Singulares creaciones ventiladas recientemente en varios medios de comunicación comprueban el potencial todavía no explotado de la impresión en tres dimensiones
LA tecnología es siempre una fuente de asombro. También lo es de confirmación. Dos casos recientes demuestran cómo el ingenio —y los conocimientos técnicos— son capaces de crear objetos sorprendentes o probar ideas conceptuales con más de cinco siglos de existencia.
De por medio en los casos que esta semana les presentamos anda un nuevo proceder que cada vez gana más fuerza y modos de aplicación: la impresión en tres dimensiones.
No se trata, aclaro, de avances tecnológicos significativos, o de una aplicación práctica generalizada, pero por singulares han llamado la atención de los medios durante los últimos días.
El estuario que separa a Estambul de Gálata, conocido como el Cuerno de Oro, era muy difícil de cruzar en el siglo XV. Iniciada la siguiente centuria, el sultán Bayezid II quiso que un puente cubriera ese estrecho y uniera ambas orillas, por ello dio la tarea a Leonardo da Vinci. El genio del Renacimiento hizo entonces un diseño que para la época era todo un escándalo, en el que combinó conceptos geométricos con otros muy empleados por aquellos tiempos, como el de la parábola invertida o la clave de arco.
Sin embargo, la obra nunca llegó a ejecutarse, porque el sultán rechazó la idea del italiano. Y ahora, a más de 500 años de que Leonardo esbozara su puente, resulta que unos científicos apoyándose en la tecnología 3D han probado que tenía razón.
Tres miembros del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos, comprobaron que el diseño de Da Vinci era efectivo, y habría funcionado. De hecho, si se hubiera construido el puente habría sido el más largo de su tiempo, con 280 metros de longitud.
El equipo de investigadores se apoyó en las notas de Leonardo para construir un modelo fiel al original. El puente, diseñado en forma de arco, habría permitido que los barcos de vela pasasen por debajo sin problema alguno. Y es que como explican en MIT News, el diseño permitía estabilizar el puente frente a movimientos laterales, un fenómeno que destruye muchas de estas estructuras. Para ello su creador ideó unos pilares que se desviaban hacia afuera.
Eso sí, la estructura habría tenido que ser construida en piedra para que aguantase, agregaron los investigadores.
Siguiendo las notas de Leonardo, los especialistas del MIT construyeron un modelo a escala de 1:500 con 126 bloques, todos creados a partir de una impresora 3D.
El resultado es un puente en perfecta armonía gracias a la compresión de los bloques, indicaron los investigadores.
«Todas las fuerzas se transfieren dentro de la estructura», afirmó Karly Bast, una de las responsables del proyecto.
El concepto del puente de Leonardo da Vinci tiene una obra de homenaje construida en Noruega.
En 2001 el artista noruego Vebjørn Sand diseñó un puente de 109 metros de largo y 40 de ancho similar al del italiano renacentista, al cual llamó el proyecto da Vinci. Lo cierto es que 500 años después la tecnología ha probado que Leonardo tenía razón, y era capaz de idear una estructura solo con su mente, sin necesidad de aparato tecnológico alguno. Un genio, sin dudas.
El otro caso curioso es todavía más singular. Resulta que Sterling Backus, un estadounidense que reside en Boulder, Colorado, decidió imprimirle a su hijo nada menos que un Lamborghini, puesto que el chico, de 11 años de edad, gusta de los automóviles y pasa mucho tiempo «manejando» en el videojuego Forza Horizon. Sí, como lo leyó, un auto impreso.
De acuerdo con un reporte de CTV News, Backus se las ingenió para agenciarse mediante internet los diseños de un auto Lamborghini Aventador, y luego se dio la tarea de hacerlos realidad con una impresora 3D.
El padre comentó a la cadena noticiosa que se apoyó en videos de YouTube y en la comunidad de diseño en línea GrabCAD.
Para lograr su empeño utilizó una impresora Creality CR-10S, y se apoyó en todo su conocimiento, pues Backus es físico y es el director científico de un centro llamado KMLabs, ubicado en Boulder.
Con metal fabricó a mano el chasis, al que ensambló cada pieza que salió de su impresora. Según contó Backus a la televisora, al inicio las piezas de plástico se derretían al sol, por lo que decidió recubrirlas de fibra de carbono.
Al auto, que se asemeja al batimóvil del famoso héroe de cómics, fue también incorporado un motor de un viejo Corvette, y según muestran los videos en YouTube subidos por su creador, camina sin problema alguno.
Los toques finales para esta obra maestra incluyeron un sistema de refrigeración adicional, una palanca de cambios hecha a la medida, con luces y hasta el sistema de apertura para las puertas de tijera.
Ahora, el objetivo de Backus es poder usar este Lamborghini Aventador impreso en 3D como una herramienta educativa en programas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas (Steam, por sus siglas en inglés). Así, en los próximos días hará una gira por diversas escuelas de Colorado para demostrar lo que es posible hacer usando la tecnología.
No se sabe, por el momento, qué opina Lamborghini de tan singular invento. A fin de cuentas, un auto que se vende por cientos de miles de dólares no debería estar al alcance de una impresora que en el mercado se cotiza en 900 dólares.
Lo cierto es que una vez más la tecnología de impresión 3D sorprende por su versatilidad. Sin embargo, todavía se siente alejada del usuario medio.
Y es que si bien ya se ha impreso desde comida hasta casas completas —o un Lamborghini Aventador—, el potencial de creación que tiene esta tecnología todavía no se explota al máximo. Cierto es que replicar objetos requiere de algo importante, las materias primas, pero acaso falta voluntad por parte de gobiernos y otras instituciones para sacar más partido a la impresión en tres dimensiones. Ojalá algún día este campo tenga avances que vayan mucho más allá de meras curiosidades.