El nivel de testosterona influye en la conducta de los hombres, fenómeno más frecuente a partir de la mediana edad
La prueba más clara de sabiduría
es una alegría continua.
Michel de Montaigne
Hace un par de años, un lector escribía a Sexo Sentido para criticar —entre otras cosas— «la falta de virilidad» que según él se percibía en los nuevos hombres cubanos, muy dados a usar prendas, dejarse crecer el pelo y permitir a las mujeres ejercer «unos derechos que no se merecían», además de ser gentiles y «flojos» con ellas en el trato cotidiano.
Esta persona achacaba tales características a «una falta de testosterona casi generalizada», a su juicio causada por comer mal, trasnochar mucho y fumar o tomar alcohol. Incluso calculaba en qué por ciento estaría afectada esa hormona en cada hombre de acuerdo con su comportamiento social.
Más allá de la falta de fundamento científico para tales cálculos y de su evidente desacuerdo con la forma en que se proyecta nuestra sección, el lector de marras (30 años, capitalino y con nivel medio de enseñanza) apuntaba un detalle en el que es justo darle la razón: la caída en el nivel de testosterona en los hombres influye en su conducta al punto de considerársele responsable del llamado Síndrome de la Irritabilidad Masculina (SIM), tema de moda en el campo de la salud desde que el psicoterapeuta norteamericano Jed Diamond lo describiera en 2004.
Este experto habló de una sensible disminución de la energía en varones de entre 40 y 50 años reflejada en menos ganas de vivir o disfrutar del sexo y en frecuentes cambios de humor, deslizándose arbitrariamente de la depresión o la apatía hasta la hostilidad total hacia el resto del mundo.
Recientemente el tema cobró nuevos bríos (a raíz de un congreso celebrado en Argentina, según reporta el sitio www.construyamosalud.arg) a propósito de ciertas alternativas terapéuticas que rompen con rígidos estereotipos sexistas, los cuales han frenado por siglos en los hombres la expresión natural de sus emociones y la capacidad de pedir ayuda.
En todos los países y épocas el número de mujeres diagnosticadas como deprimidas duplica al de los hombres, pero eso no significa que ellos no sufran, sino que lo demuestran de manera diferente. De hecho los hombres acuden más al suicidio y por métodos más violentos, avalan estadísticas mundiales de las últimas décadas.
Del mismo modo, la irritabilidad asociada a cambios hormonales se ha considerado, por tradición, como un patrimonio femenino, sobre todo en los días cercanos a la menstruación, pero se ha demostrado que también los hombres pueden reaccionar a las veleidades de sus «diablillos» internos.
Para Diamond, las cuatro causas de depresión e irritabilidad masculina son la ansiedad, la hipersensibilidad, la frustración y la cólera, procesos que se vivencian a través del enojo, la impaciencia, el sarcasmo, la tristeza, la somnolencia, la falta de autoestima, algunos episodios de tensión nerviosa y cierto abandono de sí mismos que a su vez los conduce a la sensación de no ser queridos y por tanto a conductas desafiantes y demandantes.
¿Qué papel desempeña la testosterona en estas crisis? Pues sin llegar a los altos porcentajes descritos por nuestro lector, es cierto que a partir de la edad mediana los testículos disminuyen sus niveles de producción de la susodicha hormona cada año de forma lenta y enmascarada.
Este proceso se hace más notorio en uno de cada cuatro hombres mayores de 50 años diagnosticados como andropáusicos (equivalente al climaterio femenino), lo cual no significa que sean menos viriles, como suele afirmarse desde ciertos prejuicios infundados.
Para ellos, como para cualquier varón con déficit de testosterona por cualquier causa, un tratamiento hormonal bajo estricto control médico puede cambiar significativamente la situación y mejorar su estado de ánimo y desempeño sexual.
Claro que para ser tratado el hombre debe empezar por reconocer si algo no anda bien en su vida y necesita ayuda especializada, pero por una cuestión cultural muy arraigada, la mayoría de los varones tiende a callar sus problemas de salud e incluso a negarlos si son apuntados por su pareja, parientes o grupo de amistades, actitud que los deprime más y agrava su situación familiar, laboral o social.
Estos hombres ignoran que calidad de vida implica entre otras cosas optimismo para enfrentar los cambios naturales y voluntad para paliar sus consecuencias con ayuda de andrólogos, urólogos, sexólogos, endocrinólogos o clínicos.
«Para nada la testosterona está relacionada con lo que se ingiere o las horas dejadas de dormir», explicó a JR el eminente urólogo español José Luis Arrondo, autor del libro Historia íntima del pene, quien visitó a Cuba hace dos años.
«Es muy simplista hacer a una hormona responsable de que los jóvenes sigan determinada moda o de que ahora muchos hombres seamos más flexibles y respetuosos del derecho femenino. Todo esto tiene que ver con la cultura, con la educación, y aunque en ese sentido hay aún terreno para ganar, es cierto que hay más hombres dispuestos a cuidar de su salud y de la pareja», concluyó el experto.