M.M.: Hace 12 años comencé una relación con un hombre. Ambos nos enamoramos mucho. Pero es un alcohólico. Estando sobrio es el mejor esposo. He estado sometida a brutales maltratos físicos y verbales. Mis padres están viejos y enfermos, no tengo hermanos ni hijos. Nos separamos muchas veces pero al final regreso con él. Ha dejado el maltrato físico pero no la mala forma. La última vez dejé de extrañarlo, pero volví cuando regresó asegurando que está deshabituado. Ya no puedo tener sexo con él como antes. Tengo miedo a la próxima vez que se descontrole; aunque también temo mucho enfrentar la vida sola.
Es necesario que pueda poner en palabras esto que todavía experimenta hasta hallar otro modo de actuar ante «eso» de la vida que no puede enfrentar sola. Mientras este hombre siga cumpliendo esa función que usted sola no puede encarnar, se podría repetir lo mismo. Es preciso que dedique tiempo a comprender cuáles son las razones por las cuales elige reiterar la misma situación.
Este ciclo de paz y violencia no solo está causado por el alcoholismo de su esposo. Se convirtió en el modo apasionado de vincularse por muchos años. Ambos encontraron en ese lazo algo difícil de contener e imprescindible para vivir. ¿Qué pudo ser? ¿Qué función tuvo ese violento sometimiento para continuar?
Usted sometida, a la espera y temerosa disfrutaba la intimidad erótica y extrañaba la ausencia de ese hombre brutal que siempre recibía con un sí. Ahora, él ya no maltrata tanto, pero dejó de atraerle como antes.
Por otra parte, terminar con él desconociendo cómo pudo sostenerse así por tanto tiempo, podría llevarla a repetir otro vínculo violento. Por eso le sugerimos tratar este tema con un profesional de la sicología.
Mariela Rodríguez Méndez, máster en Sicología clínica