La pareja humana es como un microcosmos donde penetran las ideas culturales y luego pasan a los hijos. Una especie de portal en el espacio y el tiempo que, como todo lo que responde a la sociedad, suele cambiar de modelo según cambian las épocas
Por eso tengo que volver a tantos sitios venideros, para encontrarme conmigo mismo y examinarme sin cesar.
Pablo Neruda
«La sexualidad es una ventana para entrar a la sociedad», afirma la psicóloga y antropóloga belga Esther Perel, con quien conversamos en enero pasado durante el congreso Sexología 2012.
Esta terapeuta, residente en Nueva York, define a la pareja humana como un microcosmos donde penetran las ideas culturales y luego estas pasan a los hijos. Una especie de portal en el espacio y el tiempo que, como todo lo que responde a la sociedad, suele cambiar de modelo según cambian las épocas.
En su criterio, el matrimonio moderno dejó atrás la antigua sexualidad de reproducción y obligación para abrirse camino en una nueva sexualidad centrada en el deseo erótico y regida por principios forjados con el Romanticismo, ese movimiento cultural que transformó al mundo a partir del siglo XVII.
Sin embargo, esa noción romántica del «matrimonio apasionante» que tanto se persigue en la actualidad lleva en su esencia una contradicción histórica: pasión y compromiso es un par dialéctico que tratamos de reconciliar para satisfacer en una sola persona necesidades muy diferentes, como la aventura y la estabilidad, la sorpresa y el confort.
«Hoy las mujeres pedimos más… y nos divorciamos más porque nos desilusionamos muy rápido. Aunque seguimos viendo a la pareja como un compañero para formar familia y lograr una seguridad económica, en este siglo buscamos sobre todo que nuestro hombre sea el amigo, el amante, el confidente».
Las mujeres modernas llevan una vida más abierta a proyectos individuales, al protagonismo social, a la decisión de tener menos descendientes y realizarse fuera del hogar, pero eso cobra un alto precio en su intimidad, afirma ella.
«Es un dilema existencial por el que pasan todas las parejas que logran ser estables: el erotismo es nuestra manera de sentirnos con vida, pero sin darnos cuenta lo redireccionamos hacia quienes nos siguen los pasos en la familia y descuidamos nuestro mundo erótico», relata.
«Muchas mujeres dejan de arreglarse para lucir hermosas, pero les satisface ver cómo lo hacen sus hijas. Otras dejan de “cuidar” al marido para celar al hijo adolescente, y la mayoría de los matrimonios adultos apenas organizan salidas un par de veces al año, y sin embargo apoyan económica y materialmente la recreación semanal de sus jóvenes descendientes».
Esther ha viajado a decenas de países estudiando parejas en su propio contexto histórico y cultural para tratar de responder esas preguntas que todo el mundo se ha hecho alguna vez: «¿Por qué lo prohibido es tan erótico, y luego de obtenerse ya no nos excita? ¿Por qué la sexualidad cotidiana, hecha con amor, suele no ser tan apasionante como un encuentro casual? ¿Por qué el sexo hace hijos, y luego los hijos matan al sexo?».
En un español fluido y pleno de metáforas, Esther dialogó con varias periodistas cubanas acerca del éxito de su libro Inteligencia erótica, publicado a partir de 2007 por varias editoriales, en el que trata de polemizar sobre estas interrogantes.
Según nos contó, el término surgió como una broma de su marido (lleva casada 30 años), pero luego ambos le encontraron sentido: si ya se habla de inteligencia emocional, ¿por qué no aceptar que el sexo exige su propia cuota de conocimientos e intuición?
En esta época, una mujer «inteligente» sexualmente y con un estilo de apego seguro busca hombres que la deseen, no que la necesiten.
La diferencia es fácil de detectar, asegura Esther: «En el primer caso dicen “Te quiero”, mientras en el segundo preguntan “¿Por qué no me quieres?”, aun cuando hayas dado todas las pruebas de amor que te han pedido a lo largo de la relación… Y eso también vale al revés: mujeres dependientes emocionalmente que exigen demasiado a sus parejas.
La diversidad de manifestaciones de esa dependencia es sobre todo cultural: en ellas predomina la queja abierta; en ellos es más escondida o brota con mucha agresión, sobre todo en países de tradición machista.
El deseo es fuego, y para crecer necesita espacio. Las cosas irán mejor en muchos matrimonios cuando entiendan que ese no es un conflicto que se debe resolver, sino una paradoja que hay que aceptar, como tantas en este siglo: «Se puede ser feliz en un matrimonio estable, pero el camino para esa felicidad es el equilibrio entre libertad individual y compromiso mutuo».
Si quieres aplicar la inteligencia erótica en tu vida de pareja, aquí tienes varios consejos comentados en el sitio Terra como «lista de supervivencia» conyugal:
•Interésate por las aficiones de tu pareja y muéstrale lo que te gusta a ti.
•Recuerda que no son siameses, no tienen que ir a todas partes juntos.
•Las actividades laborales deben ser compatibles para la vida en pareja.
•Evita la erosión en la comunicación: sal de casa para hablar de cosas íntimas.
•No luches contra las manías de tu pareja, incorpóralas a la rutina.
•No trates de cambiar a la otra persona, acepta su lado malo con el lado bueno.
•Equilibren la balanza de roles, no traten de ser siempre y ambos la voz dominante.
•Colócate en el lugar de tu pareja antes de juzgar por qué actúa de un modo u otro.