posibles. Pero embarazo, parto y puerperio no son solo procesos fisiológicos. Al decir de Lizet Vila, directora del Proyecto Palomas e invitada al congreso, son también realidades culturales vividas en una sociedad cambiante, con un significado propio para cada mujer y cada hombre que asume el rol paterno a conciencia.
Vila aboga por la implementación de partos más amorosos, basados en recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en estudios que demuestran la viabilidad de protocolos humanizados, al decir de los doctores Gwendolyn Pino, Anadys Segura y Guillermo Rodríguez.
El dolor es una vivencia relativa, como cualquier respuesta sensorial a circunstancias externas (frío, calor, miedo, incomodidad). Su intensidad varía de una mujer a otra según sus creencias, hábitos, patrones de conducta, leyendas familiares y recursos para lidiar con situaciones atípicas.
El miedo a sufrir crispa el cuerpo a destiempo y agota a la futura madre. En culturas apegadas a la Naturaleza, la tradición ayuda a aceptar cada contracción como oportunidad de avance. Hoy la OMS sugiere que la parturienta elija la postura más cómoda, tenga mayor movilidad y espere pujos espontáneos a su ritmo. El parto institucionalizado también necesita normas flexibles para aplicar lo aprendido durante la sicoprofilaxis y apelar a técnicas útiles de relajación: yoga, meditación, música, respiración controlada.
En los servicios obstétricos urge acondicionar espacios para que la pareja u otro familiar las acompañe, ofrecer alternativas farmacológicas que mantengan el dolor en límites adecuados y cultivar la empatía del personal de salud para que respeten creencias y emociones de sus pacientes, les brinden información oportuna del proceso y presten atención a sus angustias sin menosprecio.
Cuando se legitima la imposición de procederes médicos basados en una supuesta superioridad de saberes y el acto de firmar el consentimiento informado se maneja de forma autoritaria o superficial, se están violentando los derechos culturales de esa madre y su familia.
Violencia obstétrica es también aferrarse a concepciones superadas y no considerar nuevas evidencias científicas que flexibilizan los procederes y dan una mirada más integral a las necesidades de la parturienta.
Ejemplo de ello es el ayuno impuesto para evitar una broncoaspiración del alimento en un acto quirúrgico previsto o de emergencia. Muchas madres recuerdan con desagrado esas horas de fatiga o sed y se niegan a parir otra vez para evitarse la terrible experiencia. Hoy se sabe que llevar al organismo a ese estado catabólico es mucho más riesgoso, y se indica dar té endulzado o jugo de frutas bien filtrado hasta dos horas antes de la cirugía.
Tampoco son necesarios el rasurado, la episiotomía por rutina o la cesárea de corte vertical, y es impropio suministrar fluidos en vena a la temperatura del quirófano, acelerar el trabajo de parto o mantener el monitoreo del feto si no hay riesgos. Esas incomodidades irritan, retrasan la recuperación y comprometen la sistematicidad de la lactancia, pero se siguen aplicando por obstetras que anteponen su propia comodidad o la rapidez del servicio al bienestar materno.
Como quedó evidenciado en este congreso, la SCGO apoya el derecho de las mujeres y su familia a reclamar la atención humanizada que por ley les corresponde, y recibir ternura como antídoto a la violencia de género invisibilizada, para lidiar en positivo con este feliz dolor.