La sociedad moderna ha regulado la actividad sexual de tal forma que la destreza para responder eróticamente ya no es «natural» en los seres humanos, porque ha cedido espacio a la inhibición sobre el tema
¿Es sucio el sexo? Solo cuando
se hace bien. Woody Allen
Una de las necesidades primarias del hombre es la búsqueda del placer mediante el sexo, y la masturbación es la primera actividad sexual natural. Con esta se descubre el erotismo, se aprende a responder sexualmente y se adquiere confianza y respeto por uno mismo. Así lo afirma la terapeuta Betty Dobson, autora del libro Sexo para uno, que circulamos a través del correo electrónico hace algunos meses.
A juicio de esta autora, la sociedad moderna ha regulado la actividad sexual de tal forma que la destreza para responder eróticamente ya no es «natural» en los seres humanos, porque ha cedido espacio a la inhibición sobre el tema.
La habilidad sexual se adquiere con la práctica, dice ella. El primer paso para disfrutar orgasmos es aprender a aceptar los genitales propios, lo cual vale también para las mujeres, quienes durante siglos fueron compulsadas a convertirse en madres sin sexualidad y dóciles esclavas del hogar.
No hay una manera «correcta» o «mejor» de tener relaciones sexuales, mucho menos si el patrón parte de reprimir deseos o fantasías para imponer la penetración vaginal como único acto valedero y la reproducción como fin supremo del amor.
Se puede disfrutar tocando el cuerpo propio sin sentirse culpable, incluso delante de la pareja, recomienda la Dobson. Las parejas no sienten ganas simultáneamente casi nunca, pero a veces basta que uno empiece a estimularse para que el otro se anime a seguirle. Y si no le siguen al menos obtiene placer por sí mismo, lo cual es divertido porque ninguno de los dos tiene que reprimirse o forzarse a hacer lo que no desea.
Cultivar el placer provoca más placer. Masturbarse juntos amplía las posibilidades de experimentar cosas nuevas y además se aprende de primera mano qué le gusta más a la pareja y con qué ritmo, observando sus reacciones mientras acaricia sus zonas erógenas.
También la intimidad psicológica se hace más profunda cuando hay más libertad para ser sinceros y menos exigencia de estar a la altura de las necesidades ajenas constantemente.
La doctora Dobson ha escuchado confesiones de cuán tensas se sentían sus pacientes cuando no les apetecía tener sexo. Como les parecía imposible decir «No, gracias», la mejor manera de evitar el contacto era empezar una discusión, pero eso dañaba el vínculo.
Esa actitud negativa hacia lo erótico ha sido culturalmente heredada. Tras muchas de esas historias que llegan a las terapias o se consultan con los medios de difusión masiva hay un sufrimiento innecesario por falta de información.
En las mujeres este desconocimiento sobre sus genitales y la forma de estimularlos las ha llevado a sentirse disminuidas ante sus parejas, y en muchos casos a fingir el clímax durante la penetración, lo cual las hace vivir atrapadas en una gran mentira sexual.
Cuando se aprende a romper esa barrera cultural y desde el principio acuerdan que todos los orgasmos son válidos, ellas sufren menos y le ahorran frustraciones a esas parejas que emprenden cruzadas para hacerlas sentir plenas con la penetración.
Si una mujer puede tener orgasmos masturbándose es orgásmica, aclara la Dobson. Los hombres llaman frígidas a las mujeres que no los tienen en la postura tradicional, en pocos minutos y con la estimulación que a él le gusta. Pero son pocas las que pueden llegar así al clímax, sobre todo si no se les acaricia el clítoris, su centro del placer por excelencia. ¿Acaso suelen ellos tener orgasmos sin acariciar su glande?
Tener orgasmos no es imprescindible para disfrutar del amor, pero quien nunca los tiene difícilmente mantenga una actitud positiva hacia el sexo. Si la persona se cree forzada a fingir para que su pareja no se disguste o no la presione a tener más coito por la vía inefectiva, por supuesto que la relación se resentirá y le generará más angustias.
La represión sexual y el malestar afectan a ambos sexos. También ellos se fuerzan a veces a penetrar a la pareja sin desearlo porque «les toca» o por temor a que los dejen. Pero cuando el cansancio o el estrés son muy fuertes lo mejor es olvidarse del coito y procurarse un buen masaje, coinciden especialistas de diversas culturas.
Nadie espera que tengas orgasmos o te excites con un masaje; por eso se puede recibir de la pareja. Solo hay que dejarse llevar por las sensaciones y aflojar las tensiones del cuerpo y el espíritu para disfrutar de ese roce sensual y relajante que te aporta mucha energía sin exigir una respuesta sexual a cambio.
Según la Dobson, los hombres y mujeres modernos están tensos porque viven «actuando» constantemente: tienen múltiples roles en sus empleos, familias, comunidades... No todo el mundo prioriza su tiempo para salir del «escenario», dejar de pensar y dedicarse un poco a sentir, sin la obligación de responder a necesidades ajenas.
Por eso cuando ella atiende a una pareja que lleva mucho tiempo unida les recomienda masajes y masturbación. En vez de hacer siempre lo mismo y en la misma postura, la nueva experiencia erótica puede abrirles nuevos caminos a su intimidad sin ningún tipo de presión, asegura.